Somos envidiosos, egoístas, egocéntricos, también cotillas y perezosos. Lo somos y lo hemos sido desde el comienzo de la civilización pero ahora las redes sociales y la aún mayor necesidad de parecer, de aparentar y de gustar ha incrementado este individualismo que nos aleja de la autenticidad y, sobre todo, de la felicidad
Así lo ve Jorge Freire (Madrid, 1985). El filósofo considera que creemos que somos lo que reflejamos, lo que los demás ven, que somos por nosotros mismos y nos olvidamos de que sólo somos gracias a los demás y al contexto que nos acompaña. Considerado por Javier Goma como "el más joven de nuestros clásicos", publica Hazte quien eres (Deusto), donde ofrece un código de costumbres para no darnos tanta importancia.
Pregunta.- Tu anterior libro, Agitación, tenía la intención de sosegarnos, ¿este el de resituarnos?
Respuesta.- Es para todo lector que piense que se basta y sobra, que es por sí mismo y a nadie debe nada y que es el único o la única artífice de su aventura. Entonces, partiendo de ahí, doy una serie de consejos que no son más que las costumbres que yo sigo, las costumbres que a mí me vienen bien.
Evidentemente, soy muy categórico y a veces un poquito autoritario, pero en el fondo lo que digo es que me es tan odioso seguir como guiar. Algunas de estas costumbres, por supuesto, están hechas en gracia a lo humorístico. No hay que tomarlas al pie de la letra.
P.- ¿Cumples todas? ¿Siempre?
R.- Cumplo la mayoría. Hay una que critica muy duramente el tema de la sobreprotección con los niños, ahora que soy padre primerizo me he dado cuenta de que eso es papel mojado.
P.- "El individualismo es la tiranía de los vivos", aseguras.
R.- Sí. Es el reverso de una frase de Gilbert Keith Chesterton que dice que la traición es la tiranía de los muertos. Y en el fondo, ¿qué sucede? Sobre todo en nuestra generación, ¿en qué consiste este narcisismo identitario? Pues en pensar que uno no tiene ataduras, en pensar que se hace a sí mismo y que es como es sólo gracias a su actos.
Defiendo que nos miremos el ombligo y que recordemos que no hay pecado más grave que la ingratitud, y que tengamos en cuenta que todo lo importante que tenemos nos ha sido dado.
P.- ¿Es nuestra sociedad más ingrata que las de siglos anteriores?
R.- Creo que la ingratitud es un mal de siempre, pero es verdad que en nuestra sociedad más porque está marcada fundamentalmente por el individualismo y por la anomia. En el fondo la anomia es el gran problema político de nuestro tiempo. Hay una cosa muy interesante que cuenta Tocqueville en el segundo libro de La democracia en América, afirma que lo más importante y lo más peligroso es la anomia. Es decir, que la ciudadanía se repliegue, que dejen de ser ciudadanos y se vuelvan súbditos. Y una de las cosas que lleva a la anomia es el individualismo extremo. Al final no formamos una comunidad, sino que estamos todos deshilachados y así nos va.
P.- ¿Ese individualismo extremo se ha visto agudizado por las redes sociales?
R.- Sí, sí, por supuesto. Quizá ha llevado al paroxismo algo que estaba inserto en la naturaleza humana. Realmente digo una cosa que es tan vieja como el mundo, porque lo decía Epicuro: "Vive bien quien vive oculto". Busca la sombra, estar constantemente exponiéndote no te va a hacer ningún bien.
P.- Hablas de la importancia de las máscaras, de fingir, porque es imposible no tenerlas, es imposible ser siempre el mismo.
R.- Todos tenemos máscaras y al final tú no eres la misma persona cuando estás en tu casa con tu abuela que cuando estás con los amigos. No utilizas la misma jerga ni las mismas expresiones, ni piensas igual. Entonces, claro, los críticos del postureo al final caen en el error de pensar que hay una máscara auténtica, que hay una autenticidad en las profundidades, y la única autenticidad posible es la de ser un auténtico idiota.
No tiene ningún sentido pensar que podemos ir sin máscara por la vida, porque entonces caemos en lo que se llama el descaro y ¿qué es el descaro? Quitarse la cara, el pensar que puedes decir las cosas claras, que puedes hablar sin pelos en la lengua, que puedes hablar sin complejos, que en el fondo no es más que el eufemismo de ser una persona grosera.
P.- ¿No existe entonces la autenticidad?
R.- No, solo la de ser un auténtico idiota.
P.- Hablas del deber de alejarse de la política pero, ¿no es todo política? Ahora se considera que incluso pedir un tipo de café u otro te posiciona.
R.- Hombre, pues la verdad es que no lo sé. Hay una frase realmente inspiradora y terrible en el Libro rojo que dice que toda idea lleva su sello de clase. Entonces, efectivamente, si tú te pones un café con leche, ya estás politizando la sobremesa porque realmente tiene un significado y no tiene otro. Pues quizás sea así.
Lo que critico es que cada ciudadano tenga que volverse un activista y que tenga que politizar a la abuela en la sobremesa y que le tenga que dar la turra porque está viendo Cine de barrio. A mí me gusta muchísimo la anécdota de Enrique Jardiel Poncela que acompañó al Congreso a su padre, que era corresponsal en La Correspondencia de España, y contaba que cuando salió estaba tan absolutamente asqueado de lo vio, de las conspiraciones y las confabulaciones entre diputados, que años más tarde diría: "En ese momento decidí retirarme definitivamente de la política". Contaba con diez años.
P.- También criticas el posicionamiento en escritores.
R.- Al escritor medio se le pone el capote y embiste, es muy difícil que se quede calladito, porque a la gente le cuesta mucho quedarse calladita, con lo cual se le pide que opine acerca de algo y aunque no tengan ni puñetera idea, opina. Yo lo llamo Tasa Tóibín.
Este escritor irlandés, que me gusta mucho y me parece un buen novelista, cada vez que ha opinado del tema catalán ha dicho auténticos dislates, auténticas gilipolleces del que no tiene ni idea y si tiene ideas, alguien negligente a sabiendas. Entonces, claro, tengo que separar el grano de la paja porque dentro de 20 años quizá vivan sus novelas, pero no sus opiniones.
P.- Ni política, ni envidias, ni individualismo... ¿Así seremos más felices? ¿Qué es la felicidad?
R.- La felicidad sería sencillamente algo muy parecido a la alegría y es algo que no se consigue. Hay una frase que me gusta mucho de Séneca que está en las Cartas a Lucilio que dice "No busques la felicidad, porque sería pretender buscar algo fuera de ti y lo que entra, vuelve a salir".
La gente, cuanto más busca la felicidad, más macilentos, más secos, más tristes y más arrugados se quedan"
JORGE FREIRE, FILÓSOFO
Si estás buscando algo fuera de ti, nunca lo vas a mantener dentro. Sin embargo, si tú perseveras en algo que está en tu interior, como por ejemplo, una especie de alegría serena, sostenida más o menos de una manera razonable, pues entonces quizá eso puede ser lo más parecido a la felicidad. La gente, cuanto más busca la felicidad, más macilentos, más secos, más tristes y más arrugados se quedan.
Por lo que creo que buscar la felicidad es una idiotez. Hay un comediógrafo latino al que cité en Agitación que tiene una frase que me gusta mucho: "No te busques fuera de ti". Con lo cual lo que yo propongo es que la gente no vaya a buscar la felicidad o el sentido de la vida como quien va a buscar setas, que sencillamente se repliegue en su interior.
P.- ¿Entonces hay que conformarse con rachas de entusiasmo? ¿Renunciamos a la felicidad?
R.-En buena medida hay que renunciar. Esto puede sonar muy conservador, pero realmente Freud decía que la civilización era el trecho que media entre un deseo y su satisfacción. Nos hacen creer que la felicidad consiste en satisfacer deseos, pero realmente no son deseos espontáneos, genuinos, que surjan de nosotros; son deseos que nos van metiendo gota a gota desde la publicidad, desde la mercadotecnia, desde la propaganda, y que no son deseos que surjan de mí, con lo cual yo estoy constantemente queriendo satisfacer deseos pero al final la liebre corre más que los lebreles.
Hay que recordar que la civilización se basa en buena medida en la renuncia y en aprender a estar a gusto en nuestros zapatos. Ya sé que esto suena muy exagerado. San Francisco de Asís decía: "Yo necesito poco y de ese poco necesito muy poco". No propongo ningún tipo de franciscanismo, pero creo que es mejor aprender a renunciar que estar constantemente extendiéndose sin llegar a nada.
P.- ¿Esa necesidad de extenderse y de buscar aumenta con la necesidad de gustar más a los demás? ¿Aumenta por la necesidad el like?
Cuando los adolescentes tienen que mirarse en un ideal irrealizable y estar constantemente comparándose con algo que no admite rival pues la insatisfacción es segura
R.- Sí, sí, por supuesto. Y seguramente tardemos mucho en averiguar las consecuencias de todo esto. Creo que nuestros adolescentes se están mirando en un espejo deformado que es Instagram y que ya sabemos que está teniendo unas consecuencias realmente perniciosas para su psique y que es muy peligroso.
Cuando los adolescentes tienen que mirarse en un ideal irrealizable y estar constantemente comparándose con algo que no admite rival pues la insatisfacción es segura, ¿no? Creo que pocas cosas más dañinas puede haber ahora mismo que Instagram.
P.- ¿Cuál sería el mandamiento más urgente?
R.- Quizá el más urgente es no envidiar. El que es envidioso está confesando ser un subalterno del que envidia. Además, la envidia es una forma corrupta de la emulación y la emulación es muy importante.
Todos tenemos un superior ante el que velar armas y un ideal que seguir, aunque nunca lo alcancemos. Sin embargo, la envidia es el reconocimiento de la impotencia. Es reconocer que nunca vas a llegar a ese ideal.
P.- Otro en el que te detienes es el de no ser cotilla.
R.- Todos somos moderadamente cotillas y hay un cotilleo que yo creo que no es malo porque nos ayuda a escarmentar en cabeza ajena. Está bien tener ejemplos a seguir y está bien tener ejemplos a evitar con lo cual creo que, por ejemplo, lo que decíamos de las redes sociales, cotillear en las redes sociales y ver los desafueros que comete la gente está bien porque te enseñan a no hacer ciertas cosas. Ahora bien, hay un tipo de cotilleo que está relacionado con la delación desde sus orígenes y que tiene que ver con una mujer de tiempos de Fernando VII, que era la Trinidad Cotilla, que era célebre porque solía delatar a los liberales ante las autoridades.
P.- ¿Es la pereza el peor de nuestros males? Dices que el tiempo no debe perderse y que a ti lo que te ocurre es que se te escurre entre los dedos.
R.- Es verdad. Me pasa que cuando hablo con amigos y me dicen, por ejemplo, "me encantaría haberme leído todo Galdós". Pues hombre, no te encantará tanto si en vez de hacerlo te pasas 4 horas con el whatsapp o 7 horas viendo Juego de Tronos. Evidentemente no te encantaría, pero no pasa nada. Al final hay muchas preferencias y no tienen por qué ser las mismas.
Se ve muchísimo estas cosas, que la gente te dice que le encantaría haber hecho algo y que lo hace con cierto resentimiento.
P.- De la crítica de Agitación a los propósitos de Hazte quien eres, pero siguiendo la misma línea, ¿no?
R.- Agitación es un libro un poco tocapelotas, con perdón. Era un libro muy crítico y yo creo que este es un libro que ofrece un ideal. Realmente me había quedado con cierto remordimiento, el de que la crítica la hace cualquiera. Un ideal propositivo es más complicado. Entonces he tratado de resarcirme y en este libro de ofrecer aquello que no digo en el anterior.
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