De hombres y mujeres en tránsito, llegados a un país o una ciudad nueva, de viajeros atrapados en un crucero teóricamente paradisiaco o parejas que cuanto más hablan menos se comunican; y de padres primerizos de un bebé llorón. De todos y de él mismo habla el escritor y dramaturgo Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) en su último libro, Lejos, historias de gente que se va (Alfaguara). Doce relatos hermanados por la nostalgia y ordenados de forma cronológica sobre la lucha por un lugar en el mundo y el sentido del humor único. "Son historias de las ganas de largarte, de lo que encuentras cuando te largas y de empezar a ser otra persona en un lugar distinto de donde creciste; una galería de personajes llenos de verdad y con vidas a la deriva", explica el autor en palabras para El Independiente. Como la suya.
Ganador de los premios Alfaguara e Independent Prize of Foreign Fiction, desde sus primeros libros, -Pudor (2004), Abril Rojo (2006) o La Pena Máxima (2014), entre otros-, Roncagliolo ha conseguido tender un puente de diálogo entre su país de origen, Perú, y su lugar de residencia, España. Y Lejos, historias de gente que se va, "no iba a ser menos". "Habla de cosas muy íntimas, de prófugos de sus propias vidas, no de situaciones sociales; de emigrados, no de inmigrantes, de gente que está buscando un lugar en un mundo cada vez más tribal. Los personajes se mudan de país, convierten su viaje en una fuga, lo toman como una forma de aprendizaje o sólo desean perderse de vista", añade.
Pero el libro también habla de amor. Para Santiago Roncagliolo, "tu país es la gente que te quiere, y por eso el amor es un tema importante de mi libro, porque la gente de la que se enamoran mis personajes son su tierra, lo único a lo que se pueden aferrar".
Roncagliolo no escribió los relatos pensando en convertirlos en un libro, aunque pronto se dio cuenta de que componían una especie de autobiografía fruto de una memoria inventada. El propio escritor huyó de Perú en busca de su nuevo 'yo'. De ahí que se defina a sí mismo como "un extranjero en todas partes". "Antes de mudarme a Barcelona, la que es ahora mi ciudad, era empleado público. Trabajaba en temas de derechos humanos y estaba al alcance de un mundo horrible, de crueldades y adversidades que no podía permitirme seguir soportando", expresa el escritor.
"Recuerdo que al salir de la oficina solía ir al cine. Allí pensaba que había otra vida, prefería una película a la realidad. Probablemente me haya costado veinte años recopilar lo que ahora son los relatos de un libro que mezcla lo real de otros y de mí mismo. Al final, estas páginas son una memoria inventada, como todas las memorias. Nuestra historia es una película donde todos somos los buenos, y que cambia según nuestro presente. Es la historia de gente que se va buscando lo que no encuentra en su entorno. La insatisfacción los impulsa a una aventura, y los propios amigos les piden que no regresen a Perú porque allí el caos no se detiene nunca. Si el sueño americano está vinculado con el éxito económico, aquí el sueño europeo se relaciona con formar parte de la escena cultural. Sean uno de estos soñadores o no, será imposible que los lectores no vean parte de su propia biografía reflejada en cualquiera de estos relatos".
Sobre su país natal, que recientemente ha solicitado activar la Carta Democrática, Roncagliolo considera que "está en un momento muy triste" ya que "no es solo que sea un Estado fallido, es que es una sociedad fallida" donde el problema, dice, "reside en que ya nadie cree en nada del sistema político. "No puede sostenerse un sistema donde los que ocupan las principales magistraturas están acusados de ser jefes de una mafia, de robos, fraude y hasta incluso de pedir la muerte de sus rivales. En una democracia normal la gente discute sobre si quien debe gobernarla es la izquierda o la derecha. En Perú la pregunta es si se puede gobernar y si es posible que haya alguna clase política sin un prontuario legal por crímenes escabrosos".
Y no, de España por el momento no se plantea huir. "Ningún lugar en el mundo es perfecto, pero España es un lugar que me ha dado cosas muy buenas. Creo que los extranjeros vivimos mejor en España que los propios españoles. Es un muy buen lugar para vivir".
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