No estoy en 1978, ni en cualquiera de los años posteriores, pero me han invitado a un concierto de Ramoncín esta misma noche en Madrid. Siento una verdadera y profunda curiosidad, que va mucho más allá de lo musical, por ver qué sigue ofreciendo en el escenario este valiente de 66 años con tanto recorrido. Me encanta ver que incluso existe para el público la posibilidad de conocerle y charlar con él gracias al llamado “meet and greed”. Y el día 12 en Barcelona, en la mítica sala Luz de Gas.
Recuerdo perfectamente la primera vez que le escuché hablar. Fue, claro, en la radio, en el verano de 1980. La presentadora sentó a Ramón frente a Loquillo, tratando de enfrentarlos. Que si uno es rockero y el otro más pop, que si uno es de Barcelona y el otro de Madrid… pero la pobre conductora del programa no tuvo suerte. Se hicieron amigos. Y lo siguen siendo cuarenta y dos años después.
Y es que a polemizar no hay quien le gane, y hasta yo mismo he discutido con él. Pero enfrentamientos gratuitos para favorecer el “pan y circo”, no, que no es su estilo. Hay que valer para eso.
Pregunta.- Entiéndeme la pregunta en el sentido más amplio de la palabra, y con la sinceridad con la que lo preguntamos todos últimamente: ¿Cómo estás?
Se fue a dormir y tuvo que pensar “ahí os quedáis, con todo esto”. Ya era muy mayor, y tenía mucha personalidad
Respuesta.- Pues yo creo que lo pillé en Salamanca porque pasé una fiebre rara al principio, en marzo de 2020. Y en abril, se murió mi mamá. El virus la pilló en una residencia de esas en las que cayó toda una planta entera. No sufrió. Era un personaje. Se fue a dormir y tuvo que pensar “ahí os quedáis, con todo esto”. Ya era muy mayor, y tenía mucha personalidad.
P.- ¿A quién habrás salido?
R.- Pues si en algo creo que he podido destacar, es en haber sido completamente libre. Nunca he seguido ninguna corriente, no me ha gustado el fundamentalismo del rock.
P.- Pues mira que hay talibanes en esto. Imagino la que te cayó cuando presentaste “El Lingo” en la tele…
R.- Bueno, no te lo imaginas. Era como si hubiese cometido el mayor delito de la Historia de la música. Y ahora están todos los rockeros con el “pool” en el móvil. Por fin hay más conciencia de lo que son los medios.
P.- En eso sí hemos evolucionado, pero ¿no crees que hay una involución bastante fuerte en otros aspectos?
“Marica de terciopelo” se hizo en una época en la que la expresión LGTBI no existía, pero hace poco han matado a un tío al grito de “maricón”
R.- Totalmente. Hasta un nivel extraordinario. Mi primer disco, que grabé mientras estaba en la mili en 1977, tiene 5 canciones totalmente vigentes. Antes de cantarlas en el escenario, llevo más de 40 años hablando de actualidad al presentarlas. “Marica de terciopelo” se hizo en una época en la que la expresión LGTBI no existía, pero hace poco han matado a un tío al grito de “maricón”. “El loco de la calle larga”, hablando de problemas mentales y suicidios, y mira hasta qué punto hemos llegado. “Paga a tu hombre”, con la explotación de la mujer y el machismo. Y, por supuesto, “El Rey del pollo frito”, que estamos viendo que sigue vigente con Putin, Trump, Le Pen, Bolsonaro… ¿Cómo es posible que tantos años después tenga que decir lo mismo que en 1978? No siento orgullo de ser humano en ese aspecto. Si me cuentan cuando salía a cantar en Televisión Española con un rombo en un ojo que tantos años después, llamar “maricón” a alguien es motivo suficiente para darle con un hierro en la cabeza y matarlo, no me lo hubiera creído.
P.- Pues esta noche vuelves a cantar esos y otros temas en el Teatro Barceló de Madrid, un escenario que seguro que te trae recuerdos.
R.- Sí. Justo ahí tuve mi primera actuación después de haber lanzado mi primer disco. El 8 de febrero del 78. Y, claro, tocaremos algunas canciones que tocamos aquella noche.
P.- Casi 45 años después…
R.- Hay dos maneras de tomarse lo de la música. Como un sprint y correr como un loco, o como una maratón, que es lo que decidí. El éxito no es triunfar de golpe. Es mantenerse. Que el frigorífico no se haya vaciado en todos estos años es una suerte. Tengo el doble de años y sigo haciendo lo mismo que cuando tenía 33. No lo puede decir todo el mundo.
P.- Hablas de nevera llena, y no es fácil en la música.
Ya no se venden discos, el artista debe vivir de que cada vez que alguien saque partido a su obra, le den lo que le corresponde.
R.- Nunca pensé ganarme la vida con esto. Yo quería hacer teatro. Pero cuando firmé mi primer contrato y vi que en el talón ponía “un millón de pesetas”, recordé que era la cantidad que daban como premio más alto en la tele con aquel programa que se llamaba “un millón para el mejor”. Me sentí muy afortunado. Pero la parte mercantil de la música se basa en aquello que yo decía hace algunos años y por lo que me cayó de todo: los derechos. Pues ahora es justo lo que nos queda. Ya no se venden discos, el artista debe vivir de que cada vez que alguien saque partido a su obra, le den lo que le corresponde. Hay que pelear para que no nos paguen una milésima de euro cada vez que alguien escucha nuestros temas en Youtube, por ejemplo. Las grandes corporaciones se aprovechan de que no somos un sector unido.
P.- Además de los derechos, el artista vive de las actuaciones. Se paró todo con el confinamiento y ha golpeado fuerte este sector. ¿Cómo lo viviste?
R.- Paré, y es la noticia, porque nunca lo he hecho. Solamente en el 92 porque estaba agotado y nunca tuve vacaciones. Pero esta vez ha sido diferente. Hemos tenido la sensación de vacío. En nuestro caso, vino todo después de haber llenado el Wizink Center y teníamos un plan maravilloso, incluso de grabar disco en 2020. Sentimos lo que es no poder trabajar, aunque quisiéramos. Pero si algo ha tenido de bueno esta pandemia, es que todoshemos aprendido a reconocer a las personas por los ojos, y a entender mucho mejor las miradas.
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