Probablemente representan, junto a Quino, el más potente y estable lugar común de lo argentino en la memoria colectiva de la España democrática. Es significativo que su primera gira en nuestro país, en 1974, fuera un fracaso: tuvieron que llegar las libertades, y con ellas la curiosidad y el hambre general de nuevos estímulos, para que el humor blanco pero crítico e inteligente de Les Luthiers, con su culta fragancia porteña, arraigara en nuestro país y encontrara aquí a uno de sus públicos más fieles. Casi cincuenta años después de aquello, la octava formación del grupo cómico-teatral-musical arranca este miércoles en el teatro CaixaBank Príncipe Pío el tramo español de su gira de despedida con el espectáculo Más tropiezos de Mastropiero.
Veinticuatro fechas en Madrid hasta el 25 de junio, a las que seguirán actuaciones en Sevilla (27 y 28 de junio), Nerja (30 de junio y 1 julio), Barcelona (4, 5 y 6 de julio) y San Sant Feliu de Guíxols (9 de julio), para decir adiós del todo antes de convertirse en "esperpentos seniles", tal y como bromeaba en enero Carlos López Puccio, uno de los miembros fundadores que permanece en la formación, poco antes de poner en marcha en el Teatro Ópera de Buenos Aires la gira que ahora llega a Madrid.
Una retirada a tiempo
"Este año cumpliré 77 años, y Jorge" –Jorge Maronna, el otro fundador en activo– "75. Nos sentimos muy vitales, y artísticamente creemos estar en nuestro mejor momento; pero a medida que nos acercamos a los 80 nuestros músculos y articulaciones nos anticipan que pronto comenzarán a presentarnos impedimentos", reconocía. Ayer presentaron en Casa de América sus fechas en España acompañados del resto del elenco actual de Luthiers: Roberto Antier, Tomás Mayer-Wolf, Martín O'Connor y Horacio Tato Turano.
Su mundo mítico y paródico, hecho a base de canciones –unas doscientas, como "La balada del Séptimo Regimiento", "San Ictícola de los Peces", "Entreteniciencia familiar", "Rhapsody in Balls" o el bolérolo «Perdónala»– e instrumentos imposibles –el alambique encantador, el tubófono silicónico cromático, la desafinaducha o la mandocleta, y así hasta treinta– apela cómplice a la cultura del espectador. Y anida en la memoria de quienes con fidelidad inusual han acudido a verles año tras año, contagiando su afición de hijos a nietos. Fans entusiastas que complementaban el espectáculo en vivo con los VHS de sus actuaciones, y ahora a través del generoso archivo del perfil en YouTube del grupo, que cuenta con más de 800.000 suscriptores. En vísperas de su retirada, Les Luthiers descumplen años en los nuevos soportes, donde acumulan seguidores –170.000 en TikTok, 331.000 en Instagram–, likes y visionados.
"Ni ideológico ni pedagógico"
Y su trabajo resiste airoso la prueba del nuevo moralismo y el severo escrutinio de los guardianes de la corrección política. Algo insólito con una trayectoria de más de cinco décadas a sus espaldas. La clave, quizá, es que "Les Luthiers nunca ha sido ideológico ni pedagógico", aclaraba ayer López Puccio, ejerciendo de nuevo de portavoz. "El objetivo básico es divertir y divertirnos. Hay un poco de lenguaje inclusivo, de temas de género, todo eso de lo cual hablamos permanentemente cuando hablamos de la corrección política. Y lo tocamos con una suavísima incorrección, que es reírse cómplice con el público que está de un lado o del otro". Un admirable equilibrio al alcance de muy pocos.
De algún modo, Les Luthiers comenzaron a despedirse en 2017, cuando cumplieron medio siglo de andadura y recibieron el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por ser «un espejo crítico y un referente de libertad en la sociedad actual». Entonces decidió jubilarse uno de sus miembros más veteranos, Carlos Núñez Cortés –que estos días ha presentado en España su libro Memorias de un luthier–. Dos años antes había muerto Daniel Rabinovich. Y en abril de 2020 lo hizo Marcos Mundstock, la voz más reconocible del grupo y creador, junto al prematuramente desaparecido Gerardo Masana, del personaje icónico de Les Luthiers, el enigmático y misterioso Johann Sebastian Mastropiero. El nuevo espectáculo gira, precisamente, en torno a una supuesta entrevista en la que el ficticio compositor rememora su vida de compositor "desde sus primeros fracasos hasta los más recientes".
Desde la severidad aparente de su indumentaria, smoking y black tie, Les Luthiers vuelven para hacernos reír y pensar una última vez. Aunque, si la despedida es lo suficientemente cariñosa, quizá se lo piensen. Y de paso lo cuenten en una nueva canción.
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