Aquel lugar de la Mancha, del hidalgo de los de lanza en astillero, y de cuyo nombre no quiso acordarse El Quijote, no es para la generación Z. Tampoco las obras de Buero Vallejo, Miguel Delibes o Torcuato Luca de Tena. Porque leer las obras esenciales de la literatura occidental pasa primero por los cambios en las leyes educativas, la disminución de horas lectivas para Lengua y Literatura, o una mayor independencia y poder de decisión de los centros. Ya no hay ni rastro de los clásicos que forzaban al alumno a enfrentarse a un lenguaje y una época distintas, ni a una lectura exigente de más de 300 páginas.
Si en el currículo del extinto BUP, ya fuera de Ciencias o Letras, se establecía como obligatoria la lectura de seis obras de entre un listado diseñado por la Dirección General de Ordenación Educativa que incluía, por ejemplo, el Cantar de Mio Cid o Milagros de Nuestra Señora o El Libro de Buen Amor, La Celestina y Las Coplas de Jorge Manrique, Lazarillo de Tormes o una antología de Góngora o Quevedo; en las indicaciones del Ministerio de Educación sobre las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria y el bachillerato actual, no sólo no aparece el concepto de lectura obligatoria sino que se establece la "lectura libre". "Es importante favorecer la lectura libre de obras de la literatura española y universal de todos los tiempos y de la literatura juvenil.Desarrollar la competencia lectora implica incidir en la motivación, el compromiso, las prácticas de lectura y el conocimiento y uso de las estrategias que deben desplegarse antes, durante y después del acto lector".
Así, de un tiempo para aquí, la decisión sobre las lecturas en los centros educativos recae en el claustro de cada uno y en los propios profesores, no en el Estado. Algo que hace muy dispar la elección de una comunidad autónoma a otra y, sobre todo, de un colegio a otro. Castilla y León, por ejemplo, cita como recomendación dos obras concretas: El Lazarillo y El Quijote; mientras que en Galicia se ha pedido la lectura, según el curso, de La fundación, Plenilunio, Campos de Castilla, El Aleph o Crónica de una Muerte anunciada, y en Andalucía, se ha "recomendado" la lectura de El árbol de la ciencia, Luces de Bohemia, Crónica de una muerte anunciada y Los girasoles ciegos. Por su parte, en la Comunidad de Madrid se ha recuperado recientemente en el currículo de Bachillerato, la lectura obligatoria de El Quijote, La Celestina o el Lazarillo de Tormes.
Cien Años de Soledad o La Colmena han desaparecido de la inmensa mayoría de centros y lo mismo ha ocurrido con clásicos como La casa de Bernarda Alba o La Odisea, sustituidos por libros más cortos "y de géneros muy dispares". "Tradicionalmente, y de manera bastante extendida, la lectura obligatoria se planteaba como un único título, normalmente referente de la tradición literaria propia o universal, contemporáneos o clásicos, que tenían que leer todos los alumnos de un aula y curso. Ahora se combina el título único, si existe, con la propuesta de una lista de lecturas para elegir; se proponen trabajos menos estándares, y el objetivo pasa por lo denominado lectura por placer", señalan desde distintas consejerías de Educación de distintas autonomías consultadas por El Independiente.
La mayoría coinciden además en el poco tiempo que pueden dedicar a la lecturas en las aulas e inciden en programas de lectura libre o autónoma que han ido tomando fuerza como una línea renovadora, y que parece eliminar el espacio de la lectura obligatoria. Es el equivalente a los sustained silent reading de Estados Unidos o lo que se llama self-selected books en otros lugares, donde cada alumno es libre de escoger el libro que quiera leer. "Si es el centro el que escoge las lecturas, siempre intentamos que con ellas se aprendan valores como la integración social o la diversidad de género o sexual, entre otros".
Pero además, el gran desafío que encuentran los docentes hoy, más allá de los libros y autores que se elijan o sugieran cada año, es lograr captar la atención del alumno a través de un texto. "La falta de interés de los jóvenes por los textos canónicos, que son en definitiva una puerta importante para ingresar al universo de la literatura, es un déficit del sistema educativo en este país". De ahí que aparezcan iniciativas como la propuesta por el Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid el pasado junio.
En concreto, se trata de llevar a cabo un programa cultural en torno al cómic, incluyendo que en las bibliotecas escolares esté en el listado de las obligatorias en el currículo educativo de la Comunidad de Madrid. "Es un producto cultural único, que a pesar de estar integrado en el sector del libro cuenta con unas características especiales, tanto por su proceso creativo como por su distribución, venta y forma de participación en la sociedad de sus lectores y aficionados. Es un lenguaje especialmente popular entre los jóvenes, que según los estudios suelen abandonar los libros a los 14 años, pero que se está observando que continúan leyendo gracias al cómic, y especialmente al manga".
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