Juan Manuel de Prada (Barakaldo, 1970) vive obsesionado con una mujer desde hace más de veinte años. Fue anarquista, fotógrafa en el frente, sindicalista, la primera mujer en entrar en la directiva de FC Barcelona y una deportista de élite. La conoció a través de César González-Ruano, de una entrevista que le impresionó y que le generó una curiosidad animal. Fue tal la atracción que le pidió ir a su casa y se pasaron varios días, los primeros, conversando sobre ella.
Ahora, y tras 20 años de investigación tanto en España como en distintos países, esa obsesión se materializa en El derecho a soñar (Espasa), una obra de 1.700 páginas en las que el periodista y escritor cuenta la vida de Ana María Martínez Sagi (1907-2000), una mujer que lo fue todo y a la que se la tragó el olvidó durante años.
Pregunta.- En el año 2000 publicó Las esquinas del aire (Planeta) sobre ese encuentro que tuvo con Martínez Sagi, eran 600 páginas. Ahora, publica El derecho a soñar que son 1.700, ¿le queda algo por contar? ¿Le queda algo por descubrir?
Respuesta.- Sobre todo me hubiera gustado encontrar muchas cosas que no he encontrado. He recorrido el mundo en pos de pistas y hubiera dado un ojo de la cara por encontrar sus cartas con Elisabeth Mulder, pero desgraciadamente Ana María destruyó todos sus papeles y la búsqueda de documentos sobre ella se ha visto coronada por algunos éxitos y algunos fracasos. Con lo que he llegado a encontrar, he logrado reconstruir su vida con bastante detalle, he podido ofrecer al mundo, a mis contemporáneos, una visión bastante minuciosa.
P.- ¿Cómo conoce a Ana María?
R.- La conozco hace 25 años aproximadamente. Estaba muy interesado por los escritores malditos y los olvidados, leía mucho a los autores de principios del siglo XX que en sus obras hablaban mucho de escritores. Leyendo a César González-Ruano me encontré con una entrevista a Ana María y me quedé fascinado con el personaje. Era una muchacha catalana que se declaraba fervorosamente republicana, en las postrimerías de la monarquía de Alfonso XIII, se declaraba deportista, lanzadora de jabalina, conferenciante, sindicalista... Todo me pareció impresionante. No sólo la historia, también la entrevista, que iba del coqueteo a la admiración y el halago.
Cuando les pregunté a los grandes especialistas pues resulta que nadie le conoce, que había sido olvidada. Así que me lanzo a la investigación, a las hemerotecas, que entonces no estaban digitalizadas, y encontré que tenía una presencia en la época apabullante, que constantemente estaba publicando, que cuando viene a Madrid es portada en ABC, que tienen un eco tremendo sus opiniones sobre feminismo o deportes.
Y descubro que está viva y le escribo y le digo que si me permite ir a su casa para hacer una entrevista. Voy y estoy durante varios días escuchando la narración de su vida, con eso escribí Las esquinas del aire, que entregué al editor justo el día de su muerte. Ella antes de morir me entregó su obra inédita, y me pidió que se la publicase cuando se hubiesen cumplido 20 años de su muerte.
P.- ¿Y cuándo empieza a obsesionarse?
R.- En 2019 publiqué una larga antología, La voz sola, y allí, al releerla, empiezan a florecerme ciertas dudas en torno al testimonio que ella me había dado, veo que hay lagunas e incongruencias... Durante todos estos años he seguido buscando muchas cosas, cada vez que viajaba buscaba hemeroteca sobre ella. Por ejemplo, cada vez que me invitaban al Premio Planeta pedía que me sacasen los billetes una semana antes y así estaba toda la semana en Barcelona investigando. He visitado más de 80 archivos en España, Francia, Suiza, Venezuela...
Es una obsesión y hay que ser leal a las obsesiones.
P.- ¿No ha disminuido después de saberlo todo? ¿Después de escribirlo todo?
R.- Es difícil que una persona con la que has convivido tanto tiempo, aunque sea espiritualmente, se vaya de tu vida. También pienso que antes de que yo abandone este planeta azul me llevaré alguna sorpresa, es que ella es inagotable. Una de las grandes sorpresas que me he llevado es que fue reportera gráfica en el frente de guerra, fue la única mujer española que hizo fotos en el frente y no me lo había contado. ¡Madre mía qué mujer tan increíble!
P.- Hablaba antes de incongruencias en su relato, ¿me puede poner algún ejemplo?
R.- Ella se va al exilio en el año 1939 y me dice que cruza la frontera por Portbou. Cuando muere me pongo a revisar sus papeles, entre los que se encuentran unos poemas inéditos, y hay un poema que dice que cruzó la frontera por La Junquera. ¿Por qué me mintió? Esto es muy triste e invita a la reflexión, una mujer que había hecho lo que había hecho (poeta, periodista, deportista, directiva del FC Barcelona) mete esta trola porque ella aderezaba el relato de su vida con momentos estelares en donde su vida se cruzaba con grandes personajes de la cultura española. Entonces ella lo dice porque me narra que coincide en la frontera con Antonio Machado. Que la mujer que ha sido la única fotorreportera en el frente tenga que mentir en algo así te hace pensar. Y es que hubo un tiempo en que a las mujeres no se les reconocía ningún merito.
También me dijo que su único amor había sido Elisabeth Mulder. Escribe el diario lírico de su amor, que se da en Mallorca, y cuando me pongo a transcribir descubro claramente que en esa obra se está aludiendo al menos a dos mujeres caracterizadas físicamente de formas muy distintas, una sí coincide pero otra no, todas esas cosas me va picando el gusanillo de la curiosidad.
Va al frente a las filas anarquistas pero descubro que tiene una amiga muy querida en el frente nacional y se comunica con ella gracias a otra amiga común en Polonia"
P.- ¿Cómo está ella cuando usted la conoce?
R.- Era una mujer nonagenaria, se conservaba lúcida aunque apenas un año después fue perdiendo las capacidades cognitivas pero cuando voy está bien, está torpe físicamente, deteriorada, pero su lucidez es grande. Conmigo fue una mujer cariñosa y hospitalaria, pero tenía un carácter muy fuerte.
P.- Ella pasó de ser, como usted cuenta, muy popular en su época a volver del exilio y no recibir ningún reconocimiento.
R.- Cuando ella vuelve del exilio no se le hace caso por muchas razones, en partes comprensibles y en parte abyectas; la recuperación del exilio que se conoce es de grandes figurones: Alberti, por ejemplo, por aclamación. Pero una mujer de la que nadie se acuerda y que de los pocos que se acuerdan no quieren saber nada de ella pues no consigue que le hagan caso.
No había tejido vínculos, fue una mujer que hace una labor de inmersión en el país al que va. Cuando se fue a Francia, ella hablaba perfectamente francés y se integró en la cultura francesa, y cuando se marchó a Estados Unidos fue profesora de francés y se integró en la universidad, pero no mantuvo relación con otros exiliados.
A su vuelta, su obra ya no responde a las tendencias estéticas de esa época que le parecen frívolas, de gente un tanto estrafalaria
A su vuelta, a ella le repele el mundo cultural catalán que se encuentra. La gente de su generación se había integrado en la España de la época y a los antifranquistas, como Barral, los ve como pijos que combaten a Franco bebiéndose gin-tonics y escribe poemas feroces contra ellos. Además, su obra ya no responde a las tendencias estéticas de esa época que le parecen frívolas, de gente un tanto estrafalaria. Entonces, pues no cuaja y canta mucho, ella también está muy amargada.
P.- Ha dicho en una entrevista que cree que este libro va a tener muy poco retorno.
R.- No voy a hacer una campaña de promoción al uso, pero sí pedí a la editorial que quería presentarlo en dos sitios, que eran Mallorca y Barcelona, por ser ella barcelonesa y muy catalana y porque Palma fue el epicentro de su mundo poético y donde ella fue más feliz.
Es un libro de 1.700 paginas, es para personas que evidentemente le quieran dedicar muchas horas y que se apasionen con una historia así. Que les guste el mundo de la literatura de esa época.
P.- Pero ahora la recuperación de figuras femeninas más o menos olvidadas es una constante.
R.- Son recuperaciones superficiales y esta tiene la idea de reconstruir una vida borrada del mapa. La de mujer que sufrió mil y una transformaciones a lo largo de su vida, que vivió acontecimientos históricos en primera fila. Es un libro de una ambición que no tiene nada que ver con este tipo de recuperaciones que pertenecen a la mitomanía, de presentar a personajes maravillosos, arquetipos; yo aquí hablo de una mujer con sus claroscuros.
P.- También dice que tanto la sociedad como los políticos buscan la Historia en Google.
R.- En estos años de visitas a archivos y hemerotecas, he descubierto muchísima documentación de personajes que jamás ha salido a la luz, que jamás ha sido incorporado. Porque a los archivos van pocos investigadores. La investigación académica o divulgativa es cada vez más un refrito, y eso nos conduce al colapso.
P.- ¿Qué opina de la ley de memoria democrática?
La memoria siempre es una lectura del pasado que hacemos en nuestro beneficio y que por lo tanto necesitamos alterar a través del recuerdo"
R.- Es fundamental la recuperación de nuestro pasado, pero los seres humanos somos un amasijo de muchas cosas, estamos muy entreverados y creo que la recuperación del pasado no tiene que partir de una ideología. La memoria y la historia son identidades irresolublemente separadas. La memoria siempre es una lectura del pasado que hacemos en nuestro beneficio y que por lo tanto necesitamos alterar a través del recuerdo. Te habrá pasado que dos amigos se separan y cuando te cuentan la versión de su divorcio parecen divorcios distintos. Las personas no están hechas de una pieza, esta era una mujer que se había adherido a la causa republicana, que se va al frente de guerra, que va a las filas anarquistas pero descubro que tiene una amiga muy querida en el frente nacional y se comunica con ella gracias a otra amiga común en Polonia. Le manda las cartas a su amiga y esta a la otra. Mantenía una relación epistolar clandestina con el otro bando, algo que era como traicionar al suyo.
Pienso que hoy en día se pretenden ofrecer visiones unidireccionales, esquemáticas, robóticas... que son espantosas.
P.- ¿Murió sola?
R.- Ella vivió sola muchísimo tiempo y esta etapa última fundamentalmente la pasa sola, con una chica que le limpia en casa, asistentes sociales que le hacen la higiene y al final de sus días una muchacha va todas las noches a dormir con ella. Alguna familia con la que tiene algún trato correcto pero no mucho. Era una mujer muy huraña que no quería vivir de otra manera. El último año de su vida se la llevan a una residencia de ancianos y va a disgusto porque quería vivir ella sola.
Tenía una amargura de no haber sido reconocida y el hecho de que ella me pide a mí que recupere su obra y que la publique 20 años después de su muerte quiere decir que ella no creía que aquella generación que la había despreciado la fuera a reconocer, y tenía razón. Hace 20 años ella no habría sido entendida como lo es hoy.
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