Entre materia y poesía, y la masa y abstracción de los signos, el escultor catalán Jaume Plensa (Barcelona, 1955), presenta Cada rostro es un lugar, la muestra casi premonitoria con la que el catalán lanza sus «rostros silentes» contra la guerra «sin razón» de Ucrania, y con la que tras más de dos años cerrado, el Museo de Arte Moderno de Céret, en Francia, inauguraba este sábado la nueva remodelación de su espacio «con una nueva ala para las exposiciones temporales y más espacio para la colección permanente».
Así, con una decena de esculturas y 20 dibujos originales de gran formato, Plensa reflexiona sobre la necesidad de la paz, rechazando «una guerra absurda en Europa, en la que están muriendo amigos. Tengo amigos en Kiev, tengo amigos en Moscú, en San Petersburgo, y sé que todos ellos están en contra de la violencia. Es difícil comprender de donde viene esta lucha entre ellos. Hay mucha gente muriendo en Ucrania, muchos lugares a los que no volver; a veces no sabes cómo el arte puede ayudar, y creo que los rostros son un buen homenaje a las imágenes dramáticas de mujeres y niños que van al exilio, a esos hombres que se han quedado para defender su país, su casa y su trabajo. Nos parecemos tanto que me parece escandaloso que nos llamemos de maneras diferentes o que utilicemos distintas banderas: los seres humanos somos prácticamente idénticos».
Los rostros son un homenaje a las imágenes de mujeres y niños que van al exilio"
jaume plensa
Y es que el rostro es el gran retrato del alma, y una de sus grandes obsesiones, «como una puerta que abrimos a los demás. En el mundo simbolista el rostro era la parte nuestra que nunca veíamos, la gran fotografía del alma, en él aparecen tics, con él creamos un alfabeto de signos sin utilizar las palabras, simplemente con los labios, la forma en que movemos la nariz o las orejas», señala Plensa en un paralelismo con la poesía, que también ocupa Cada rostro es un lugar, y que hace referencia a un poema escrito por el propio escultor, porque «a veces la poesía puede explicar cosas que la escultura no alcanza», añade.
"Cada vez que un ser humano muere, /la casa se cierra y se pierde un lugar./Mi obra es su memoria; la fijación congelada/de tantos y tantos cuerpos que están desarrollándose/y desapareciendo en la fugacidad de la vida./Mi obra es su volumen"
Plensa ha querido abrir su recorrido con otra de sus ideas o «psicosis», el silencio, al que invita a través de Carlota, la misma niña que desde sus 24 metros de altura inspira al sosiego en una antigua dársena de Newport (Nueva Jersey), justo en frente de Manhattan. Pero a la niña le siguen otras grandes cabezas humanas de estilizadas proporciones, con los ojos cerrados, y que invitan a que el espectador también se interese por la mirada interior; como las introspectivas figuras de Minna y Wilsis, en sereno gris mate, que enmarcan la grave pieza Rui Rui’s words, y levitan sobre su sombra en la oscuridad de la sala expresando el trayecto del autor hacia una serena espiritualidad, o como los dibujos que tienen sábanas como soporte: «Estoy obsesionado por invitar al silencio para que podamos escuchar la vibración de nuestros pensamientos. Cada rostro es un lugar habla del ser humano, de la idea que tiene de trascender. Yo creo que el arte, sobre todo la escultura, es un medio muy adecuado para hablar de este deseo de trascender que tiene el ser humano, de acercarse a la divinidad».
Cada rostro es un lugar, es la segunda exposición del artista en el museo desde el año 2015 y su forma de «volver a casa»: «Es como visitar la casa de los abuelos», asegura, por las numerosas calles y plazas de la ciudad dedicados a artistas como Pablo Picasso, Marc Chagall, Juan Gris y André Masson, que trabajaron en la localidad durante las primeras décadas del siglo XX.
Cerrado desde noviembre de 2019, el Museo de Céret ha incorporado 1.300 metros cuadrados adicionales y, en la reapertura, presenta una nueva museografía para la colección permanente del museo que, inaugurado en la década de 1950, atesora obras de artistas que estuvieron en Céret como Herbin, Kisling, André Masson, Manolo Hugué, Picasso (entre ellas una serie única de veintiocho cuencos de cerámica de temática taurina), Matisse, Soutine, Pinkus, Krémègne, Chagall, Dufy, Pignon o Aristide Maillol.
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