Mientras que las fiestas de San Isidro cuentan cada vez con más respaldo popular en la capital de España, las esencias del baile por antonomasia de la ciudad se escapan entre las manos -y los pies- de los socios del puñado de agrupaciones castizas que pelean por preservar las costumbres y tradiciones madrileñas. A pesar de su entrega en todas las fiestas patronales, la conclusión es clara: el chotis no cala entre los más jóvenes y cada vez hay menos parejas de baile.
El fomento de la identidad madrileña no parece haber sido hasta ahora una prioridad para las diferentes Corporaciones Municipales. Desde 1622, año en el que el San Isidro fue canonizado, se viene celebrando cada 15 de mayo diversos actos de ofrenda y homenaje al santo y no ha sido hasta este año cuando la festividad ha sido declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Hecho Cultural. Coincidiendo con este reconocimiento y la efeméride del IV aniversario de la canonización del Labrador, el Papa ha concedido a Madrid primera vez un Año Santo Jubilar de San Isidro. Con este motivo su cuerpo incorrupto será expuesto en distintos templos de culto del 21 al 29 de mayo.
Esperemos que el chotis no tenga que esperar cuatro siglos para conseguir el apoyo institucional necesario con el que ser preservado y distinguido, e incluso elevado a categoría de danza tradicional de la ciudad. Lo cierto es que hoy en día, si las autoridades pertinentes no lo evitan, está abocado a su desaparición en el momento en que las últimas generaciones de los devotos chulapos con los que cuentan las asociaciones castizas que quedan en Madrid desaparezcan sin haber podido transmitir a los más jóvenes las especificaciones de un baile del que se desconoce casi todo, empezando por sus orígenes.
El Diccionario de la Real Academia Española indica en la entrada “chotis” que proviene del vocablo alemán schottisch que en esta lengua germánica significa escocés. Hay que reconocer que para ser “típico de Madrid” como recoge la definición, empezamos mal. Por su parte, el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana editado por la SGAE tampoco esclarece mucho el asunto: “Posiblemente se puso de moda en la década de 1840, siendo introducido desde París, como ocurrió con la polka, y pasando desde los teatros a los salones y bailes populares (…) En 1850 ya se había difundido por toda España, gozando del favor de los aficionados, sin que se conociera su origen con precisión”.
En otros diccionarios especializados de música también se refleja su origen extranjero, aunque en la edición de Josep Soler en Grijalbo se apunta que fue “bailado por primera vez en Inglaterra a mediados del XIX” y “tuvo gran difusión en España (especialmente en Madrid)”. Mientras que en la edición de Randel del Diccionario Harvard de música se indica que es “una danza circular del siglo XIX con la naturaleza de una polca lenta (…) que también se ha conocido con el nombre de polca alemana”.
Para terminar de complicar la cosa, diversas fuentes, como Rosario Mariblanca en Bailar en Madrid, 1833-1950, o la consultadísima Wikipedia, sostienen que “el chotis llegó a la capital en 1850 y se bailó por primera vez en el Palacio Real el 3 de noviembre de dicho año”. Efectivamente, así lo recoge la edición del diario La España del 5 de noviembre de 1850: “S. M. la Reina rompió el baile con el embajador inglés. Después bailó con algunos extranjeros y personas distinguidas del país. Ejecutó con mucha gracia el baile nuevo de Schotichs, y otro elegantísimo, La Varsoviana, llevando por pareja al hijo del señor conde de Casa-Valencia”. Cuesta creer que el citado “Schotichs” tuviese mucho que ver con el chotis que se baila hoy en día en Madrid y que Isabel II, por muy castiza que fuese, encontrara entre diplomáticos, políticos o aristócratas a algún chulapo al que girar “a lo torci”. Probablemente se tratase de alguna variación de las polcas vienesas más del gusto de los bailes cortesanos.
Aun así, no cabe duda de que, aunque no fuese en los palacios de la Corte, el chotis tal y como lo conocemos ahora se popularizó ya hace tiempo. Así queda atestiguado en la adaptación al cine de la zarzuela La Revoltosa protagonizada por Carmen Sevilla y Tony Leblanc en 1950 en la que bailan un chotis “como mandan los canones (sic)”. Más allá de este documento cinematográfico, es difícil documentar desde cuándo y dónde se empezó a practicar este “baile agarrado y lento que suele ejecutarse dando tres pasos a la izquierda, tres a la derecha y vueltas”, según definición de la RAE. Pero ¿es realmente necesario aportar pruebas documentales ante la evidencia popular de que el baile castizo de Madrid es el chotis? ¿No sería ya el momento de institucionalizar una relación que sin duda existe desde hace décadas y que sin el pertinente respaldo de las autoridades competentes puede verse abocada al olvido? Esperemos que, en este primer Año Santo Jubilar que se celebra en Madrid, San Isidro interceda en esta causa y podamos considerar al chotis, por derecho, como un elemento más de la identidad madrileña.
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