Cristina ha muerto. Todos vamos a hacerlo. Pero ella sabía que su final era inminente cuando "de la manera más tonta" perdía el control del coche y se estampaba contra un muro por la Avenida Reina Victoria, cerca de la Cruz Roja, en Madrid. La muerte dejaba de ser ese mito lejano y se convertía para ella en la realidad que teñía de negro a su familia más allegada. Porque el negro seguía -o sigue- siendo signo de tristeza, y porque no hay nada más universal que el hecho de morir y pensar en ese color. Como dos reversos de una misma moneda.
Sobre Cristina y la muerte escribe María Jesús Romero de Ávila, la solanera afincada en Madrid que presenta, tras Viaje a través de una mujer (1990) o Todo por un sueño gastronómico (2006) -que va por la 7ª edición-, su nueva novela, Encadenada al miedo a morir, un canto a la vida, y a la muerte que en algún momento llegó a obsesionarla, "una oda a disfrutar del momento, una historia con contenidos de novela negra, fenómenos paranormales, amor y sexo", explica la autora en palabras para El Independiente: "Encadenada al miedo a morir es la reescritura de una novela que publiqué en 2019, Miedo a morir por miedo a morir, pero a la que he querido dar una vuelta de rosca. La muerte por accidente de una mujer joven es el hilo conductor de la historia que abarca amores, celos, pasión, miedos, sexo, lujuria, envidias, venganzas y hasta fenómenos paranormales".
"En nuestra sociedad ha habido un cambio en las últimas décadas con respecto a la muerte. Antes se le rendía culto en rituales de duelo. Ahora, ha ido evolucionando hacia una negación y una ocultación de la muerte".
Inmersa en acontecimientos como el Golpe de Estado de Tejero, la intoxicación por el aceite de colza, la bomba de ETA en Telefónica, el incendio de la discoteca Alcalá 20, los mundiales de fútbol del 82 o la visita del Papa Juan Pablo II a España, la novela trata la muerte como el mayor tabú, "más incluso que el sexo" de la sociedad del Madrid de la Movida, de los años 80 o el de la generación boomers: "Empecé a hablar de la muerte para aclarar un poco mis ideas y porque socialmente es un tema tabú, aunque esté presente a diario en nuestras vidas. Por más que lo intentamos seguimos creyendo en que todo es un sueño dentro de otro. Quise tratar la muerte no como algo triste u horrible, sino como parte de nuestras vidas y añadiendo las pasiones o la pulsión sexual y, por supuesto, con sentido del humor. La novela está ambientada en lo que yo he vivido pero creo que ese miedo a la muerte perdura todavía hoy.
Así, la autora reconoce que su escritura ha tenido un efecto catártico. "En mi novela hay algo de mí misma. Creo que siempre hay algo del escritor en las páginas que escribe. Así como mi primera novela me ayudó a curar un desengaño amoroso, Encadenada al miedo a morir me ha ayudado a soltar fantasmas personales, a liberarme de esa obsesión y miedo a la muerte. Parece que escribiendo sale todo y eso tiene un efecto sanador. En general, nadie quiere morir pero eso es algo natural. Todos tenemos que afrontar la muerte. El problema viene cuando nos obsesionamos con la idea de que vamos a morir, y se acaba por desarrollar un trastorno mental".
Toda la novela está narrada de forma entretenida y amena, con un resultado de humor solanero y almodovariano que deja el final abierto a una posible continuación de la historia: "Los lectores buscan novelas entretenidas, amenas, que les evadan de la cruda realidad, quieren protagonistas de carne y hueso, de los que toman el metro, son mileuristas, lo pasan mal, tienen bajos instintos, flaquezas, debilidades, secretos… todos somos un poco así, igual que los protagonistas de esta novela. El final de la novela es muy divertido, queda un poco abierto y con una temática distinta", enfatiza la autora.
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