No es difícil imaginarlo. Aquel París de comienzos del siglo XX, previo a la primera Guerra Mundial, en el que el arte y la vida bohemia iban de la mano en el corazón de sus cafés, talleres, salas de baile, cabarets, alimentaban una animada vida social, cosmopolita, intensa y abierta a descubrirlo todo, a transformarlo todo. También a abrir nuevos mundos creativos. Las tres primeras décadas del siglo pasado fueron tiempos en los que artistas de todo el mundo arribaban a la ciudad, en los que el distrito de Montmartre cedía el testigo al de Montparnasse y éste al de Saint-Germain-des-Prés como núcleos de las nuevas y rompedoras corrientes creativas.
El Fauvismo que rompió las convenciones artísticas convivió en la capital francesa con el nacimiento del cubismo de Picasso y Braque, aquel estilo incomprendido que trastocó la perspectiva de pintura y escultura. Atraídos por ese tiempo de vanguardia, llegaron decenas de grandes autores del resto de Europa, de la lejana Rusia o del desconocido oriente. La posguerra daría paso a una nueva revolución, la del surrealismo, basado en las teorías freudianas y el psicoanálisis, los mitos y los símbolos, el azar y la adivinación. Y todo en apenas tres décadas.
Aquella ola de transformación, de revolución del arte, que se abría camino entre las críticas y la incomprensión social ante tamaña ruptura, fue moldeando esculturas, cuadros e inspiraciones. Años después, gran parte de su legado se agruparía en lo que terminaría siendo el Museo de Arte Moderno de París, el centro de la Exposición Internacional de 1937 construido para albergar el arte moderno y contemporáneo de la ciudad y que no adquiriría la condición de pinacoteca hasta 1961.
Ahora, muchas de las obras de dibujan ese tiempo de creatividad imparable, de transformación profunda y de nuevas corrientes, ha llegado a Euskadi. El Museo Guggenheim de Bilbao ha inaugurado la muestra, 'Del Fauvismo al Surrealismo: obras maestras del Musée d´Art Moderne de París'. Integrada por una selección de 70 obras que ofrece, hasta el 22 de mayo, una recorrido por los movimientos de vanguardia que florecieron en la capital francesa en las primeras décadas del siglo XX.
Un escándalo
Un viaje que describe cómo la audacia de los autores de la época que se desarrollaron en la ciudad de la luz y el amor, revolucionaron la percepción tradicional del paisaje, la figura humana o la naturaleza. La primera de las salas de la muestra está dedicada al Fauvismo y el Cubismo. La crítica no los acogió bien, más bien con incomprensión y descrédito. Aquellos autores que comenzaban a mostrarse en los salones parisinos eran distintos. Los 'fauvistas' empleaban colores vivos, pincelada espontánea y los cubistas dibujaban objetos y figuras desde perspectivas diferentes de modo simultáneo. La representación tradicional quedaba atrás en lo que en un primer momento fue recibido con escándalo.
El trabajo de Henri Matisse y André Derain en el Salón de Otoño de París en 1905 fue acogido con el calificativo de ser obra de autores 'fauves' (fieras), por su ruptura de las convenciones. Así lo calificó el crítico de arte Luis Vauxcelles. Aquel apelativo puso nombre a esa nueva corriente que se inspiró en el impresionismo y el puntillismo para la disolución de las formas en color y la apuesta del color como elemento expresivo.
También el cubismo fue ridiculizado. El análisis que de la obra de Paul Cezanne hicieron Picasso y Braque dio lugar a las primeras pinturas constituidas por pequeños cubos. Después llegaron las esculturas con distintas perspectivas de otros autores. Las reglas de la perspectiva que se mantenían desde el Renacimiento acababan de saltar por los aires. En la muestra de pinturas del Museo de Arte Moderno de París que exhibe el Guggenheim se incluyen obras de Braque, de Juan gris, de Picasso o de Jean Metzinger, entre otros.
La 'Escuela de Paría'
La segunda sala está dedicada a la 'Escuela de París', a la representación de la contribución de todos los autores venidos de distintos lugares y que se convirtieron en una generación que marcaría la vida bohemia y creativa de la ciudad. La intensa vida artística que desde 1900 y hasta 1930 fue moviéndose por los distintos barrios, por sus cafés, salas de baile y talleres en los que una representación cosmopolita de autores fue integrando una generación irrepetible: Chagall, Arloff o Zadkine, de Rusia, Pascin, de Bulgaria, Modigliani, de Italia, María Blanchard, de España o Foujita, de Japón.
En la década de los 20 fueron los poetas los que abrieron un nuevo camino en el arte. Lo hicieron Guillaume Apollianaire, André Breton, Louis Aragon, Philippe Soupault y Pail Éluard. En un contexto de posguerra, su propósito pasaba por derribar los valores de orden y razón y buscar volver a fascinar al mundo. La nueva estética se basaría en las teorías de Freud, en el psicoanálisis, en el valor de los mitos y los símbolos, los sueños o el inconsciente.
Su influencia llegó a todas las disciplinas artísticas. Autores como Man Ray, Breton y Max Ernst combinaron en sus obras la realidad y su transfiguración. El surrealismo abrió nuevos caminos de creación en los que se abordaban el esoterismo y el simbolismo, la androginia y el género, lo irracional y la liberación de la mente.
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