Fue la última bruja de Cadaqués, la viuda del delirio y la pescadera «Ben Plantada» y Quijote sin molinos de Lorca «llena de gaviotas y langostas». Porque Lidia de Cadaqués (Alt Empordà, 1866- Agullana, 1946) estaba tan loca como mitificada por quienes provocaron su locura, y ahora, setenta y cinco años después de su muerte, una cuarentena de artistas reinterpretan su figura y la de quien la hizo un mito en la exposición Lídia, que fou i no fou la Ben Plantada, que estará vigente hasta el próximo 6 de febrero en el Ayuntamiento de Agullana y hasta mayo en la sala L’Amistat de Cadaqués: « Es una mujer fascinante que levanta, aún después de su muerte, pasiones» señala el comisario de la exposición, Enric Tubert, que ve «más oportuno que nunca este homenaje en un momento en que la salud mental y el papel de la mujer son de máxima actualidad».
Entre los artistas que participan en la muestra destacan Alzamora, Josep M. Ametlla, Ricard Ansón, Wellen Arvon, Laia Bedós, Carles Bros, Mònica Campdepadrós, G. Carbó Berthold, Quim Domene, Miquel Duran, Ignasi Esteve, Pilar Farrés, Quim Farrés, Federico, Jaume Geli, Lleixà, Asunción Mateu, Ministral, Ramon Moscar dó, Patxè, Esther Pi, Laia Pol, Jonathan Principal, Rusiñol Masramon, Carme Sanglas, Tura Sanglas, Sebi Subirós, Núria Surribas, Anne Velghe, Robert Vilallonga, Alicia Viñas y Juanjo Viñuela. Todos ellos recogen alrededor de cuarenta creaciones artísticas sobre la imagen de una Lídia de la que hablaron, escribieron y también pintaron personajes como Eduardo Maquina, Josep Pla, Fages de Climent, los Pitxot, Lorca, Eugeni d'Ors, que le dedicó el libro La verdadera historia de Lidia de Cadaqués o Salvador Dalí: «Lidia poseía el cerebro paranoico más magnífico, fuera del mío, que nunca haya conocido. Era capaz de establecer relaciones completamente coherentes entre cualquier afer y su obsesión del momento con una negligencia sublime al resto, y con una elección de detalle y un juego de ingenio tan sutil y calculadamente hábil, que era difícil no darle la razón en cuestiones que sabíamos, eran completamente absurdas», escribió el máximo representante del surrealismo de nuestro país.
Y es que la catalana, también conocida como Lidia Noguer, nació en el marco de una familia de pescadores. Sin embargo, durante años se encargó de regentar una hostería en la que se hospedaron todos esos personajes. En 1904 hospedó a Eugeni d'Ors en una breve estancia que el joven intelectual del momento pasó en Cadaqués, y De aquel encuentro nació la admiración que pronto se convertiría en la gran obsesión de Lídia. La fascinación que el escritor suscitaba en ella se agudizó hasta degenerar en una progresiva demencia delirante. Lidia de Cadaqués llegó al extremo de interpretar los artículos que el intelectual escribía desde la tribuna diaria de su Glosario en La veu de Catalunya: «Lídia los leía y los releía continuamente, y los consideraba como una respuesta a las cartas que ella le enviaba».
Pero no fue hasta siete años después de la muerte de Lídia cuando Eugeni d'Ors pareció mostrar un claro interés por ella, y viajó entonces a Cadaqués acompañado de Cesáreo Rodríguez-Aguilera con la intención de recoger datos sobre aquella mujer que «le había escrito tantas misivas que él nunca contestó». Fue entonces cuando le preguntó a Salvador Dalí si quería ser el autor de las imágenes que ilustrarían el libro en el que se narraría La verdadera historia de Lídia de Cadaqués.
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