Enero de 2003. Todavía agonizaba el dolor del de 1945, cuando los soviéticos liberaron Auschwitz después de que los nazis forzaran a la mayoría de los allí prisioneros en las marchas de la muerte. Pero lo haría todavía más. Aquella postal anónima, entre las tarjetas de felicitaciones navideñas habituales, con la Ópera Garnier por un lado y, por el otro, cuatro nombres: Ephraïm y Emma, los bisabuelos maternos de Anne Berest (París, 1979), y sus tíos abuelos, Noémie y Jacques, todos deportados y asesinados en el campo de exterminio y concentración más grande establecido por los alemanes, iba a abrir de nuevo las heridas del pasado. "¿Quién podía enviar una postal así y con qué fin?", se preguntó Léila, la madre de la escritora y guionista francesa.
"La tarjeta era de lo más banal, una postal turística con una fotografía de la Ópera Garnier, como las que se encuentran en los estancos, en esos expositores metálicos, sobre todo en París. Mi padre la expuso a la luz. La observó unos segundos muy atentamente para concluir que, en efecto, la tarjeta databa de los años noventa. A mi madre le entró mucho miedo, como si alguien estuviera amenazándola, agazapado entre las tinieblas de un pasado remoto. Le temblaban las manos", explica Anne en palabras para El Independiente.
La misiva terminó olvidada en un cajón por más de una década, cuando en Anne anidó la necesidad de saber quiénes eran sus antepasados y, al mismo tiempo, tal vez, de escribir sobre ellos. "A punto de dar a luz pensé en mi madre, en mi abuela, en el linaje de mujeres que habían dado a luz antes que yo. Y entonces sentí la necesidad de escuchar el relato de mis antepasados. Aquella postal dejó de importarme un comino. Me llamó la atención la lista de nombres que aparecían en ella, eran mis antepasados y no sabía nada de ellos. Me avergonzó. Ignoraba en qué países habían estado, la edad que tenían cuando fueron asesinados, sus aficiones o los oficios que habían ejercido. Si me hubieran enseñado sus retratos, habría sido incapaz de reconocerlos en medio de desconocidos".
Así, con ayuda de su madre, un detective privado y un grafólogo, Anne emprendió una larga investigación de cuatro años que la condujo a escuchar testimonios, rescatar documentos y explorar hipótesis hasta dar con la respuesta y desentrañar el misterio de quién escribió esos nombres en la postal y por qué, y conocer el origen judío que hasta el momento había sido para ella un apunte biográfico sin demasiada importancia.
El resultado fue La postal, la novela "real", premio Renaudot des Lycéen, premio Goncourt de Estados Unidos y un grandísimo éxito en Francia con más de 150.000 ejemplares vendidos, que llega ahora a España traducida por Lydia Vázquez Jiménez (Lumen, 2022). "Me di cuenta de que la vida me ofrecía una novela policiaca. Esta novela es una historia real, es la historia de mi familia a partir de una postal sin firmar que aparece en el buzón de la casa de mis padres, pero también es la historia de millones de judíos europeos abocados a la persecución y el exterminio, al éxodo o a una casualidad o golpe de suerte que salvara su existencia. Esta novela nace de la voluntad de conocer, de interrogar e interrogarme, pero ante todo, de la consciencia de que se tiene entre manos la responsabilidad de nombrar y devolver a la memoria un mundo perdido con toda su atrocidad", señala la autora.
Es complejo ser judío en Francia. Es un país en el que la gente adora o detesta a los judíos"
anne berest
Llevar a la literatura las vidas de su familia materna ha supuesto para Berest sumergirse en un pasado donde lo personal ilumina lo colectivo. Y es que en cada anécdota y episodio vivido por los protagonistas de esta novela, resuena la historia de cómo el antisemitismo no es solo un brutal recuerdo de otros tiempos. La escritora traza un arco que va de los pogromos rusos, a un comentario discriminatorio deslizado hoy en un patio de escuela, ilustrando el largo recorrido y hasta las derivas de un discurso del odio profundamente arraigado. "Pensar el antisemitismo conduce que una mujer criada al margen de la religión se cuestione, a la luz de la memoria y del presente, su identidad. Aún hoy en día es complejo ser judío en Francia, hay una relación muy pasional con los judíos. Hay una especie de división entre el filosemitismo y el antisemitismo. Es un país en el que la gente adora o detesta a los judíos, es muy particular. Creo que todavía estamos muy impregnados de la guerra, tenemos los recuerdos a flor de piel. Tengo la sensación de que a medida que me hago mayor, más cerca me parece que está la guerra en el tiempo, es como si ocurriese ayer".
La autora reconoce que este ha sido "el libro más difícil que ha escrito hasta el momento". Sin embargo, no descarta sumergirse de nuevo en una historia familiar y real que aborde otro capítulo de su vida. "Yo he llorado mucho y mi madre más, y reconozco que he tenido miedo de enfrentarme a algunos capítulos, pero ha sido muy gratificante en lo personal y en lo profesional. Volvería a escribir de nuevo una novela de semejantes características o argumento, no lo descarto".
La carrera de Anne en el ámbito literario empezó en 2010, con La hija de su padre (Alberdania, 2011), que obtuvo el Prix des Dunes y fue seleccionada para el premio de France Télévision, el premio de Flore y el Goncourt. Su siguiente novela, Les Patriarches (Grasset et Fasquelle, 2012), fue finalista del premio Renaudot y del Flore, a la que seguirían Sagan 1954 (Éditions Stock, 2014), una biografía de François Sagan que indaga en la vida y la obra de la autora de Buenos días, tristeza, Cómo ser parisina estés donde estés (Roca Editorial, 2015), un ensayo coescrito junto a Audrey Diwan, Caroline de Maigret y Sophie Mas, o Se busca mujer perfecta (Reservoir Books, 2016).
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