Eduardo Infante (Huelva, 1977) enseña Filosofía a adolescentes y lo hace intentando hablar el mismo idioma que ellos. Defensor del aprendizaje a través de la memoria sabe que sin un buen gancho nadie se interesaría por Sócrates o Platón, que nada se puede hacer por Aristóteles sin hablar de alguna que otra hazaña de Alejandro Magno pero también que el colegio no es el lugar para divertirse.
Su libro Filosofía en la calle, que publicó en 2019, se convirtió en un bestseller y ahora vuelve con Aquiles en TikTok (Ariel) en el que hace un repaso por nuestro sistema educativo y alerta de sentimientos convertidos en razones, del derecho a no ser ofendido y de la "danza" como metodología de enseñanza.
Teme que lleguemos a un punto de no retorno donde los profesores sean expulsados por enseñar obras de arte como está ocurriendo en Estados Unidos y es feroz con aquellos padres que creen que los valores se enseñan exclusivamente dentro de las familias.
Pregunta.- ¿Hemos perdido de vista el fin, la finalidad, de la educación?
Respuesta.- La escuela hoy en día ha perdido el norte. Aunque parezca algo muy simple una escuela que no enseña es como un hospital que no cura y los datos nos dicen que cada vez se enseña menos y que los niveles bajan y bajan. Ahí están los informes Pisa.
Hemos perdido el sentido de la educación. Hemos luchado por tener una pública, gratuita y obligatoria para formar ciudadanos y estamos formando solo trabajadores-productores.
Lo que reivindico es que en esta lucha que hay por innovar seamos originales, que es volver al origen, preguntémonos porque tenemos una escuela y porque todos financiamos una educación si es sólo para que salgan trabajadores.
P.- Hablas en el libro del cambio en la escuela, de pasar de la griega paideia, que creaba ciudadanos, a las actuales, que producen trabajadores, y que el primer paso para provocar este cambio lo dio ni más ni menos que Rockefeller.
R.- Tuvo una intuición buenísima. Que sirviese a sus intereses, tener trabajadores futuros, y que se pagara con dinero público. Me quito el sombrero. Tenemos que no olvidar cual es el sentido y la función de la escuela. Entender que el conocimiento valioso, el que tiene un valor en sí mismo fue siempre un privilegio y nosotros hemos conseguido una escuela democrática en la que tiene el mismo acceso el obrero que el banquero y lo queremos tirar por tierra.
¿Por qué? Pues tengo mis hipótesis. Para algunas empresas la educación es un negocio y todos los encuentros que hay de educación están financiados por empresas tecnológicas que te dicen que lo que hay que hacer es tirar por tierra todo lo que hemos hecho, y que lleva funcionando siglos, e incorporar los productos que ellos venden en el aula. Me recuerda a las farmacéuticas que dan formación a los médicos y que al final lo que aprenden se hace mejor con sus productos. No tengo nada en contra de que determinadas empresas tengan su voz pero que no sea la única.
Porque al final pasa lo que pasa, enseñamos lo que enseñamos y mira, algo de lo que nos quejamos mucho es de la falta de virtudes públicas. Se ve muy bien en los políticos, que si no saben dialogar, que si no tienen altura de miras, que si no saben hablar... Pero, ¿y nosotros en una reunión de vecinos? La falta de virtudes públicas en los políticos es un reflejo de la falta de virtudes en la ciudadanía.
Las virtudes públicas, lo tenían claro en el mundo griego, eran algo que se enseñaba. Para un griego el momento más importante de su vida era cuando le entregan una chapa con su nombre para servir a la ciudadanía porque ya era alguien virtuoso.
Ahora sólo pensamos en cómo ganarnos la vida y a mi me gustaría que fuésemos más que eso. Emilio Lledó dijo que la manera más rápida de perder la vida es obsesionarse con cómo ganársela.
P.- Hablas de cuatro virtudes.
R.- Las clásicas son la justicia, la valentía, la prudencia y la moderación; que son mucho más que palabras. Uno no es justo ni valiente ni prudente de nacimiento, tiene que aprender y se aprende a través de los modelos, de los buenos, solo mirando a los buenos nos hacemos buenos. Por eso son tan importantes las Humanidades, porque nos enseñan las cotas más altas de Humanidad, los referentes.
Una de las virtudes que creo más necesaria es una que identificaba Aristóteles como una de las virtudes cívicas: la amistad. Para que una ciudad sea una buena ciudad tenía que ser una ciudad cívica, que se lleve bien. Pero ahora vivimos en una sociedad tan polarizada que dialogar y construir un proyecto común es complicado aunque muy recuperable.
P.- Ahora se habla mucho de aprender sin memorizar, sin libros.
R.- Se denosta la memoria de una manera brutal pero sin fundamento. Si no se guardan los conocimientos en la memoria, ¿dónde se guardan? Si no lo tenemos en la memoria, ¿dónde lo tenemos?
P.- Mucha gente te dirá que en Google.
En una biblioteca está ya el saber seleccionado pero Google no te ha seleccionado lo valioso de la primera gilipollez que ha dicho alguien"
R.- Si no sabes qué tienes que buscar cómo coño lo va a buscar. Si nadie sabe quién es Homero cómo coño lo va a buscar. Tendrás que tener a alguien que te haya dado esos conceptos. Es cierto y no es cierto que tenemos en nuestros móviles la Biblioteca de Alejandría pero toda biblioteca necesita un bibliotecario. En una biblioteca está ya el saber seleccionado pero Google no te ha seleccionado lo valioso de la primera gilipollez que ha dicho alguien.
Otro de los mantras que me alucinan es el del espíritu crítico. ¿Qué cojones es eso del espíritu crítico? En Filosofía criticar significa investigar, separar lo verdadero de lo falso, sin conocimiento no hay espíritu crítico así que los que dicen que nada de conocimientos y mucho espíritu crítico que me digan como se hace.
P.- Ni conocimiento ni aburrimiento ¿Qué problema tenemos con el aburrimiento?
R.- Uff, brutal. El psicólogo Marino Pérez en su último libro, El individuo flotante, hace referencia a un ensayo clínico que me parece demoledor. En el estudian a un grupo de jóvenes a los que acaban de provocar un fuerte dolor y ellos les dicen que pagarían por no volver a sufrirlo. Pero luego, les encierran 15 min en una habitación sin nada, sin estímulos. Pues un porcentaje altísimo prefiere un estímulo de dolor al aburrimiento.
Pero, ¿por qué? Porque aburrirse es estar sólo con uno mismo y pensar es dialogar con uno mismo, entonces hay tanta estimulación que la gente nunca consigue pensar porque no conseguimos estar a solas con nosotros mismos ni queremos. Esto pone de relieve la incapacidad que tenemos para reflexionar y esto redunda en que se propaga la desinformación, los bulos... Hay gente listísima que de repente es tierraplanista.
Mira, leí en El País que la Federación de Fútbol estaba pensando en reducir el tiempo de los partidos porque los jóvenes no aguantaban viendo los 90 minutos. No somos capaces de concentrarnos, de leer una hora seguida un libro y encima tenemos las redes sociales que están diseñadas para generar una dependencia brutal. De hecho, entre los jóvenes el gran problema de las adicciones no son las sustancias sino los móviles. Están esperando los likes que les dan una descarga de dopamina, funciona igual que cuando a un perro le tiras un hueso.
P.- Pero ese reconocimiento en redes sociales no lo buscan sólo los jóvenes.
R.- Claro. La virtud tiene que ser pública, si esa excelencia no redunda en un bien no sólo para ti sino para la comunidad pues no se considera virtud. El reconocimiento se recibe de la comunidad, que puede ser una familia, un equipo de fútbol, una empresa, una ciudad... Son los demás los que me reconocen.
Pues ahora hemos generado una sociedad profundamente individualista en la que el individuo se ha otorgado una serie de derechos pero ha renunciado a todo tipo de obligaciones con los demás. Vivimos en muchedumbres solitarias y esa soledad que es el miedo más terrible que puede sentir un ser humano provoca que utilicemos las redes sociales como bálsamo, como pomada, y buscamos relevancia ante la sensación de que somos irrelevantes para los demás. Pero las relevancias han cambiado, ya no somos relevantes por lo público sino por lo privado.
P.- En el libro hablas de que ahora en las aulas se danza y en el patio se lucha, pones jugar al fútbol como ejemplo de buen aprendizaje de valores. Ahora hay colegios que han prohibido jugar al fútbol en el patio.
R.- No sé porque en Educación no hacemos lo que se hace en Sanidad, en Sanidad nadie pone un fármaco si no sabe que funciona. Aquí alguien viene con una idea preciosa: "Se puede aprender sin libros de texto y jugando" y nadie se pregunta si eso es verdad. Nadie dice: "¿Dónde están los datos?"
No son razones ni tu tristeza ni tu alegría, así se comportan los niños y educar es elevar al niño. Esto nos lleva a un narcisismo brutal y bestial"
Un ciudadano autónomo tiene que tener una conciencia autónoma y tiene que saber razonar y entender las razones del otro y estamos convirtiendo los sentimientos en razones. No son razones ni tu tristeza ni tu alegría, así se comportan los niños y educar es elevar al niño. Esto nos lleva a un narcisismo brutal y bestial. Mira la noticia de la directora de Florida que tuvo que dimitir por explicar en clase el David de Miguel Ángel... Es que hay que ser muy narcisista para pensar que tus sentimientos tienen más valor que el David de Miguel Ángel.
Los sentimientos no nos unen, no podemos obligar a nadie a que sienta lo mismo que nosotros, nos construimos como sociedad con razones y tenemos que ir construyendo una verdad juntos, no solos, y ejercitando la razón.
P.- ¿Llegará a ocurrir en España? ¿Qué se despida a una profesora por enseñar el David de Miguel Ángel?
R.- Se puede llegar si seguimos con esa exaltación de los sentimientos y las emociones. Si seguimos pensando que no ser ofendido es un derecho, si seguimos viendo en el otro un enemigo a batir, si seguimos comportándonos de manera agresiva. Es imposible construir una escuela de todos, pensamos que la escuela tiene que ser de todos y que el padre de turno puede decirle a toda la comunidad educativa cómo tiene que hacer su trabajo.
P.- Criticas en este libro la idea de que la educación en valores compete en exclusiva a los padres, ¿debe el colegio no llevar la contraria a las familias?.
R.- Sí, sí y esto es tremendo. Debe llevársela. ¡Pero que tenemos una educación pública porque uno puede tener la suerte de nacer en una familia cuyos valores sean cojonudos pero puede que no tenerla! Vamos a imaginar que mis vecinos son antropófagos, bueno pues si se comiesen entre ellos, él y sus hijos, pues genial pero si sale a la calle hay que enseñarle que no se puede comer a los demás y para eso está la escuela para darle la visión que no le da su familia.
P.- Hablas de que educar para la vida es educar para la felicidad, ¿también hemos malinterpretado el término felicidad?
R.- Cuando yo era estudiante de Filosofía me contaron que Aristóteles decía que los niños no eran felices y yo no lo entendía porque venía con esa carga de significado que le hemos dado a la felicidad y que nada tiene que ver con el significado clásico. Ahora la felicidad tiene que ver con la satisfacción del deseo concreto y luego otro y eso nos lleva a una insatisfacción constante. Fíjate tú que el fármaco más recetado en el mundo es el antidepresivo. Si algo está claro es que no somos felices y no podemos ser felices con este concepto. La sensación de plenitud es imposible y más cuando los deseos se consiguen consumiendo y consumiendo.
Para los griegos la felicidad era el pleno desarrollo de nuestras facultades humanas. Comparaban al ser humano con una semilla y cómo iba creciendo hasta florecer, hasta florecer del todo. La felicidad tiene que ver con una vida buena, con haber vivido bien y para ello necesitamos saber quién es el bien y para saberlo necesitamos cultivarnos.
P.- El bien para muchos de nuestros hijos, sus modelos, son casos de éxito sin esfuerzo, incluso desprecian el esfuerzo.
R.- Creo que estás dando en la clave. Mis alumnos me hablan de sus modelos y son gente que se forra sin hacer nada. Mira lo que ocurre en TikTok, que es una estafa piramidal con una pelea constante por conseguir seguidores de cualquier manera. Esto se extrapola y hace que la gente cree una sociedad con conductas insanas como la de los influencers defraudadores, a los que los propios chicos defienden. Aplauden al tramposo... De momento se salva el mundo del deporte.
P.- Hablas de Séneca y de la importancia de tener un puerto al que llegar, ¿cuál es ahora nuestro puerto?
Es que no tenemos. Hay una cosa muy buena y es que hemos generado una sociedad plural en la que nadie tiene derecho a imponernos nada y que hay muchas maneras de ser y estilos de familia y eso es un avance tremendo en la Historia de la Humanidad pero eso no significa que no podemos consensuar unos valores universales que nos guíen hacia donde queramos ir.
Necesitamos fijar un ciudadano ejemplar que forjar en la escuela. Estamos en el momento ideal para sentarnos a hacer, a crear un buen sistema educativo. No es normal que con cada cambio de gobierno haya un cambio de modelo educativo. Tenemos que sentarnos y utilizar a los políticos para hacer una ley educativa estable, para decir cómo queremos que sea la escuela pública y que tipo de ciudadanos queremos.
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