Fue el último discurso de Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) y ni siquiera lo pronunció. No podía moverse de Valladolid y envió por carta a la Universidad de Salamanca sus agradecimientos por haber sido nombrado doctor honoris causa. Fue en noviembre de 2008, dos años antes de que muriera y ocho después de que la vida se le hiciese un poco más cuesta arriba tras ser operado de cáncer.
La carta, titulada Un ecologista de vanguardia, es desconocida para el gran público ya que sólo se ha editado una vez y se publica hoy junto con el resto de sus discursos en Los discursos de Miguel Delibes. Naturaleza, literatura y vida (Destino) de cuya edición y prólogo se ha encargado la Catedrática de Lengua Castellana y Literatura Ana María Martínez. Desde el que regaló a la Real Academia Española cuando en 1975 se sentó en la silla 'e' hasta este último donde cierra el ciclo hablando de la naturaleza y el hombre, del ecologismo, de encontrar un campo más grande que el Campo Grande de Valladolid.
Me designa doctor no por una mentira piadosa ni por una probabilidad entre ciento, sino por haber sido ecologista antes de que esa palabra existiese"
Miguel delibes
En esta carta en la que agradece profundamente el nombramiento, asegura que la última década ha sido de las peores de su vida. "En 1998 sufrí una operación de cáncer. Salí vivo pero disminuido (....) No solo me faltaban hematíes sino memoria, vista y capacidad de concentración. No podía escribir ni cazar perdices rojas... No valía ya para la vida. Estaba acabado", aseguró después de afirmar que la decisión le había pillado desprevenido. "Cuando a mis casi noventa años creía tener todo preparado para marchar, me sorprende la buena noticia. La Universidad de Salamanca me designa doctor no por una mentira piadosa ni por una probabilidad entre cientos, sino por haber sido ecologista antes de que esa palabra existiese. Huye de tópicos y crea sus razones: no mi infalibilidad gramatical –que nunca existió–, ni la presunta perennidad de mi obra, que aún está por ver. Mi tocayo Miguel Lizana me considera un ecologista de vanguardia, sencillamente".
A lo que añadió que él había nacido naturalista, "como otros nacen rubios o morenos". "Y me nacieron así frente al Campo Grande de Valladolid, un lugar indicado, pero yo pasé la vida buscando un campo todavía más grande que el Grande", como si no fuese una opción pensar como pensaba, considerar la naturaleza de otra manera.
Naturaleza y literatura
En esta carta-discurso se puede ver gran parte de todo Delibes. Y lo que falta se encuentra en los otros 14 textos que se reúnen en la publicación y en la que queda aún más claro que los temas narrativos del escritor fueron también sus temas vitales. "Infancia, muerte, naturaleza y preocupación social constituyen la sustancia de la narrativa delibeana –lo dijo el propio autor y lo ha reiterado la crítica–. Pues bien, naturaleza y literatura conforman los dos grandes conjuntos temáticos en los que se pueden clasificar sus discursos, su común denominador", explica Martínez.
"La naturaleza es el tema central de tres de sus discursos: el del ingreso en la RAE (1975), el de doctorado honoris causa en la Universidad del Sarre (1990) y el discurso-carta a la Universidad de Salamanca (2008)", añade. Un tema que aunque en 2008 era común, en los setenta se escapaba de la conversación pública. Incluso la RAE, cuando en el 2013 publicó sus palabras de ingreso en la Academia, escribió que "impresiona considerar que las siguientes páginas de Delibes fueron escritas hace 38 años". A lo que Martínez añade que este discurso tiene "dos temas entrelazados que lo atraviesan: la protesta clamorosa contra la brutal destrucción de la naturaleza que la sociedad moderna está llevando a cabo en aras del progreso técnico, y el rechazo frontal a ese mismo progreso que destruye la naturaleza y, por ello, deshumaniza al hombre".
El desdoblamiento del narrador le conduce a asumir unas vidas distintas a la suya pero lo hace con tanta unción que su verdadera existencia se diluye"
MIGUEL DELIBES
Pero la naturaleza no es la única temática de sus intervenciones públicas. También reflexiona sobre el desdoblamiento del narrador en sus personajes, tal y como se puede ver en su discurso de inauguración del curso de verano de El Escorial de 1991 y al recoger el Premio Cervantes el 25 de abril de 1994. "Si la vida siempre es breve, tratándose de un narrador, es decir, de un creador de otras vidas, se abrevia todavía más, ya que este, antes que su personal aventura, se enajena para vivir la de sus personajes. Encarnado en unos entes ficticios, con fugaces descensos de las nubes, transcurre la existencia del narrador inventándose otros yos, de forma que cuando medita o escribe está abstraído, desconectado de la realidad", dijo. Y continuó asegurando que "el desdoblamiento del narrador le conduce a asumir unas vidas distintas a la suya pero lo hace con tanta unción que su verdadera existencia se diluye y deja en cierta medida de tener sentido para él".
"Un gran escritor pero un mal orador"
Fue el último discurso que pronunció. "Lo dijo, que ya no iba a ir a más premios, que no iba a hacer más discursos. El del Cervantes es mi favorito, es de una belleza maravillosa, pero dijo que era el final y lo fue. No le gustaban nada, siempre llevaba a mi hermano Miguel con el papel en el bolsillo de la americana por si no quería salir y por ejemplo en el Premio Vocento fue mi hermano el que lo leyó, no él", asegura su hija Elisa Delibes, que vivió con él 59 años y que recuerda a su padre como un gran escritor pero "un mal orador".
"Él no podía ir a un sitio donde era el protagonista, no era un animal social, se ponía nervioso. Un mes antes de cada premio empezaba a decir que se encontraba mal, que tenía fiebre y llamaba al médico, yo creo que para que le dijera que estaba fatal y que no podía ir", recuerda. También que el peor discurso para la familia fue el que más veces se ha reeditado, el mejor para el público. "Tenía 54 años y acababa de morir mi madre e iba a dar ese primer discurso en la Academia. Estaba destrozado, no éramos capaces de consolarlo y pensé que no lo iba a aguantar. Nos hizo sufrir mucho ese discurso...".
Acababa de morir mi madre e iba a dar ese primer discurso en la Academia. Estaba destrozado, no éramos capaces de consolarlo y pensé que no lo iba a aguantar. Nos hizo sufrir mucho ese discurso..."
ELISA DELIBES
Cuando en 1975 Miguel Delibes habla ante la RAE ya era un escritor consolidado, "había publicado obras tan decisivas en su trayectoria literaria como El camino o Cinco horas con Mario. Como escritor y como periodista, había lidiado ya con la censura y había conquistado cotas de libertad apreciables", escribe Martínez en el prólogo. La falta de libertades como tema también aparece en este libro, en el discurso de agradecimiento por el homenaje que la Asociación Colegial de Escritores y la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid le hicieron en 1989. "Ante una situación de censura, la posición del escritor es clara: debe intentar burlarla diariamente con su ingenio y presionar sobre sus límites, de manera que a cada obra que escriba encuentre un espacio más amplio de libertad", aseguró.
Pero no sólo la temática, muy adelantada a la época, llama la atención. Para Martínez lo más singular "en los discursos de Delibes es la reciprocidad emisor-receptor, esto es, la expresión clara y sincera de la estima que Delibes otorga a su auditorio".
"Era muy educado en los agradecimientos pero a mí me hacía mucha gracia y es que al acabar decía: 'Muchas gracias y nada más', con un tono de 'ya no puedo más'", recuerda su hija. Y vuelve a aquel día en el que la cúpula de la Universidad de Salamanca se presentó en su casa porque Delibes no podía ir a recibir el honoris causa. "Vinieron a dárselo aquí y de ahí sale esa última carta-discurso", asegura. Martínez añade que ha sido el texto que más le ha sorprendido. "El contenido del todo no sorprende pero el Delibes que ahí aparece... Un hombre anciano que busca sentido a su propia existencia, un hombre que recibe un regalo que da sentido a sus últimos años de vida".
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