Impermeable al desaliento y a las polémicas que genera, Zahi Hawass ha vuelto a hacerlo. El egiptólogo más mediático irrumpe en la controversia causada por la docuserie “La reina Cleopatra” que Netflix estrena el próximo mes y en la que la última reina de Egipto es interpretada por Adele James. Precedido por el ruido de las redes sociales, Hawass se suma a quienes censuran la elección de James y unos rasgos africanos que no encajan con el origen de la monarca que cerró milenios de civilización faraónica y que cautivó a Julio César y Marco Antonio.
“Es que Cleopatra no es negra”, replica Hawass en conversación con El Independiente a propósito de una obra producida por Jada Smith que narra la vida de Cleopatra VII (69 a.C.-30 a.C.), la última reina del Egipto ptolemaico, a partir de recreaciones dramáticas y entrevistas con expertos. “Jada, esposa de Will Smith, parece desconocer por completo la historia de Egipto porque Cleopatra no era negra sino de origen macedonio”, comenta el ex ministro de Antigüedades de Egipto, abonado siempre a la última polémica.
“Si observas las estatuas de Cleopatra o las monedas que llevan su rostro e incluso su escena en el templo de Dendera en el sur, ninguna contiene rasgos africanos”, alega el egiptólogo. “No sé realmente por qué están intentando hacer esto. Creo que, haciendo esto, los afroamericanos y los hispanos tratan de demostrar que el origen de la civilización del antiguo Egipto era africano y eso no es cierto”, aduce.
La nueva serie, que se estrena el próximo 10 de mayo, ofrece en su tráiler una defensa de la supuesta procedencia africana de Cleopatra. “No importa lo que te dijeran en el colegio. Cleopatra era negra”, explica en la promoción. Una afirmación que ha enfurecido a Hawass, quien insiste en que en el antiguo Egipto sólo tuvo unos monarcas, los de la dinastía número 25, de procedencia africana. Los llamados “faraones negros” del imperio fueron representados en el arte egipcio con su piel negra, pelo rizado y labios gruesos y procedían de Nubia, un territorio que se extiende entre el sur de Egipto y el norte de Sudán.
Una nueva mirada a la última reina de Egipto
Los argumentos de Hawass, que ha pedido elevar la protesta por el lanzamiento hasta la plataforma de contenidos audiovisuales, y el de algunos internautas sorprendidos por la caracterización han recibido una respuesta rápida de los protagonistas de la serie. "Si no os gusta el casting, no veáis la serie", replica Jada Smith. “No escuchamos ni vemos muy a menudo las historias de las reinas negras. Y lo que es realmente importante para mí, para mi hija y para toda la comunidad es ser capaces de conocer todas estas historias porque hay toneladas”.
No estoy en contra de los negros. Muchos de mis amigos lo son pero estoy tratando de decir la verdad como egiptólogo que soy
A juicio de la productora, “se ha presentado a Cleopatra como abiertamente sexual, excesiva y corrupta, pero fue una estratega, una inteligencia, una fuerza dominante de la naturaleza, que luchó por proteger su reino... y su herencia es muy discutida”. La docuserie promete “reevaluar esta fascinante parte de su relato”. Un ejercicio de revisionismo que exacerba a Hawass, firme defensor de la reina que contra todo pronóstico resucitó fugazmente las glorias del pasado para terminar sucumbiendo al poderío romano.
“Está completamente equivocada. No deja de ser un mito decir que los antiguos egipcios eran negros”, comenta Hawass. “No estoy en contra de los negros. Muchos de mis amigos lo son pero estoy tratando de decir la verdad como egiptólogo que soy. Y Cleopatra no era negra”, insiste.
A finales de 2020 estalló la polémica opuesta después de que la actriz israelí Gal Gadot anunciara su intención de interpretar a Cleopatra. Paradojas de la era digital y su reguero de polémicas, algunos internautas acusaron a la artista de tratar de “blanquear” la figura de Cleopatra. “Primero de todo, si buscamos la verdad de los hechos, lo que habría que decir es que Cleopatra era macedonia. Buscamos a una actriz de Macedonia que pudiera encajar en el papel, pero no la encontramos y yo soy una apasionada de Cleopatra”, arguyó la elegida.
La búsqueda de Cleopatra, cuyo cuerpo no ha sido hallado, es una de las misiones inconclusas de Hawass, al mismo nivel del intento de localizar la tumba de Nefertiti o arrojar luz sobre la anatomía precisa de la Gran Pirámides de Keops, donde la tecnología ha detectado un nuevo pasadizo, cuya función está aún pendiente de estudiar.
Durante más de una década las pesquisas han llevado hasta Taposiris Magna, un templo ubicado a unos 45 kilómetros al oeste de la ciudad mediterránea de Alejandría. La arqueóloga y abogada dominicana Kathleen Martínez escogió el lugar con el convencimiento de que en el páramo se encuentra la sepultura de Cleopatra VII, que -según la tradición- se habría suicidado con la mordedura de una cobra egipcia. Durante años Hawass fue codirector del proyecto del que se halla hoy completamente desligado. En uno de sus descensos al laberinto de pasajes que habitan el subsuelo, el arqueólogo sufrió un ataque de serpientes que suele contar con cierto histrionismo.
En la búsqueda de Cleopatra
“Kathleen ha seguido trabajando sola, pero hasta ahora no se ha hallado ninguna evidencia que pruebe que Cleopatra fue enterrada en ese templo”, advierte Hawass. “Yo pienso que está enterrada en su tumba construida cerca de su palacio, en las aguas de la actual Alejandría,, añade. En el complejo monumental de Taposiris Magna, plagado de catacumbas de personas célebres de la época, se han desenterrado monedas con el retrato de la reina. Pero Hawass desconfía incluso de que esté enterrado junto a Marco Antonio, aunque reconoce la importancia del personaje histórico. “Fue la última reina, con ella terminó la civilización egipcia y se convirtió en el imperio romano y fue capaz de seducir a Julio César y Marco Antonio”.
Unas cautelas que sorprenden viniendo de un apasionado del antiguo Egipto experto en anunciar hallazgos aún no concretados, como el de la sepultura de Nefertiti. “No creo que podamos encontrar pronto la tumba de Cleopatra”, esboza. “Es probable que Marco Antonio fuera derrotado y Cleopatra tal vez se suicidara. No sabemos, sin embargo, si fueron enterrados juntos. La búsqueda de su tumba es fascinante”, comentó Hawass en una entrevista previa con El Independiente. Otra de las hipótesis que manejan egiptólogos como Joyce Tyldesley, del Museo de Manchester y autora del ensayo “Cleopatra, la última reina de Egipto”, es que la reina fue incinerada y sus restos llevados a una tumba en Alejandría.
Sobre el halo de misterio que aún proyecta la reina, explotado también por la nueva serie de Netflix, sigue pesando otra obra de ficción, “Antonio y Cleopatra”, la obra teatral que William Shakespeare compuso a partir del relato de Plutarco. Hawass suele insistir precisamente en que conocemos a la monarca tamizada por la ficción. “Ninguna tumba de la tierra encerrará una pareja tan famosa”, proclamaba Octavio en el libro.
Cleopatra, una estrella faraónica
Cuentan que Cleopatra, la hija de Ptolomeo XII -asistida por sus criadas Iras y Charmion- prefirió renunciar a la vida antes que aceptar el ocaso de la civilización faraónica y jurar obediencia a Octavio, convertido en el 27 a.C. en el primer emperador romano bajo el nombre de César Augusto. Unas décadas después, Plutarco la definió como escurridiza y embaucadora, irresistible en el trato por su “voluptuosidad infinita al hablar” y la dulzura y armonía del son de su voz.
“La edad no puede marchitarla. (…) Provoca más hambre cuanto más satisface”, esbozó de ella Shakespeare. Según el retrato robot que nos dejaron los clásicos, Cleopatra era extremadamente inteligente e instruida en ciencias naturales, Filosofía, Medicina y Matemáticas. Políglota, fue el primer miembro de la dinastía ptolemaica en hablar egipcio antiguo.
La última soberana del antiguo Egipto -que se casó con sus dos hermanos y resistió a las conspiraciones de la corte- venció a su propio óbito y se convirtió en mito. “La primera celebridad del mundo”, según la describió el crítico estadounidense Harold Bloom, ha visto multiplicada su popularidad desde los inicios de la cultura de masas. Resucitó entre fotogramas. En la piel primero de Elizabeth Taylor; más tarde, de Angelina Jolie. Y ahora, con polémica incluida, en la de Adele James.
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