Dice que sólo los libros y el amor dan sentido a la vida en una generación sin utopías. Y quizás en esa carencia encontró el freno. De años. Porque han tenido que pasar nueve desde la publicación de La verdad sobre el caso Harry Quebert, para que Joël Dicker (Suiza, 1985), el "irritante niño prodigio literario", regrese a las librerías con El caso Alaska Sanders, la novela que completa la trilogía protagonizada por Marcus Goldman.
"Antes de que la primera parte se hubiera publicado ya sabía que iba a ser una trilogía. Cuando se publicó La verdad sobre el caso Harry Quebert, el éxito fue increíble, y tenía miedo de que la gente pensara que solo estaba tratando de aprovechar su efecto si sacaba una secuela. No quería encerrarme en el éxito. Por eso decidí esperar. Hasta ahora, que siento que se ha cerrado el circulo. La novela la he escrito sin esquemas. Me gusta escribir como el lector que la lee y va encajando todas las piezas de un puzzle", señala el autor en palabras para El Independiente.
Así, en El caso de Alaska Sanders, Dicker recupera a Marcus Goldman, el escritor metido a investigador y un personaje que, once años después de poner entre rejas a los presuntos asesinos de Alaska Sanders, cuyo cadáver fue encontrado en 1999 al borde del lago de Mount Pleasant, una pequeña localidad de New Hampshire, inicia una investigación que le volverá a reunir con el sargento Perry Gahalowood. Pero tampoco habrá escenas sangrientas, ni psicópatas, porque el autor rehúye de todo por lo que un asesinato se convierte en una "verdadera extravagancia" con etiqueta de novela negra.
"El muerto está muerto y no hace falta que le pongamos los intestinos en la boca. No me interesa el aspecto sangriento del caso, sino las razones que condujeron al asesinato. Mis investigaciones casi no utilizan la ciencia de la que disponemos hoy en día y que nos permite rastrear a los sospechosos o tomar sus huellas dactilares porque creo, estropean la narración. Me parece más interesante narrar una investigación que cualquiera podría llevar a cabo".
El autor reconoce que no hay nada autobiográfico en la novela, más allá, eso sí, de su gusto por el arte y por el pintor de la América de la gran depresión y la crisis de la vida moderna, Edward Hopper (Nyack, 1882 – Nueva York, 1967). "La portada es la carta de presentación de la novela, el primer vínculo que establezco con el lector. Me interesa que cuando le enseño a alguien una pintura de Hopper y le pregunto qué ve, habla de todo lo que no está en el cuadro. Su visión es fascinante porque exige vocación e imaginación. Cuando miras su obra, ves lo que no está pintado, y eso quiero que pase con mis páginas, que creen una atmósfera".
La misma (o parecida) que crea una película. La verdad sobre el caso Harry Quebert fue galardonada con el Premio Goncourt des Lycéens, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa, entre otros galardones. Pero además, fue llevada a la televisión en 2018, algo, que el escritor suizo apunta que repetiría con Alaska Sanders, aunque advierte: "Me gustó la experiencia de llevar al cine la adaptación de la novela, es interesante el trabajo en equipo y el engranaje que se crea para que todo funcione. Ahora bien, como lector se lo que es un libro y una película, y se que cuando me gusta un libro y veo la película no puedo esperar la misma experiencia, porque es distinto. Hay lectores que se sienten traicionados a la imagen porque creen que lo que han imaginado es mentira. Creemos que lo que vemos en una pantalla es la verdad absoluta pero hay tantas verdades como lectores de un libro".
En este sentido, Dicker considera que la novela ha perdido terreno respecto a estas ficciones por una suerte de 'elitismo', pese a ser un género que "permite al lector ser el propio creador". "Eso no ocurre con la televisión, porque leyendo un libro uno imagina cosas que hablan más de ti que cualquier obra. La literatura y edición sigue ocupada en discusiones sobre si una novela es un gran libro o no, si es para leer en la playa o para un premio Nobel. Cuando el mundo de la literatura se dé cuenta de que lo que importa es que guste el libro, superará los logros de la tele", explica.
A Joël Dicker el éxito le ha cambiado la vida, "pero no la realidad, sino la percepción que tienen los demás de ti". "Uno sigue siendo el mismo, pero necesita un tiempo para acostumbrarse a que alguien a quien no conoces te salude por la calle y él sí te conozca. Aun así, es cierto que el éxito de un escritor es menor al de un youtuber o un actor. A los actores les gritan 'te quiero', a mí me dicen cuánto les gusta mi libro. Es éxito de un escritor no es e mío propio, es el de mi libro. La novela, como la pintura, es un objeto que existe por si mismo, y está desconectada del autor".
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