Fotógrafo y retratados unidos por una experiencia vital, la de la huida de la tierra nativa. Retratista y fotografiados, separados apenas por una lente, llegaron de lejos y hallaron en España el mismo refugio, a veces feliz, otras áspero. "Me sentí identificado con ellos. Soy una persona que tuvo que huir de su país", reconoce Belal Darder, el fotoperiodista egipcio que firma una exposición que pone rostro y voz a los refugiados afincados en nuestro país. Una realidad a menudo sepultada bajo cifras y desconocimiento.
"Usé mi historia cuando me acerqué a ellos. Fue mi abordaje. Cuando empecé a hablar con ellos, me presenté como un refugiado. Les ayudó a abrirse, compartir y aceptar participar en el proyecto", relata a El Independiente Darder, que escapó de Egipto en 2016 tras ser condenado a 15 años de cárcel por su cobertura informativa de las protestas que sucedieron al golpe de Estado de 2013. En su huida, pasó por China, Malasia e Indonesia antes de establecerse en Madrid, bajo el amparo de un programa de protección de defensores de los derechos humanos de la oficina española de Amnistía Internacional.
Quería mostrar que cualquiera puede verse en esa situación de tener que empezar de nuevo en otro país
BELAL DARDER, FOTÓGRAFO
"Cuando llegué a España, fue CEAR [Comisión España de Ayuda al Refugiado] la que me ayudó en la asistencia jurídica para tramitar los papeles y solicitar el asilo", rememora Darder. "El año pasado me acerqué a CEAR, les propuse un proyecto para mostrar la diversidad de la gente que solicita asilo en España y aceptaron". Aquel impulso alumbra ahora "Autorretrato del refugio", una exhibición fotográfica y sonora que hasta el próximo 9 de enero alberga el CaixaForum de Madrid.
Una docena de migrantes se han sincerado con el joven egipcio, aceptando los fogonazos de su objetivo y contando, de viva voz y a través de fragmentos de audio, sus historias de tránsito. "Quería mostrar que cualquiera puede verse en esa situación de tener que empezar de nuevo en otro país por la razón que sea, de la persecución política a los motivos económicos. Mi definición del refugio es más amplia de la que piensa la mayoría de la gente", desliza.
Por las instantáneas de Darder, que se completan con un autorretrato, piden paso la saharaui Nana, el sirio Mohamed, el guineano Fernand o la bosnia Ajla. "Todas las historias tienen algo que te sorprende y te inspira a la vez", advierte su autor. "Recuerdo que hablé con Fernand y recuerdo que me impactó mucho su definición del verbo viajar porque la mayoría de la gente piensa en un viaje de horas. En el caso de Fernand, hablaba de años. Decidió venir a España y sabía que necesitaría dos o tres años. Su viaje es siempre a pie".
Sostiene Darder que el trabajo de estudio y sus conversaciones con los fotografiados le ha permitido "reflexionar sobre los dos lados del Mediterráneo, entre el europeo y el africano". De Nana evoca cómo llegó a su encuentro. "La había citado en mi casa. La esperé en la calle y, de repente, me encontré con una chica con atuendo occidental, con unos vaqueros ceñidos, tacones y una camiseta ajustada. Yo la había visto con la melfa, que la traía en la mochila. Una vez en mi casa, la sacó y se la puso en un momento. Me encantó cómo tiene dos pieles y cómo las vive sin ningún problema".
Frente al odio y el miedo al extranjero, Darder ofrece rostros que miran fijamente, que hablan de otros mundos e interpelan a quien los observa. Un antídoto contra la indiferencia que nos asfixia. “Es un homenaje a todas las personas que han tenido que abandonar sus hogares para poder vivir en paz y libertad", apunta Carlos Berzosa, presidente de CEAR. "Pero también es un toque de atención para que se impulsen y desarrollen políticas de convivencia, inclusión y lucha contra la discriminación, en tiempos en los que hace falta un cambio de narrativas para contrarrestar los discursos de odio”.
Un 3,6% de la población mundial es migrante, según los últimos datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
Un ejercicio de reconocimiento a quienes mudan y migran, a los más de 281 millones de personas que han dejado atrás sus hogares. Alejándose, como Mohamed Subat, de un cobijo arrasado por la guerra y por quienes prefieren sacrificar a su pueblo antes de perder el poder. "Mohamed trabajaba como periodista en Siria y tuvo que salir a Turquía y de allí a España", reseña Barder. "Rabi, por ejemplo, es un inmigrante económico. Su padre no tenía recursos y vino a España para trabajar en una frutería y se lo trajo con él".
Fotógrafo y fotografiados no solo hablan de lo que dejaron en una geografía completamente ajena para sus nuevos vecinos sino también de lo que lucharon para establecerse en España, de los obstáculos de un camino tortuoso, en pocas ocasiones concluso. Solo un 5 por ciento de las solicitudes de asilo llegan a buen puerto en nuestro país. "Este proyecto nace de aquello que nos une y siento como propio: la paciencia, la nostalgia, la injusticia y la esperanza”, concluye.
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