La noche empezó con Ruido. “Apareciste de la nada como una ráfaga de luz/ Cuando sostuve tu mirada, el ruido se apagó”. Fue la carta de presentación de Amaral sobre el escenario del campo de refugiados de Auserd, uno de los páramos más duros del planeta, el infierno en la tierra en el que los saharauis resisten desde hace 47 años. “Es una experiencia maravillosa que nos llevamos para toda la vida. Muchas gracias por hacerlo posible”, confesó Eva Amaral al inicio de un concierto “singular”, “el más alucinante” de la banda zaragozana.
Unas horas antes de que el concierto arrancase, Juan Aguirre reconocía en conversación con El Independiente que la noche iba de “desnudar las canciones, reducidas a la mínima expresión porque hemos viajado con una guitarra”. “Es un ejercicio después de haber hecho una gira que era bastante compleja técnicamente y que había muchos pasajes e instrumentos distintos así capas de electrónica. Es un placer desnudar las canciones y tocarlas como han venido al mundo, reducidas a una guitarra y una voz”, explicaba tras meses de parón voluntario.
El dúo maño puso a última hora de este sábado el broche final del FiSahara, el festival de cine que tras dos años de ausencia por la crisis del coronavirus ha regresado esta semana a las dunas del desierto argelino, el hogar de unas 175.000 personas que reclama aún el derecho a la autodeterminación de la ex colonia española, el último territorio por descolonizar del continente africano. Una cita reivindicativa que, bajo el lema “Descolonicemos”, ha albergado proyecciones de películas locales e internacionales y actividades paralelas.
Es, sin duda, uno de los lugares más especiales y más singulares en los que hemos tocado
“Hemos tocado en sitios diversos, pero es, sin duda, uno de los más especiales y más singulares”, esbozó Aguirre. “Alucinante”, llegó a describirlo durante un concierto en el que la banda ofreció un repertorio de sus mejores temas, desde “Mares iguales que tú” (“Igual que van y vienen las mareas/ Y las olas van comiéndose la arena/ Todos los mares de la Tierra”) hasta “Revolución”, “Moriría por vos” o “Hacia lo Salvaje” ("Cada golpe que le dieron/ Era una cuenta atrás"). El público, sentado sobre las alfombras o de pie en las inmediaciones, fue estableciendo una complicidad en la que no faltaron las luces encendidas de los móviles, la repetición de los estribillos más pegadizos o ruidosas albórbolas.
Percusión saharaui
El toque saharaui llegó con una percusionista saharaui, Backa Ambark del grupo Alwali, que acompañó al grupo en unos de los temas. “Es una percusionista saharaui con la que tuvimos ocasión de ver tocar ayer. Hoy ha venido a nuestra jaima y ha sido muy divertido. Es una manera de tocar la percusión muy especial. Encaja bastante con los ritmos que hacemos”, detalló Aguirre, visiblemente emocionado durante una actuación que se prolongó durante más de una hora, ante un auditorio formado por adultos, niños y adolescentes que terminaron pidiendo otra. “Hay mares en el Sáhara, mares que son de amor”, cantó Eva.
“Hay mares en el Sáhara, mares que son de amor”
"Venimos con la idea de que nuestra música sea un vehículo para contribuir a llamar la atención sobre la situación del pueblo saharaui”, había advertido el grupo en sus declaraciones previas. "Es muy enriquecedor ver cómo el pueblo saharaui utiliza su cultura como instrumento de identidad y de lucha. Para nosotros supone un shock encontrarnos con esta situación tremendamente injusta y comprobar la dignidad con que afrontan esa situación y esa lucha”.
Y la banda cumplió lo prometido. En un guiño a sus orígenes, Amaral entonó “Canto a la libertad” de José Antonio Labordeta, todo una declaración de intenciones entre unos refugiados que protagonizan una larga espera. “Habrá un día/ En que todos/ Al levantar la vista/ Veremos una tierra/ Que ponga libertad”, clamó la zaragozana acompañada en el escenario con los implicados en un festival de cine que cumple diecisiete ediciones, resistiendo como el propio entorno de la hamada argelina. También hubo una mención clara a Paco Ibáñez con “A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”.
Ya apurando la noche, y con un público reacio a enfilar el camino hacia las jaimas, Aguirre tomó el micrófono para lanzar un ruego. “Que alguien grabe esto y se lo llevamos a la televisión en España para que lo vea Pedro Sánchez”. Fueron los últimos compases de un concierto que concluyó entre gritos de “Viva el Sáhara libre” y una de las canciones insignias del grupo, “Cómo hablar”. “Como un pájaro de fuego que se muere en tus manos/ Un trozo de hielo deshecho en los labios/ La radio sigue sonando, la guerra ha acabado/ Pero las hogueras no se han apagado aun”, resonó bajo las estrellas. La guerra en el infierno sobre la tierra continúa.
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