En 1897, y tras haber estudiado dos años en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, un joven Picasso (Málaga, 1881 - Francia, 1973) llegaba a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando impregnado de las ideas del modernismo que traía entonces de Cataluña y empezaban a consagrarlo como protagonista y creador inimitable de las corrientes que revolucionaron las artes plásticas del siglo XX. 125 años después, el malagueño regresa a la Academia donde «aprendió a ser artista» gracias a la exposición Picasso. Rostros y figuras, en colaboración con la Fundación Beyeler.
Desde el cubismo hasta la escultura neofigurativa, del grabado o el aguafuerte a la cerámica artesanal o a la escenografía para ballets, la exposición, que se podrá ver hasta el próximo 15 de mayo, muestra la especial sensibilidad del artista para concebir rostros y cuerpos: «La era de la transformación virtual, la tecnología, la cirugía plástica, la pandemia y sus mascarillas alternan nuestra relación con los demás y también nuestra visión del cuerpo. Es un buen momento para reparar en la concepción que tenía Picasso de los rostros humanos y los cuerpos», ha dicho Sam Keller, director de la Fundación Beyeler, en la presentación de la muestra.
«Picasso fue, entre muchas otras cosas, un pintor cubista, pero jamás dejó de ser clasicista y aquí afianzó las bases de la pintura a través del dibujo y a ser artista. Celebramos la vuelta a casa del artista con una muestra que ofrece una perspectiva ejemplar de su extensa producción, desde el protocubismo hasta sus creaciones tardías».
Así, enmarcada en la estela de la exposición dedicada por la fundación a Goya en Basilea el año pasado, y próximo a cumplirse el aniversario de los cincuenta años del fallecimiento del pintor, la exposición Picasso: rostros y figuras, comisariada por la crítica de arte y catedrática, Estrella de Diego, y por el conservador de la Fundación suiza, Raphaël Bouvier, reúne en la madrileña calle de Alcalá, cerca de sesenta pinturas, esculturas, dibujos y estampas procedentes de ambas colecciones: «La exposición presenta un total de 58 obras, con dos esculturas, siete pinturas, tres dibujos y 45 estampas, y es una colaboración que surge a raíz de la exposición sobre Francisco de Goya que tuvo lugar en la sede de la Fundación Beyeler en Basilea», añade Tomás Marco, director de la Real Academia.
Por su parte, la comisaria e historiadora de arte, ha calificado la muestra de «exposición casi de gabinete» o «pequeña retrospectiva», dado que reúne trabajos tempranos del autor del Guernica, desde principios de siglo, hasta el grabado Cabeza con el brazo levantado sujetando una serpiente, de 1969: «Permite trazar un vínculo casi afectivo con las piezas y percibir la relación que existe entre ellas. No será la exposición más grande de Picasso, pero sí es una de las más especiales».
Entre la oferta expositiva destacan los aspectos eróticos y emocionales de la expresión creativa de Picasso a lo largo de su carrera con Mujer sentada en un sillón (1910), Mujer que llora (1937), Busto de mujer con sombrero (Dora) (1939), o la diminuta escultura Cabeza de mujer (Fernande) (1908), conservada en la colección de la academia. Pero además, se muestran otras dos pinturas procedentes de la Anthax Collection Marx, que la Fundación Beyeler tiene en préstamo permanente: La obra maestra conocida y la Suite Vollard, que tienen como tema central el taller del escultor.
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