Quería ser ilustradora sin saber qué era esa palabra tan moderna. Y empezó a dibujar. Primero firmaba con su nombre al revés, luego le pareció que aquello era un poco intenso, AIRAM, que «no era muy de colores pastel», y le robó el apellido a Hermann Hesse tras leer Demian y empezar a rebelarse contra las normas. Lo primero la ha consagrado como María Hesse (sevillana de adopción, 1982) y lo segundo, como la que hace y deshace con sus dibujos, y desde 2016 también con lo que escribe, lo que le da la gana.
Tras el fenómeno editorial que supuso su primer álbum ilustrado, Frida Kahlo, traducido a quince idiomas y ganador del Premio de la Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil de Brasil, María se atrevió con Bowie, El Placer o Marilyn. Ahora, lo hace con las locas, tontas y provocadoras de Malas mujeres, una historia de las que han encarnado el mal: «Ahora sabemos que no hay que tener miedo a salirse de esas líneas caprichosas que otros marcaron, y que las que abrieron esas grietas buscando otros horizontes no estaban locas, ni eran perversas ni malos ejemplos para otras. Si acaso fueron mujeres valientes, fuertes, atrevidas, decididas. Rompedoras. Y si las llaman malas mujeres que se lo llamen; las paredes han caído y nosotras ya no estaremos ahí para oírlo».
Pregunta.- ¿Cuándo dejó el dibujo de ser tu hobby y empezó a convertirse en tu profesión?
Respuesta.- Supe que quería ser ilustradora a los seis años, sin saber siquiera lo que aquella palabra significaba. Probablemente no existía, realmente es algo muy moderno, pero yo sabía que quería dibujar. Desde siempre he usado el dibujo como herramienta para expresar mis sentimientos, para inventarme mi propia ficción y contar historias. Quise hacer Bellas Artes pero no pude. Hice Magisterio de Educación Especial e incluso estuve preparándome las oposiciones. Con veintiocho o veintinueve años decidí dejar de opositar y formarme como ilustradora. Es curioso, porque cuando pensaba en dedicarme al dibujo me venían a la mente los cómics, se me había borrado la imagen de los cuentos que leía de niña y que estaban llenos de ilustraciones. Ah, y mucho menos creía en la ilustración para adultos, que vino más tarde y me abrió mundo.
P.- Veintiocho o veintinueve años. Es la misma edad con la que tomaste prestado el apellido a Herman Hesse. ¿Cómo fue aquello?
R.- Sí. Me leí Demian en la universidad. Comenzaba a rebelarme contra las normas preestablecidas y lo que estaba bien o mal. Tome de él “para nacer hay que romper un mundo”, y esta frase me ha seguido acompañando a lo largo de mi vida. Ahora no sé si me gustaría tanto, pero en aquel momento me marcó y de ahí que ahora sea María Hesse.
P.- Rebelarte contra tus propias normas te ha llevado también a escribir
R.- Sí. Ambas cosas me han gustado desde pequeña pero lo de escribir siempre me ha dado más pudor porque soy disléxica. Cuando me ofrecieron escribir Frida aparté ese pudor, que reconozco todavía me pone nerviosa, y me lancé. Es muy bonito escribir e ilustrar a la vez, contar historias en texto e imagen, dar palabras a tus dibujos. El texto sigue dándome miedo, no te voy a mentir, pero cada vez me siento más segura e intento progresar. En Malas Mujeres creo que lo he hecho con ambas cosas: dibujo y escritura.
P.- ¿Qué va primero?
R.- Generalmente primero escribo y después ilustro, por la sencilla razón de que cuando estoy escribiendo la imagen me viene a la cabeza, imagino a la vez que redacto.
P.- Primero fue Frida, luego llegó Bowie en 2018, El placer un año después, Marilyn en 2020 y ahora Malas Mujeres. Hay un claro punto desgarrador: las mujeres
R.- Empezar a escribir de y sobre mujeres fue accidental. La biografía de Frida Kahlo la escribí e ilustré cuando el personaje "se puso de moda". Me encantaba (y me encanta) ella más allá de lo feminista que fuera o no, porque es que en ese momento ni siquiera tenía una conciencia feminista. A mí el feminismo me llegó más tarde. Frida no lo hice con un pensamiento de lanzar un mensaje feminista pero fue mi princesa azul.
P.- ¿A seguir plasmando el movimiento en tus historias?
R.- Bueno, al final la etiqueta te la ponen los demás. Yo cuento las historias que quiero contar. Evidentemente, soy mujer y feminista, y eso siempre va a estar en mi relato porque mis libros son parte de lo que soy yo. Pero, ¿Por qué tengo que contar si en cada cosa que hago o escribo hay o no una reivindicación detrás, un mensaje? ¿A los hombres se les pregunta lo mismo? Mi visión o el contexto de lo que haga lo hare desde esa perspectiva pero, no todo tiene un mensaje reivindicativo
P.- ¿Te molesta que te encasillen ahí?
El feminismo no es una moda, se ha puesto de moda"
maría hesse
R.- Me da pereza. Me parece cansino. En Malas Mujeres es evidente que hay esa reivindicación. Es un libro que surge de la necesidad de contar algo de lo que ya he hablado en publicaciones que he hecho antes en Instagram, por ejemplo, y de profundizar en todas aquellas mujeres que han encarnado el mal desde un punto de vista humorístico e inteligente. Ahora bien, de ahí a que todo mi trabajo se encasille en reivindicaciones feministas o que se espere que todo lo que vaya a hacer sea en torno al mismo discurso hay mucho. ¿Por qué lo mío tiene que ser confesional y lo de cualquier otro hombre no?
P.- ¿El feminismo es una moda?
R.- El feminismo se ha puesto de moda, pero yo creo que en lo que me implica a mí va mucho más allá. No es fácil hacer frente a ciertos comentarios, ni a lo que se me exige por el mero hecho de declararme feminista y escribir sobre ello. Hacerlo supone cumplir con unos estándares que a veces asustan. Soy mujer y feminista, pero no soy perfecta. A veces me entran ganas de tirar la toalla y pasarme a un discurso más blanco, menos implicativo.
P.- ¿Y la ilustración?
R.- También. Pero no me esfuerzo por romper esquemas y seguirla, simplemente hago lo que me da la gana. Cada libro, cada ilustración tiene una simbología: la que yo quiero.
P.- ¿Has cumplido con los estándares que te exigía un libro como Malas Mujeres? ¿Cómo ha sido la selección de todas ellas?
R.- Creo que sí. Pero ha sido muy difícil. Hay muchas mujeres. Al escribir, cuando pensaba en la historia de una me venían otras a la cabeza. Empecé con un listado de mujeres que no he cumplido. Al final todas hacen un relato perfecto. Desde la aparición de los primeros mitos, lo universal ha sido la narración de los hombres, esa visión masculina que dibujó a unos y a otras, nos dijo cómo debíamos ser -puras, dóciles, amorosas- y previno al mundo de las malas mujeres, ya fueran vengativas gorgonas, crueles madrastras, problemáticas Pandoras o Evas incautas que cargaron con la culpa de nuestro destino. Yo he querido dar una vuelta de tuerca a esas princesas pasivas, brujas perversas, malas madres, femmes fatales, locas pasionales y secundarias perfectas que van desde Madame Bovary a Sarah Connor, de Juana «la Loca» a Yoko Ono, de Helena de Troya a Mónica Lewinsky, y de Medusa a Zahara o a Nevenka.
P.- Todo lo resumes en el libro como un aquelarre: ¡Bienvenidas al Aquelarre!
R.- Siempre me han fascinado las historias de brujas, las que cuentan las atrocidades de esas mujeres a las que se las consideraba como tal.
P.- Hace unos días en Cataluña se ha votado una resolución conjunta de varios partidos (ERC, JxCAT, CUP y En Comú Podem) para que se restituyera la memoria de esas mujeres acusadas de brujería en la Edad Media ¿Cómo valoras que esto se ponga sobre la mesa política?
R.- Me parece necesario. A veces vamos a ciegas, te dicen que las mujeres están construyendo una ficción nueva cuando en realidad no es así. Lo de las brujas por ejemplo, no es nada nuevo, Virginia Woolf ya atormentó al vanguardismo hablando de ellas en sus libros de forma reivindicativa, pero claro, estos libros se han quedado durante años en estanterías de "libros para mujeres" que hacen que todo este relato parezca que empieza de cero. Todo lo que sea sacar a la luz la historia, darla a conocer, rendirle un homenaje o preservar su memoria es atender al lugar de donde venimos, y eso es muy importante. Pero ¡Ojo! Con esto no quiero decir que cancele la cultura en la que he crecido.
P.- Para terminar voy a preguntarte por cómo ves el futuro de la ilustración ahora que coger un pincel táctil y una tablet lo hace todo más fácil
R.- La ilustración ha cambiado mucho y apoyo que lo siga haciendo. Admiro a todo aquel que aunque sea a través de las redes sociales intente meterse en este mundo, vivir de él, que es muy difícil, y contarme historias con sus dibujos. Mientras se haga con libertad, que sigamos siendo libre.
P.- A razón de las redes sociales, ¿no existe la censura que te impida ser libre?
R.- Sí. Instagram me ha censurado. Me borró una de mis ilustraciones en las que parecía una mujer masturbándose. No he sido la única a la que le ha pasado eso pero se supone que ahora las normas comunitarias sobre el tipo de contenido que puede mostrarse en Instagram han cambiado y mis dibujos se consideran arte.
P.- ¿Qué me dices de la autocensura?
R.- No te voy a engañar, a veces me autocensuro a mí misma por no a incendiar las redes.
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