Una diadema ibérica, que los expertos califican como pieza excepcional, se encuentra puesta a la venta por parte de un coleccionista privado de Madrid después de un largo periplo sin conocerse su destino.
Tras su localización, un grupo de arqueólogos de Jaén se está movilizando para instar a la Junta de Andalucía a pujar por la adquisición de esta pieza, que pasaría a formar parte de la colección del Museo Ibero de Jaén.
El valor de esta pieza estriba en que se trata de una de las dos únicas diademas ibéricas (o iberas) conocidas hasta ahora. La otra, la de Jávea (Alicante), está expuesta en el Museo Arqueológico Nacional.
La que sale ahora a la venta es una diadema realizada en oro y articulada en tres subunidades, con algo más de treinta centímetros de longitud. El catedrático Arturo Ruiz, durante muchos años director del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, explica a EFE que la diadema fue fabricada con bandas de procesiones de simbólicas y esquemáticas palomas o paisajes de palmeras.
“Está realizada con la técnica de granulado y filigrana vinculada a la influencia de la orfebrería griega sobre un sustrato ibero con un fuerte pervivencia cultural fenicia u oriental y con una fecha de finales del s. IV o inicios del s. III a.n.e.”, señala Ruiz.
Pero la diadema de Madrid no solamente ha aflorado desde el fondo de una colección privada, desconocida para los investigadores, sino que además ha permitido documentar el lugar de su origen y la historia de su deambular silencioso por el siglo XX y lo que va del XXI.
Según explica Arturo Ruiz, su hallazgo se debió de producir en un momento de las primeras décadas del siglo XX y pasó a formar parte de la colección de Félix García de Olaya, de origen riojano, que residió en Jaén desde los 13 años.
Félix García de Olaya fue también desde 1890 correspondiente de la Real Academia de la Historia, por el padrinazgo del académico Joaquín Costa, y murió en 1922, fecha que actúa como tope final para fijar cuándo se produjo el hallazgo de la diadema de oro, pues perteneció a su colección.
En todo caso se sabe que la colección ya existía en 1878 pues en esta fecha, según recoge la revista Lope de Sosa en 1928, el coleccionista donó media arroba de monedas imperiales romanas para la fundición de dos campanas de la catedral de Jaén, lo que se justifica en que poseía monedas antiguas “en extraordinaria cantidad”.
Después de un largo silencio, un descendiente de Félix García de Olaya, un sobrino nieto llamado Ángel de la Riva Resines, que al parecer residió después en Benalmádena (Málaga), decidió vender la colección de antigüedades o parte de ella y seleccionó una diadema, de su absoluta propiedad, que cita como “un collar o pectoral greco-fenicio”.
De la pieza se indica en la factura que se vendió por setecientas mil pesetas y se dice de ella que “es de oro, cuya antigüedad aproximada es de seiscientos años antes de Jesucristo” y se añade en el contrato de venta que dicho collar fue encontrado en Montizón, cerca de Aldeahermosa y de Castellar, en la provincia de Jaén.
Arturo Ruiz cree que existen suficientes datos que avalan la procedencia de esta joya, que él no duda en definir como la diadema de Montizón. “La joya, propia de una reina ibera, que en el área de Montizón no debería ser otra que la reina de Cástulo, llegó a una nueva colección de Madrid donde perdió su referencia hasta 2022 en el que los propietarios de la misma han decidido venderla”, sostiene Ruiz, que es también presidente de la Asociación de Amigos de los Iberos de Jaén.
“Es muy importante no permitir que esta diadema, hallada en estas tierras y reconocida como una joya única por su gran calidad estética y técnica por la carga simbólica de sus imágenes, se vuelva a diluir en las nieblas y el olvido de otras colecciones privadas”, subraya el profesor Ruiz.
La orfebrería del oro en la cultura de los iberos es muy excepcional, y piezas como las extraordinarias arracadas de Santiago de la Espada (Jaén), con la representación de la diosa y la paloma, se perdieron en los años cincuenta en el Instituto Valencia de Don Juan, sin que se conozca su paradero actual.
De igual modo las arracadas de Granada acabaron en el British Museum.
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