Se enteró viendo un documental de la BBC en 1998. Es posible que llevase años sin pensar en aquel edificio pero ese día vio que era parte de una historia de película. Diane Hartley escuchó en la televisión cómo un estudiante de ingeniería había salvado a uno de los edificios más emblemáticos de Nueva York de caer y aplastar todo lo que tenía alrededor. Aquel estudiante, al que presentaron como un hombre, era la propia Hartley que 20 años antes había encontrado un fallo en la construcción del rascacielos Citicorp Center y había informado corriendo a los ingenieros.
Su historia, la del edificio, es la protagonista de la primera novela de Pedro Torrijos, el hombre que lleva años haciendo de los jueves un día más llevadero con sus historias, la mayoría relacionadas con "el entorno construido", que ya leen más de un millón de personas. De todos los edificios de los que ha hablado, las ciudades, los rascacielos... Eligió este porque llevaba sin darse cuenta 13 años escribiendo sobre él.
Era un tipo bastante arrogante, bastante gilipollas hace 13 años y darme cuenta que había cometido un fallo me colocó en otra posición"
"La historia de este edificio resuena mucho conmigo. Yo también creí que era infalible y cometí un error que desembocó en un trastorno obsesivo compulsivo. No fue un error tan grave como lo que pasó aquí pero era un tipo bastante arrogante, bastante gilipollas hace 13 años y darme cuenta que había cometido un fallo me colocó en otra posición", explica durante una entrevista a El Independiente sobre La tormenta de cristal (Ediciones B).
Aquí se cuenta cómo otro tipo bastante arrogante cometió un error que pudo acabar con 30.000 personas en la ciudad de Nueva York. Pero empecemos por el principio. En 1977 se inaugura un edificio en la calle 53 de La Gran Manzana, entre Lexington y la Tercera Avenida. Poder construir allí no había sido fácil porque en aquel solar se encontraba una iglesia luterana que no tenía ninguna intención de vender su parcela ni de cambiarse de ubicación.
Pero claro, hablamos que detrás de aquel nuevo edificio estaba Citicorp, una entidad bancaria bastante solvente, y una crisis económica que lastraba a Estados Unidos y por la que todos empezaron a temer. Así que los luteranos se lo replantearon cuando vieron que podían conseguir el dinero necesario para no pasar miedo a cambio de una nueva iglesia que compartiese solar con el rascacielos. Citicorp aceptó y la situó justo debajo de una de sus esquinas, con el nuevo edificio volando por encima de su cubierta.
El rascacielos de Citicorp (ahora Citigroup) con la iglesia luterana junto debajo.
La idea había sido del arquitecto Hugh Stubbins que contó con la ayuda de un ingeniero para calcular las estructuras, el prestigioso William J. LeMessurier. "Este es el tipo arrogante y un poco gilipollas que a la hora de determinar el coeficiente de seguridad fue más positivo de lo que debería haber sido y determinó la hipótesis menos favorable en vez de la más desfavorable en relación al viento", explica Torrijos.
LeMessurier jamás pensó que habían cometido un error hasta un año después de la inauguración del edificio. A poca distancia de Nueva York una jovencísima Diane Hartley, que estudiaba la doble carrera de Arquitectura e Ingeniería de estructuras en Princeton, comenzó a trabajar en una tesis sobre este singular edificio. En ella quería recoger tanto el efecto visual como económico del rascacielos pero también su diseño estructural y mientras estudiaba cada centímetro descubrió que había un error en la hipótesis del cálculo contra el viento. "El error estaba derivado de un montón de fichas mal colocadas en el tablero, algunas desde hace siglos. Tener que esquivar la nueva iglesia luterana provocó que los pilares no pudiesen ir en los lugares habituales y se tuvieran que construir unos voladizos enormes para un rascacielos de 300 metros. Esto se junta con la obsesión por la innovación de LeMessurier, que se cree una especie de héroe, con la necesidad de ahorrar y con que consideran la opción menos favorable y no la más desfavorable en el factor viento", asegura el autor y arquitecto.
Hartley se lo comentó rápidamente a su tutor de tesis y este, con algo de miedo por quién estaba detrás de la construcción del rascacielos, le dijo que se lo comunicase al equipo de ingenieros, que él creía que tenía razón. Como narra Torrijos en su novela, "le dijeron que se fuera a pastar, que quién se había creído y que ellos trabajaban con un túnel de viento y una tecnología de la leche y que cómo se iban a equivocar. Pero se debieron volver a casa preocupados y empezaron a repasar y repasar. Efectivamente, se habían equivocado y pusieron en marcha un dispositivo para arreglarlo con el miedo, añadido, de que un huracán se acercaba a Nueva York".
Más que miedo, pavor, porque si el viento llegaba desde un lado concreto el edificio caería no como lo hicieron las Torres Gemelas sino lateralmente aplastando todo lo que se encontrase a su paso que era mucho, el rascacielos medía casi 300 metros. "Podrían haber muerto más de 30.000 personas si eso llega a ocurrir pero también te digo que no era tan fácil que ocurriese o por lo menos antes de que alguien, que no fuese esta señora, hubiese visto el error porque al ser un edificio tan singular seguro que se habría estudiado infinidad de veces. El viento es muy traicionero, podemos construir edificios para un viento que quizás no llegue nunca, que llega dentro de 200 años o dentro de dos, es muy difícil de saber", explica.
También que nadie se puso en contacto con Diane Hartley pese a que se dieron cuenta de que tenía razón, que el cálculo era erróneo. "No se acordaban ni de su nombre y como en inglés no hay diferencia de sexos a la hora de hablar pues le habían dicho "a student" a LeMessurier y él siempre pensó que era un hombre y así lo transmitió en el documental que vio ella años más tarde", dice Torrijos que añade que ella se puso en contacto con la BBC en cuanto lo vio y a partir de ahí empezó a darse a conocer su historia.
Una historia que en 2019 el propio Torrijos contó en la segunda temporada de #LabrasaTorrijos en Twitter y que se viralizó. "Una estadounidense cogió mi hilo y puso: 'Por si alguien quiere escribir una novela', y ese alguien era yo", recuerda.
Para escribir este thriller se puso en contacto con muchos de los personajes reales y también con ella. "Es una mujer bastante mayor y aunque no le importaba hablar de su historia pues estaba ya cansada así que me dio enlaces a entrevistas donde ella contaba su versión de los hechos, por así decirlo, como yo le expliqué que iba a ser ficcionado pues me dijo que todo le parecía bien si dejaba claro que estaba basado en una historia real pero que había partes inventadas. Ahora está jubilada. aunque estudió Arquitectura e Ingeniería acabó estudiando un MBA en Princeton y dedicó la gran parte de su carrera a una agencia inmobiliaria boutique de centros comerciales y locales en San Francisco", recuerda Torrijos que hace hincapié en que su intención tanto con esta novela como con su trabajo en redes sociales no es tanto la de acercar la arquitectura a la gente sino hacer que esta se divierta.
"Dicho esto, no viene mal, aun estamos en una posición en la que la mayoría de las escuelas de arquitectura consideran que lo que yo hago no es serio, piensan que como yo acerco la arquitectura a la gente no es la manera más correcta", confiesa y explica que "la comunicación arquitectónica siempre ha sido muy hermética, siempre se ha creído que las 'personas normales' no están preparadas para lo elevado de esto".
Un trabajo "no serio" que llega a 1 millón de personas y que le permite dedicarse a contar historias con la arquitectura como protagonista (no siempre) a un público masivo. "Pero todavía falta que la propia academia nos considere algo más que cuatro francotiradores un poco descarriados".
¿Es común este tipo de fallos en los rascacielos?
Uno de los personajes de la novela de Pedro Torrijos se pregunta que qué es un rascacielos. Es una pregunta a la que se da respuesta ella misma asegurando que es "un escupitajo del capitalismo, una falta de respeto por toda la gente no llega a fin de mes". Para el autor y arquitecto es eso y lo contrario. "También es el triunfo de la especie humana en forma de equilibrio, la catedral del capitalismo junto con los estadios de fútbol. Una torre de babel, un milagro que si se hace bien permite que vivamos felices", explica.
Además, asegura que es mejor vivir hacia arriba que en casitas con jardín. "Es muchísimo más ecológico que hacerlo en suburbios como los americanos. Hay que hacer una rehabilitación intelectual del rascacielos siempre que se haga bien. Benidorm, por ejemplo, es un sitio muy ecológico aunque tiene el problema de que está vacío la mitad del año", explica y habla de porqué es tan llamativo lo que ocurrió en Nueva York. "Es muy muy difícil que se produzcan ese tipo de fallos en edificios de menos de 100 años. Los coeficientes de seguridad absorben casi todos los errores que puedan ocurrir, todos los peligros".
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