El 28 de julio de 1794, 10 de termidor del año II, según el calendario revolucionario, Maximilien Robespierre, medio moribundo después de haber recibido un tiro, era llevado a la guillotina. Tan sólo unas horas antes era uno de los hombres más poderosos de Francia y ahora su cabeza caía ante un pueblo que con su muerte veía el final de la época del Terror.

Su derrocamiento se ha contado muchas veces pero ahora el historiador especialista en Revolución Francesa y profesor de la Queen Mary de Londres, Colin Jones, ha querido contarlo minutado. El británico ha recurrido a todos los documentos de las últimas 24 horas de vida de Robespierre, a cada anotación, a cada texto, a cada decisión policial... Para no dejar nada a la imaginación, para que los hechos lo cuenten todo y la subjetividad al narrarlos desaparezca.

Portada de 'La caída de Robespierre', de Colin Jones.

"El resultado de aquel día dependió de un millón de microdecisiones tomadas por los parisinos en las distintas zonas de la gran ciudad y a lo largo de aquellas veinticuatro horas", asegura el autor en la introducción de 24 horas en el París revolucionario. La caída de Robespierre (Crítica). "Se pueden contar esas horas por la riqueza excepcional que presenta la documentación archivística de aquel día, que nos permite acceder literalmente a cientos y cientos de micronarraciones que cubren fragmentos del día desde una multitud de ángulos", explica y añade que además, días después de la muerte de Robespierre, el diputado del Gobierno en el que confiaron la seguridad de la ciudad, Barras, pidió a cada una de las 48 secciones que en la época revolucionaria formaban París, que contasen de manera "exhaustiva" que había ocurrido los días 8, 9 y 10 de termidor, es decir, 26, 27 y 28 de julio.

"Un hecho en apariencia menor puede esclarecer una sospecha o propiciar el descubrimiento de una verdad útil. Infórmame de todas las órdenes que diste y de todas las que recibiste; pero, sobre todo, precisa la hora y la fecha de cada una. Así serás consciente de su importancia", les escribió a los responsables de cada zona además de recopilar todos los expedientes policiales de aquella jornada a través de un comisión oficial.

Pero tenemos que volver algo más de un año hacia atrás para entender el germen del porqué. En julio de 1793 Robespierre entra a formar parte del Comité de Salvación Pública (CSP) como uno de sus miembros más destacados. Como explica Jones, "desde su creación en abril de 1793 el CSP había estado afanándose en prevenir un desastre militar y una implosión interna. Estaba autorizado para dirigir la campaña bélica en la que se había visto involucrada Francia con todos los medios que tenía a su alcance, incluidos poderosos ataques autoritarios a cualquier que se opusiese a la estrategia del Gobierno. Es decir: mediante el terror".

Robespierre abandonó su antigua oposición a la pena capital, insistió en que la República francesa tenía la obligación de acabar con la vida de quien había usurpado la libertad colectiva del pueblo francés"

COLIN JONES

Ante una amenaza externa y otra interna debido a las distintas revoluciones dentro del país en contra de las políticas parisinas, sobre todo en la zona oeste, se declara un estado de emergencia donde se suspenden libertades individuales y donde es el jacobino Robespierre el que legitima esta situación a través de distintas reformas sociales y con la guillotina como mecanismo de contención. "Robespierre abandonó su antigua oposición a la pena capital, insistió en que la República francesa tenía la obligación de acabar con la vida de quien había usurpado la libertad colectiva del pueblo francés. Su actuación adoptó principalmente la forma de lo que conocemos como Terror, el período de intimidación y castigo de disidentes internos mediante el uso de numerosos canales de violencia de Estado", asegura el autor del libro sobre una época en la que se "ajusticiaban" a unas 40 personas al día sólo en París y unos años en los que se calcula que en Francia se asesinó a 17.000 personas "contrarias a su revolución".

Él, que había empezado en 1789 como diputado de los Estados Generales por la provincia de Artois, era uno de los políticos como mejor reputación y con una gran oratoria. "Es sus mejores momentos era capaz de hechizar a los oyentes permitiéndoles vislumbrar un mundo mejor y más justo. Cuando se soltaba, su retórica poseía un poder hipnotizante y casi mágico que ningún otro político podía igualar", explica Jones.

Pero sus palabras empiezan a tener demasiado poder y las élites políticas temen por su vida ya que el jacobino no respeta ni a los suyos a la hora de impartir justicia. "Los carros del verdugo mezclan clases sociales con promiscuidad e incluyen por igual a partidarios y detractores de la Revolución. Muchas víctimas gritan desde el cadalso: "¡Viva la República!", lo que suscita muchas dudas de lo que está ocurriendo", explica el autor británico y continúa asegurando que "Robespierre defendió y justificó las masacres por considerarlas expresión de la voluntad popular".

Su poder empezó a ser considerado como "dictatorial" y mucho le tildaron de tirano. Aprobó leyes que decretaban la pena de muerte en casos de acaparamiento, creó una milicia popular que registraba los campos cercanos a Paris y obligaba a ganaderos y agricultores a llevar sus productos al mercado a precios muy bajos y le dio autoridad al CSP para requisar propiedades y mano de obra. También legisló contra de la libertad de prensa, las libertades escénicas, contra la participación de la mujer en la vida pública prohibiendo, por ejemplo, la Sociedad de Republicana Revolucionarias... Y muchos empezaron a conspirar y, sobre todo, a temer.

Como explica Jones, dos días antes de su muerte cuando pronuncia un discurso en que anuncia que va a denunciar a nuevos traidores, algunos de ellos diputados de la Convención Nacional "no parece haber marcha atrás". Al día siguiente, cuando intenta volver a hablar los gritos del resto de la cámara se lo impiden. "Desde sus escaños, los representantes del pueblo veían cómo se iba transformando el rostro de Robespierre durante la sesión. Había intentado, mediante toda clase de súplicas y hasta con amenazas, que lo escuchasen; pero todo había sido en vano", explica. Tan en vano que al final de aquella sesión él y sus seguidores fueron detenidos.

El cuerpo de un tirano solo puede acarrear la peste. ¡El lugar señalado para él y para sus cómplices es la Place de la Révolution!"

Jacques-alexis thuriot

La noticia corrió como la pólvora y la Comuna se declaró insurrecta y acudió a liberarlo. Lo escondieron en el ayuntamiento pero a las pocas horas fueron sorprendidos y se produjo un tiroteo en el que el "incorruptible" recibió un disparo en la mejilla. Herido y conmocionado fue llevado a las dependencias del CSP y condenado a la guillotina. "El cuerpo de un tirano solo puede acarrear la peste. ¡El lugar señalado para él y para sus cómplices es la Place de la Révolution!", aseguró Jacques-Alexis Thuriot, uno de sus mayores oponentes.

Y allí le llevaron juntos a 21 de sus seguidores y allí ante la mirada del pueblo francés le cortaron la cabeza. "Los parisinos no ofrecieron resistencia ni mostraron hostilidad ante las ejecuciones en masa de sus representantes electos, que se llevaron a cabo tras la journée del 9 de termidor. Ni siquiera el alarido final de Robespierre impidió que el descomunal gentío que acudió a ver su ejecución el 28 de julio regresase satisfecho a sus hogares. En toda la ciudad imperaba un humor festivo y optimista", asegura Colin Jones sobre el día que acabó el Terror.