A Mar García Puig (Barcelona, 1977) la cabeza le quebró al convertirse en madre. Al día siguiente de dar a luz a sus mellizos el miedo lo inundó todo y la ansiedad le nubló el juicio. Tuvo un brote psicótico que le duró muchos meses, que le llevó a vivir en una constante hipocondría y del que salió tras semanas de antidepresivos y terapia.
Su historia es la de muchas pero con un altavoz distinto. El mismo día que enloquecía, supo que sería diputada en el Congreso de los Diputados por En Comú Podem, lo que cree que le dio una fuerza distinta y, como cuenta ella, le protegió de no poder ejercer como madre.
García Puig ha pasado los últimos ocho años buscándose en el pasado, en mujeres que sufrieron como ella pero no acabaron tan bien. Mirando a otras madres que pasaron por lo mismo para poder pasar por lo suyo. Ahora lo presenta en forma de libro, La historia de los vertebrados (Random House), y un poco a modo de disculpa.
Pregunta.- Tras un proceso largo para quedarte embarazada, cuando das a luz entras en una depresión fortísima. ¿Qué pasó?
Respuesta.- Di a luz a mis mellizos un domingo de madrugada y al día siguiente cuando desperté en el hospital sufrí una fuerte crisis de ansiedad, una crisis de ansiedad aguda por un episodio de hipocondria. Empecé a temer por mi propia vida y por la salud de mis hijos de una forma desmesurada y que no se correspondía con la realidad ni con el estado en el que estábamos tanto yo como los niños.
Los médicos intentaron calmarme y me dijeron que todo estaba bien y enseguida percibieron que más que los efectos físicos que yo notaba en mí misma había un tema psicológico, así que avisaron a psiquiatría y se empezó a tratar como un trastorno de ansiedad postparto.
Este episodio se extendió durante meses. En el libro hablo de este primer medio año de los niños en el que estoy en un tratamiento más intenso y luego, no nos vamos a engañar, la maternidad sigue siendo un proceso complicado y lleno de miedos y he seguido con la terapia y gestionando la ansiedad que me produce este papel de madre y los miedos que se asocian a criar, en mi caso, a un niño y una niña.
P.- ¿Cómo se comporta el entorno de una madre que no es feliz cuando tiene a sus hijos?
R.- Pues yo creo que con incredulidad y en parte es normal. Además, yo venía de un proceso de fecundación in vitro y había luchado mucho por ser madre. Entonces, cuando nacen mis niños y están sanos y yo me vengo abajo... Nadie entiende lo que me está pasando. Hay una cierta euforia en el entorno cuando el parto va bien y la madre y el niño están bien así que de repente mi tristeza, mi malestar, no se entienden.
Pero el equipo médico del hospital y el equipo de psiquiátrica fueron un apoyo muy grande para intentar explicarle a mi familia lo que parece inexplicable: que en el momento que se supone de mayor dicha para una madre no es así y hay que decirles que eso puede suceder, que hay que transitarlo y que no es tan poco común.
P.- Te ocurre todo esto justo el día que te conviertes en diputada. ¿Se lleva bien la política con la maternidad?
R.- Es complicado. En el libro he intentado abordarlo no desde una posición de victimismo, porque es cierto que la política pública y la maternidad no se llevan bien pero es que en general la sociedad y la vida pública no se llevan bien con la maternidad. Lo que me ha pasado a mí le ha pasado a personas de todo tipo, desde las situaciones más precarias hasta mujeres en puestos muy bien remunerados y es que, a pesar de que hemos avanzado mucho en conciliación y corresponsabilidad, seguimos estando lejos de los niveles que querríamos.
Si no llego a ser diputada podría haber caído en el pozo de la mala madre y haber tenido una situación complicada"
MAR GARCÍA PUIG
Si a eso se le suma que determinados entornos, como los empresariales o los políticos, están muy masculinizados, que se sigue viendo todo el tema de los cuidados como algo privado y secundario, que se considera que no contribuye a la sociedad ni a hacer un mundo mejor como contribuyen las grandes cosas que salen en los periódicos... Pues sin duda es complicado, pero creo que es extensible a mujeres y a madres que se encuentran en otro tipo de trabajos y en puestos muy diferentes en la sociedad.
P.- Dices que si no llegas a ser diputada no sabes qué habría pasado, que quizás te habrías quedado sin la custodia de tus hijos.
R.-Bueno, es una afirmación osada por mi parte porque no sé exactamente qué habría pasado en otro caso pero sí que siendo diputada me han llegado algunos casos de retiradas de custodia o un cierto juicio público a madres que se encuentran en situaciones de precariedad o de soledad. Yo tenía una red, pero hay muchas que no la tienen, ni este estatus ni estas posibilidades económicas y que muchas veces el juicio es muchísimo más duro con ellas.
No hablo del que se pueden encontrar en el hospital, porque allí se encuentra comprensión. Pero es cierto que a veces con una voluntad de proteger a los niños, también por los roles establecidos de la madre, en otras condiciones podría haber tenido un juicio mucho más duro por parte de la sociedad. Podría haber caído en el pozo de la mala madre y haber tenido una situación complicada y esto, y en mi libro sale, en un pasado no tan lejano era muy común: mujeres que eran ingresadas contra su voluntad, que se le retiraba la custodia de los hijos y que no podían verlos.
P.- Pertenece a un gobierno que aboga por la conciliación pero que agenda ruedas de prensa a las 7 de la tarde o manda comunicados a la hora de cenar.
R.- Es una de las contradicciones que hay en política porque, efectivamente, tenemos el plan corresponsable, los planes de conciliación, se invierte muchísimo dinero... Siempre digo que el hecho de denunciar que en el Congreso de los Diputados no he podido ejercer con todos mis derechos la maternidad no es sólo por las consecuencias que tenga en mí como individuo, sino porque el Congreso de los Diputados y las personas que representamos a la sociedad tenemos una oportunidad para cambiar imaginarios y para enviar mensajes. Por eso me llama la atención y pienso que cómo vamos a emitir un mensaje de conciliación con una rueda de prensa a las 8 de la tarde cuando estamos impidiendo a padres y madres su derecho a los cuidados.
Incluso el reglamento que tiene el Congreso, un reglamento que afecta a 350 personas, no sólo no les permite conciliar sino que además está mandando un mensaje y es que, si quieres conseguir determinadas cosas en la vida, llegar a determinados puestos, tienes que hacer unas renuncias a los derechos que a la vez defendemos; es como un peaje que pagas por llegar aquí y ese mensaje no se lo envías sólo a las madres, también a los padres. Es decir, estamos intentado conseguir una sociedad corresponsable pero a la vez les estamos diciendo que si quieren estar en determinados puestos tienen que despedirse de ejercer estos cuidados.
P.- ¿Qué opina de las bajas maternales y paternales igualitarias?
R.- Hay una división entre colectivos de madres sobre si deberían ser más largas las de las madres que la de los padres pero en lo que sí estamos de acuerdo todos es en que deberían ser más largas.
Sí que apuesto por los permisos igualitarios y aquí vierto cosas de mi propia experiencia y mi trayectoria vital como hija de un padre ausente por movitos laborales. También creo que tiene esa capacidad de cambiar los imaginarios aunque es cierto que la maternidad implica otras cosas y muchas de ellas son físicas y hay que tenerlo en cuenta. Pero si en general tendemos a ampliar los permisos creo que podemos llegar a cubrir esas necesidades de la maternidad cuando se da a luz y se establecen ciertos vínculos físicos y a la vez estaremos mandando un mensaje de corresponsabilidad.
P.- Ayuso anunció que iba a abrir los colegios durante los días no lectivos para que los padres pudieran conciliar mejor y se le echaron encima. A las pocas semanas lo anunció también el PSOE. ¿Le parece una buena medida?
R.- Me parece que esta medida no puede no ir acompañada de medidas que te permitan estar con tus hijos si así lo quieres. A mi me parece muy bien que para aquellas personas que hayan decidido tener una jornada laboral amplia se les proporcione herramientas pero la conciliación no está pensada para la empresa y para el mundo laboral, o al menos no únicamente.
La conciliación tendría que ser una forma que te permita combinar tu actividad laboral con tu actividad familiar y de cuidados por lo que creo que estamos entendiendo por conciliación que alguien cuide de tus hijos y no es así. Mucha gente me dice que no me puedo quejar porque al tener una situación económica buena puedo contratar a alguien que cuide de los niños, pero eso no es lo que yo quiero. Quiero poder cuidar a mi hijos, tengo el derecho a cuidar a mis hijos.
P.- ¿Qué le pareció el cartel de Pablo Iglesias con el "Vuelve" después de su baja paternal? ¿Todavía es un héroe un hombre que deja de trabajar unos meses para cuidar de sus hijos?
R.- Totalmente. Cuando un hombre ejerce la paternidad se le pone como un héroe. Mira, me acuerdo que cuando hubo repetición de elecciones un compañero diputado renunció a ir en listas porque se había separado y para poder ejercer la custodia compartida no podía estar tantos días aquí en Madrid. Pues resulta que se convirtió en titular. ¿Cuántas mujeres habrán hecho lo mismo? Se le puso de magnífico padre, que lo será, pero cuántas mujeres lo hacen y se da por supuesto que deben hacerlo. Este tipo de cosas, el "Vuelve", el convertir en titular que un padre ejerza de padre, pues demuestra que nos queda mucho.
P- ¿Qué nos queda?
Creo que hay que saber aceptar la imperfección porque por muchas leyes y discursos que interioricemos nos seguimos obsesionando con ser madres perfectas"
MAR GARCÍA PUIG
R.- Un cambio social y de imaginarios. Podemos ir haciendo leyes pero hasta que no modifiquemos qué es conciliar, hasta que no cambiemos todos estos estereotipos que tanto daño nos hacen pues no podremos vivir una maternidad mucho más plena, mucho más libre y menos angustiante. Creo que también hay que saber aceptar la imperfección porque por muchas leyes y discursos que interioricemos nos seguimos obsesionando con ser madres perfectas. Tenemos que aceptar que hay que vivir con ello, con la imperfección, y hay que aceptarlo como madres y como hijas. Tenemos que dejar de cargar en las espaldas de las madres todos nuestros males.
P.- ¿Y a nivel legislativo qué más se puede hacer?
R.- Creo que hay que cambiar en mucho los hábitos laborales de este país. La jornada de 4 días, otros tipos de jornada, el teletrabajo... Eso para las mujeres y madres que tenemos la suerte de tener un trabajo y tenerlo regulado. Luego están todas esas mujeres invisibles y precarias que han tenido que dejar a sus hijos en otro continente y que también hay que ponerlas en el centro.
En general, hay que avanzar en todos los temas de salud mental y mi libro también quiere visibilizar un tema del que se habla poco y es esta relación entre maternidad y salud mental. Para eso hay que avanzar en una sanidad pública que sea consciente de todo lo que acompaña a la maternidad más allá de lo médico y el parto.
P.- En el libro dices que crees que los antidepresivos no fueron útiles durante tu tratamiento pero que no eres anti pastillas.
R.- En mi caso se combinó un tratamiento farmacológico con una psicoterapia, las dos cosas bastante intensivas. Al principio tuve una medicación con ansiolíticos bastante constante, igual que la psicoterapia que eran dos veces por semana. En mi caso creo que no me hacían efecto los antidepresivos, aunque nunca tendré la certeza porque al combinar los dos tratamientos no sabes qué te ha ayudado o qué no a salir del pozo.
Pero creo que en mi caso el problema no fue biológico, en mi caso ese miedo se debía más a una certeza que creo que tenemos todas las madres pero que a mí me pesaba demasiado que es esa certeza de que debes estar allí y muy entera para ese nuevo ser y que hay cosas imprevisibles que pueden pasar, que no puedes controlar, y eso para mí era una especie de losa que me costaba mucho soportar.
En ese caso la aceptación de cómo es la vida y de los límites maternos, hasta dónde podemos llegar las madres, que no podemos modificar las leyes de la vida sino que tenemos que aprender a convivir con ellas y esos miedos, pues ir aceptando eso fue lo que me hizo superar esta crisis tan aguada.
P.- También te ha ayudado mucho la búsqueda de referentes.
R.- Cada vez hablamos más de maternidad y de otras formas de ser madre más allá de las ideales que nos han impuesto y que posiblemente no existan porque como en todo no existe lo ideal y tampoco existe la madre perfecta.
Para mí bucear como hice en libros, en las historias de otras mujeres y otras madres fue como una salvación, una parte esencial de la terapia porque cuando la gente no comprendía lo que me estaba pasando yo encontré la comprensión de estas mujeres del pasado que me acompañaron. Ahora, a raíz de la publicación del libro, muchas mujeres, madres, me están explicando que se sintieron igual y que se están sintiendo igual y estamos encontrando esa serie de apoyo, de compañía que muchas veces cuando despiertas en la habitación de un hospital no encuentras.
P.- ¿Cómo se le cuenta a un hijo lo que te ha pasado?
R.- Este libro nace como una forma también de explicarle a mis hijos que me pasó esos meses y nace también como una disculpa hacia ellos y por eso la dedicatoria del libro es: "A ellos, con mil perdones". Porque aunque yo he intentado, buscando esos referentes y esas historias, explicar que la maternidad no tiene porque ser perfecta y que en la maternidad hay muchos sentimientos que son válidos más allá de la felicidad constante es cierto que sigo cargando con la culpa.
A veces puedes estudiar mucho sobre una cosa y llegar a entenderla pero no deshacerte de esa carga que me sigue pesando por no haber vivido esos primeros meses de mis hijos con toda la felicidad que querría haber sentido y también por no haber podido ser la madre perfecta que me había propuesto ser. Aunque haya leído a filósofas, a feministas, a escritoras y haya compartido ahora ya con muchas mujeres estos sentimientos pues no dejo de cargar con esa culpa. Creo que este libro es un testimonio de la culpa y de que por mucho que por mucho que te la intentes quitar de encima, pues ahí sigue.
P.- ¿Se irá esa culpa en las siguientes generaciones o es intrínseca a la condición de madre?
R.- Creo que algo cambiará pero vamos a tener que convivir con esto. Es decir, entiendo que tengo que convivir con el miedo y entiendo que como madre que no puedo ser perfecta.
A veces pasa en las cosas más cotidianas, puede pasar en una depresión postparto, pero puede pasar cuando riñes a tu hijo y al segundo piensas: "No le tendría que haber reñido". A mi me ha pasado, a veces llorar delante de mis hijos y luego sentirme culpable. En este libro me he reconciliado con mi madre porque la culpé de muchísimas cosas y quizás como hijos e hijas tenemos que entender que no tenemos que culpabilizar a nuestra madre de todo lo que nos pasa y que las madres son humanas y tienen fallos y defecto.
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