De azul intenso y simulando una experiencia inmersiva, tan de moda. Sumergirse en las sensaciones de nuestros antepasados y contemplar el arte que nos dejó la Edad Media «como sujetos dependientes de entornos dotados de una fuerte dimensión» de rojos vivos, verdes o dorados. Y faltaba el azul mediterráneo que ahora sí baña las salas 51 A y 51 B del edificio Villanueva del Museo Nacional del Prado: «Hemos querido, y creo que se ha conseguido, elegir un color que potencia un elemento fundamental de buena parte de la pintura gótica en España, que es este cromatismo tan vivo, tan explosivo, que sabemos por los documentos de la época que era buscado tanto por los artistas como por los clientes, que querían que las tablas fueran pintadas con azules lapislázulis, rojos intensos o verdes», señala Joan Molina, jefe del Departamento de Pintura Gótica de la pinacoteca.
Regida por criterios de coherencia estructural y temática, la nueva propuesta de exhibición de la pintura gótica de la pinacoteca nacional es el resultado de una intensa actividad de investigación y recuperación de esta colección presentada «con la amenidad necesaria para despertar la curiosidad del mayor número de visitantes»: «El luminoso azul, que decora los muros de estas salas renovadas, pretende potenciar el fuerte cromatismo inherente a la mayoría de las pinturas góticas y reforzar la idea de que las obras no fueron concebidas sólo como objetos en sí mismos sino también como sujetos dependientes de entornos dotados de una fuerte dimensión sensorial».
Así, con estas tonalidades, el Museo Nacional del Prado pretende ofrecer al público una experiencia inmersiva con la que reproducir, mediante el arte, los efectos sensoriales derivados de los olores, luces o sonidos que contextualizan la contemplación de las pinturas medievales; al tiempo que pretende reforzar la idea de que las obras expuestas no se concibieron únicamente como autónomas, sino también como piezas integradas en entornos de fuerte dimensión sinestésica: «Cuando en la Baja Edad Media se contemplaban estas tablas, muchas veces en grandes retablos, los espectadores de la época lo hacían mediatizados por una serie de elementos sensoriales como la luz de las velas, el olor del incienso o la música. Aquí no podemos trasladar todos estos efectos, pero sí podemos, y este ha sido el objetivo de este azul, crear un espacio que invite a una inmersión del espectador ante las obras. Es el objetivo que se ha pretendido con esta elección», apunta Molina.
En este sentido, la preparación de esta nueva instalación en las salas se ha desarrollado en paralelo a una «intensa actividad» de investigación y recuperación de la propia colección de pintura gótica española: «Estos trabajos han derivado en nuevas atribuciones para la autoría de algunas tablas, en la propuesta de localizaciones hasta ahora inéditas o incluso en la de promotores desconocidos. Las indagaciones en torno a algunas obras y autores continúa, no obstante, abierta, y se espera que de resultado en los próximos meses y años».
En cuanto a la recuperación de piezas, el museo ha restaurado algunas pinturas y marcos sacados ahora de los almacenes y depósitos, como «el interesantísimo» retablo de San Juan Bautista y de Santa Catalina encargado a principios del XV por la familia De la Cerda a Juan de Sevilla para la catedral de Sigüenza y retocado por Juan Soreda, el Santiago Peregrino de Juan de Flandes o La Virgen con el Niño atribuido a Pere Nicolau.
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