Por amor al arte. Y sí, ganarse la vida en lo posible, pero sobre todo, por amor al arte, hay personas que lo dan todo para abrirse camino en todo un universo de activos digitales. Si la vida es aquello que nos entra por los sentidos, y las obras de arte que cuelgan de un museo no las podemos escuchar, oler, tocar o lamer, ya me dirá usted qué diferencia hay con verla en una representación digital. Bueno, pues esto tan sencillo, parece que cuesta entenderlo cuando se trata de arte digital.
Algo cultural nos aferra a la posesión material del arte y eso no es del todo acertado. Es pura creencia. Uno puede poseer ya, por ejemplo, los latidos del corazón de un artista musical. Y todo gracias a la iniciativa personal de seres inquietos como la periodista Guiomar Roglán, CEO de Moool, una empresa dedicada a evolucionar el arte a través de las nuevas tecnologías. También se incluyen conciertos, espectáculos… pero siempre teniendo mucho amor al arte.
Su plataforma, fácil de entender y transparente, ofrece entre otras cosas, obras exclusivas a precios asequibles. Entre los artistas que ya trabajan con Moool se encuentran Abe The Ape, Javier Mariscal, que se ha lanzado al mundo del arte digital con su colección "Cómo nació Cobi", Jordi Català y Alejandro Sanz. Esta plataforma grabó el corazón de Alejandro con un holter durante uno de sus últimos conciertos, y se convirtió en el proyecto Latidos, que ha transformado los cardiogramas en arte. El resultado han sido 15 obras únicas, que al ser bienes inmateriales, toman forma certificada de NFT. Gracias a una tecnología llamada blockchain es posible certificar su autenticidad y la propiedad de quien lo posee.
Tratar de atrapar una emoción y convertirla en arte, es un acto loable. Yo no tengo dudas. Y por si al lector le quedan algunas, me reúno con Guiomar para hablar de su proyecto.
Pregunta.- ¿Realmente yo puedo poseer los latidos del corazón de un concierto de Alejandro Sanz? ¿No son suyos?
Respuesta.- No se poseen los latidos del corazón del artista. No son latidos. Es una obra de arte en la que hemos transformado la emoción de un artista, con una representación abstracta de un corazón que bombea según el resultado del electro de Alejandro mientras estaba en el escenario. Eso es lo que tú puedes comprar.
P.- Precioso. El propio Sanz ha dicho poder reconocer por los latidos de su corazón qué canción estaba cantando. Pero, yo me pregunto, al no tratarse de ningún objeto material ¿puedo venderlo después?
Nosotros no estamos en esa liga. Amamos el arte y cuidamos personalmente cada obra que se expone"
R.- Por supuesto. De hecho, es cierto que hay mucha gente que está invirtiendo en NFT para especular, y eso ha hecho crecer infinidad de plataformas que venden a granel cualquier cosa, hayan certificado que son creaciones originales o no. Nosotros no estamos en esa liga. Amamos el arte y cuidamos personalmente cada obra que se expone.
P.- Hablas como si se tratase de una galería de arte al uso…
R.- Uno de los objetivos que tenemos es romper esa barrera que hay en el público en general a la hora de entrar en una galería o preguntar el precio de una obra. Normalmente las convencionales prefieren no poner los precios a la vista ni llenarse de gente que no va a comprar. Su negocio es muy digno y necesario, pero los márgenes en ocasiones pueden llegar hasta el 50 por ciento. Además, el arte tal y como se entendía hasta ahora tiene un coste logístico que con lo digital desaparece o se hace opcional. Transportar una obra de un país a otro conlleva a veces más inversión que la compra de la propia obra. Que lo físico sea una opción ha ayudado mucho a poder democratizar el acceso al arte digital. El objetivo era romper esa barrera y hacerlo asequible. Hay muchas personas que no pueden gastarse 2.000 euros en un cuadro de un artista emergente, pero sí pueden disfrutar por algo más de 300 de un Mariscal digital proyectado en la TV de su salón, en vez de tenerla apagada.
P.- ¿Y a raíz de eso surgió la idea de hacer una galería de obras genuinas que no tienen que ser necesariamente físicas o exclusivamente virtuales?
R.- El origen está en mi madre, ya fallecida. Ella era coleccionista de arte y creo que este es el mejor homenaje que le puedo hacer. Además, era muy aficionada a los talentos emergentes, a lo nuevo. Así que estoy segura de que esto le hubiera gustado. Por otra parte, hay personas que se imprimen sus posesiones digitales, pero hay muchas más que las ponen de fondo de pantalla en su ordenador o móvil, y se recuerdan que poseen esa obra. Consta a nivel universal que es su propietario. Eso se puede conseguir ahora gracias a la tecnología blockchain, y ha hecho que artistas como nuestro querido Mariscal, que lleva décadas trabajando digitalmente, prefirió venir con nosotros porque cuidamos el arte, y lo valoramos más allá de la vertiente económica. No vendemos NFT, ofrecemos obras al alcance de más personas.
P.- ¿No todas las galerías de arte digital cuidan tanto los contenidos que comercializan?
R.- Normalmente no, y nuestros inversores nos apoyan en la decisión de hacerlo. Hay plataformas en las que puedes subir cualquier foto hecha con el móvil. Nosotros curamos el contenido al máximo. Ese es el motivo por el que hemos conseguido exponer obras de artistas como Jorge Arévalo, uno de los diseñadores de New Yorker. Le habían llegado ofertas pero las rechazaba porque le hablaban exclusivamente de especulación. Lo mismo ha ocurrido con Abe The Ape, Jordi Català y hasta Alejandro Sanz. Trabajamos tú a tú con ellos.
P.- ¿Cómo es el comprador típico de arte digital?
Hemos rechazado ofertas para formar parte de alguna plataforma exitosa de ese campo porque entendemos que no tenemos relación"
R.- Son profesionales con sueldos medios, a los que les encanta la cultura, de entre 25 y 45 años, inquietos, y con mucha curiosidad. Sin embargo he de decir que hay poco comprador español. Aquí no se entiende bien el arte digital. Se asocia demasiado al mundo de las criptomonedas, con el que no tenemos absolutamente nada que ver, salvo el uso de blockchain, que es el “notario virtual” necesario para las transacciones. Hay mucha desconfianza. De hecho, hemos rechazado ofertas para formar parte de alguna plataforma exitosa de ese campo porque entendemos que no tenemos relación. También hay muchas personas movilizadas por nuestra vertiente más solidaria. Debajo de cada artista puede verse a qué proyecto humanitario se va a destinar parte del dinero. Entendemos que vivimos en una sociedad civilizada, y por lo tanto, más consciente.
P.- El mundo del arte está en alerta tras la aparición de los primeros servicios de inteligencia artificial que crean gráficos en línea que parecen (para muchos, son) obras artísticas, y basándose en las de otros a los que no se menciona. ¿Cómo crees que van a impactar estos algoritmos en este mundo? R.- Tengo curiosidad por ver cómo juegan los artistas con la IA, y creo que es bueno tenerla como herramienta de creación. Pero, sinceramente, yo prefiero una obra artesanal, creada a conciencia por un artista.
R.- Tengo curiosidad por ver cómo juegan los artistas con la IA, y creo que es bueno tenerla como herramienta de creación. Pero, sinceramente, yo prefiero una obra artesanal, creada a conciencia por un artista de verdad.
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