Hay vidas que se resumirían en pocas palabras. Vidas casi intrascendentes, sin fruto ni recuerdo. Las hay inabarcables por su intensidad, su lucha, por adelantarse a su tiempo. En ocasiones la historia las ha arrinconado en el olvido. Las primeras cabrían quizá en una pequeña y sencilla caja de recuerdos, las segundas requieren algo más. La de Rosika Schwimmer reposaba oculta en 176 cajas de biografía intensa y largo legado. 176 capítulos de vida que merecían ser desempolvados de la amnesia social sobre una de las mujeres más luchadoras de comienzos del siglo XX, que negoció con presidentes, acordó con grandes empresarios y reivindicó el voto para las mujeres, la igualdad y la paz.
Una a una, el escritor vizcaíno Kirmen Uribe las abrió para sumergirse en aquella biografía apasionante de la que hasta entonces no había oído hablar. ¡Cómo era posible! Aquella mujer nacida en Budapest era lo que estaba buscando para su siguiente novela. Ninguna como Rosika representaba el perfil de la figura que le había llevado junto a su familia hasta Nueva York en 2018. Han sido cuatro años abriendo cajas, descubriendo episodios de vida, cada uno más apasionante que el anterior.
El mundo debía conocerla. Aquella mujer tenía mucho de las que él conoció en su vida, su madre, sus tías… También su vida incluía retazos con los que se identificaba. En el archivo de la biblioteca pública de Nueva York había muchas vidas documentadas. Artistas “contracultura” de los años 60, los 70, mujeres cuyo caminar contracorriente era digno de reconocimiento. Pero ninguna como Rosika y sus 176 cajas.
El viaje que emprendió hacia EEUU en 1921 desde su Hungría natal le cambió para siempre. No había vuelta atrás. Lo hizo como a los hombres que, según la mitología vasca, se enamoraban de las ‘lamias’, aquellos seres mitad mujer, mitad sirena, que los embelesaban. Aquel enamoramiento estaba maldito, los transformaba en delfines, sin vuelta atrás. Es la leyenda mitológica a la que recurre Uribe para describir la vida de Schwimmer. Lo hace en su última novela, La vida anterior de los delfines (Editorial Seix Barral).
Un 'juego de espejos'
Se trata de un trabajo en el que entrelaza los acontecimientos históricos con su propia experiencia familiar y la fascinación que siempre acompaña las obras de Uribe por la tradición y cultura popular vasca. “Recuerdo que cuando comencé a conocer su vida enseguida vi un juego de espejos entre las mujeres que han sido importantes en mi vida y ella”, recuerda Kirmen.
Han sido cuatro años en Nueva York buceando en la historia de Schwimmer para narrarla de un modo singular. En su biografía encontró logros, fracasos y reivindicaciones, pero no el lado más personal, el más íntimo: “Esa parte más emocional y humana decidí que podríamos darla nosotros con nuestra propia experiencia como familia que, como ella, también nos habíamos trasladado e instalado en Nueva York”.
Uribe decidió que contar sólo su vida hubiera sido más sencillo, “pero me gusta apostar por formas novelescas nuevas”. Por eso recurrió a la fórmula de los trasuntos, a representaciones de sí mismo, de su pareja y de sus hijos, para desarrollar y contar la vida de Rosika desde tres miradas diferentes: “Me interesaba mostrar qué pasaba en mi mente cuando abría las cajas, qué supuso para mi familia tener que ir a vivir y adaptarse a Nueva York y que eso quedara reflejado desde tres puntos de vista distintos”.
Uribe nació en Ondarroa, un pequeño pueblo de pescadores en la frontera vizcaína con Guipúzcoa. Su padre se dedicó a la mar. Rosika, recuerda el escritor, “también vivió en un pequeño pueblo de Hungría y su padre se dedicaba a criar caballos para venderlos al sultán de Turquía”. Kirmen rememora su infancia en los 80 rodeado de mujeres “adelantadas a su tiempo”. Una infancia en un ambiente progresista, pacifista. Incluso él se declaró de joven insumiso y renunció a cumplir con el servicio militar, por lo que tuvo que cumplir un año de prisión. “Ella también era pacifista, contraria a la guerra”, señala. Después llegó su marcha a Estados Unidos para intentar detener la Primera Guerra Mundial. Logró una cita con el presidente Thomas Woodrow Wilson para pedirle que intentara detener la contienda. El viaje de Kirmen a EEUU fue por otros motivos, pero también ahí detectó “un juego de espejos, de paralelismo en los que me sentí identificado”.
Candidata al Nobel de la Paz
Rosika vivió una vida intensa, repleta de aspiraciones que podrían parecer utópicas. Una mujer como ella, procedente de una familia judía, intentando parar una guerra mundial. No logró convencer al presidente de EEUU, sí al empresario del automóvil Henry Ford para que su voz en favor de la paz se escuchara. Lo hizo a bordo del ‘barco de la paz’ camino a Europa. Aquella defensa por el no a la guerra le valdría para estar nominada en varias ocasiones al premio Nobel de la Paz que, como la nacionalidad estadounidense, nunca logró.
El viaje por las 176 cajas de vida de Schwimmer que Kirmen Uribe relata en ‘La vida anterior de los delfines’ le aguardaba más episodios sorprendentes. Como las cartas que intercambió con Albert Einstein, las llaves del hotel McAlpin donde se alojaba en la ciudad de los rascacielos, la cámara Kodak de 1915, el bolso negro que tanto utilizó, su designación como embajadora de Hungría en Suiza…
En la ciudad en la que murió, el 3 de agosto de 1948, nada la recuerda, ni una calle, ni una plaza, ni un edificio con su nombre. A su tumba acuden a visitarla de vez en cuando los pocos familiares y amigos que quedan. Ni siquiera en la biblioteca municipal de Nueva York donde se almacenaba su voluminoso archivo personal conocían la figura de quien también fue secretaria en Londres de la Alianza Internacional de Mujeres: “En la biblioteca de Nueva York, en la Universidad de Columbia apenas le conocían. Se está traduciendo al inglés y espero que pueda llegar a más gente. Estoy deseando poder presentarla allí”.
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