Van para veinte años los que lleva horadando las arenas en busca de Cleopatra VII, la última reina del antiguo Egipto. La de la dominicana Kathleen Martínez es una búsqueda obstinada, impermeable al desaliento y los reveses propios de una excavación en la tierra de los faraones. Tan concienzuda como el pundonor con la que la monarca trató de mantener a flote los restos del imperio egipcio frente al empuje romano. Dos milenios después, otra mujer batalla para hallar su tumba, hasta ahora esquiva, y hacer justicia reescribiendo la biografía que la propaganda de sus enemigos convirtió en “femme fatale”, seductora, caprichosa y sexualmente voraz.
“Cleopatra fue una mujer excepcional que demostró que era capaz de hablar con elocuencia, inteligencia y al mismo nivel de las grandes figuras masculinas de su tiempo: Julio César, Marco Antonio, Marco Tulio Cicerón, Cilnio Mecenas y otros tantos”, asegura Kathleen Martínez en conversación con El Independiente. La arqueóloga dirige las excavaciones en Taposiris Magna, un complejo monumental emplazado a unos 45 kilómetros al oeste de la ciudad de Alejandría donde su teoría sitúa el descanso eterno de la reina ptolemaica que unió su destino al de Marco Antonio y acabó sucumbiendo a la derrota de un Egipto cuya independencia de Roma trató de preservar.
Desde que comenzara la misión, de las entrañas de Taposiris Magna ha aflorado un callejero de catacumbas. Sus límites resultan aún imprecisos. “Probablemente queda un 50 por ciento sin excavar del área que hoy conocemos del yacimiento arqueológico de Taposiris Magna”, esboza Martínez. “Estoy convencida de que los límites actuales no son ni fueron los límites reales de este gran complejo religioso. A medida que avanzamos en nuestras investigaciones vamos develando la grandeza de este antiguo y sagrado templo”.
Un enclave a orillas del Mediterráneo
Un vasto recinto, ubicado estratégicamente a unos metros de las aguas del Mediterráneo y del lago Mareotis, que se alza a las afueras de Alejandría, la urbe que Cleopatra mantuvo como un faro cultural y de la que apenas quedan hoy escombros, sepultados por capas de polvo y destartalados rascacielos de cemento. Taposiris Magna guarda todavía enigmas y tesoros entre sus áridas tapias.
Taposiris Magna guarda todavía enigmas y tesoros entre sus áridas tapias
“Las últimas campañas han sido las más productivas y sorprendentes. Hemos hecho importantes hallazgos de piezas tanto dentro del templo como en el área del faro y necrópolis y extraordinarios descubrimientos en el complejo de túneles”, reconoce.
En el inventario de hallazgos figuran ocho bustos de mármol “en excelente estado de preservación” que datan del período grecorromano; una máscara funeraria completa en yeso, perteneciente a una mujer con cabeza, cara, cuello, pechos y busto; tres momias con lenguas de oro de 22 kilates y seis hojas de oro de 22 kilates que una vez fueron una diadema. Para Martínez, la mayor joya que ha emergido recientemente de la tierra es un busto en mármol blanco de la diosa Isis de estilo griego. “Es la pieza más hermosa que he descubierto”, admite.
Un universo por descubrir bajo agua
El laberinto subterráneo ha ido extendiendo sus tentáculos, sin fin. “Hemos descubierto que uno de los túneles, el de 1,3 kilómetros que continúa por debajo de la actual carretera entre Alejandría y Marsa Matruh hasta el mar Mediterráneo es similar al túnel de Eupalino hallado en Samos (Grecia) y construido en el siglo VI a. C. Es considerada una de las más grandes hazañas de la ingeniería y un milagro de la arquitectura antigua. Este hallazgo es importantísimo para nuestras investigaciones”, alega.
La geografía que empieza a ser desentrañada tras milenios de olvido abre otras puertas, como la de las exploraciones subacuáticas. Hace unos meses un equipo de arqueólogos y buzos egipcios exploró el páramo y halló una isla con estructuras sumergidas. La labor cambió lo hasta ahora conocido. “Esto me llevó a hacer investigaciones de mapas antiguos para ver el cambio que se había producido en la superficie de la costa norte de Egipto en los últimos siglos”, explica.
La cartografía reveló que Taposiris Magna era una península. “Probablemente una parte importante del templo pudiera haberse sumergido como consecuencia de las fallas normales que generan hundimiento de bloques en la costa norte de África, produciendo un movimiento de la capa tectónica, y tsunamis que azotaron el norte de Egipto siglos atrás, con una destrucción similar a lo que ha ocurrido recientemente en Turquía”, detalla. “Lo más interesante es que no había récords históricos sobre el hundimiento del complejo religioso de Taposiris Magna y esto abre grandes posibilidades”.
Una corazonada intacta
Camino de cumplir los veinte años de excavación, Martínez sigue fiel a la corazonada que, en una de sus visitas a la tierra de los faraones, la condujo hasta allí y la hizo solicitar la licencia para horadar un templo hasta entonces ampliamente ignorado por los arqueólogos. Entre sus muros, sostiene, debe hallarse escondida la sepultura de Cleopatra y Marco Antonio. “A medida que avanzan las excavaciones estoy cada vez más convencida que me encuentro en el lugar correcto”, murmura.
A medida que avanzan las excavaciones estoy cada vez más convencida que me encuentro en el lugar correcto
“Inicialmente planteé seis objetivos: encontrar la placa fundacional del templo y demostrar que funcionó por siglos; demostrar que el templo de Taposiris Magna estaba dedicado a la adoración de Isis y Osiris, y era el centro de adoración más grande y sagrado en el norte de Egipto; encontrar y excavar cámaras y túneles subterráneos dentro y fuera de las actuales murallas del templo; encontrar evidencia que vincule el templo a Isis y por consiguiente, a Cleopatra”, enumera. Un reguero de pistas que llevarían hasta la reina. “Cinco de los seis objetivos ya se han localizado”, confirma. A falta de dar con la ubicación de una reina escurridiza transfigurada en un mito modelado por sus enemigos que ha sobrevivido como un icono de voracidad sexual y encanto personal.
Martínez, tal vez una de las personas que más ha luchado para escudriñar bajo el relato que escribieron con el propósito de erosionar su legado, se revuelve contra la leyenda negra. “La mayoría de las personas tienen hoy una imagen distorsionada de la reina Cleopatra. Todo eso debe ser reescrito. Lo que se ha perpetuado es lo que los romanos escribieron sobre los faraones griegos y sobre Cleopatra, y éstos eran sus enemigos. Hubo una política muy bien estructurada por los romanos con el objetivo de destruir la imagen pública de Cleopatra. Pienso que todas las faraonas egipcias han sido mujeres excepcionales, por ejemplo, Hatshepsut o Nefertiti, pero Cleopatra es un personaje histórico único e irrepetible”.
Una memoria vilipendiada
Una nebulosa de belleza irresistible y malvada que Hollywood agrandó y que académicos como el arqueólogo estadounidense Duane W. Roller trata ahora de desterrar en “Cleopatra: biografía de una reina”, publicada recientemente en España por Desperta Ferro. “En los años inmediatamente posteriores a su muerte, su memoria fue vilipendiada por los artífices de su derrota, una mancha que contaminó sin remedio las fuentes antiguas”, escribe Roller. Cleopatra fue, más allá de las tergiversaciones interesadas, “una hábil diplomática, comandante naval, dirigente, lingüista y escritora”. Un retrato que Martínez secunda, en las antípodas de la leyenda, incluido su presunto suicido con la mordedura de una cobra.
“En la cultura de Occidente el mito es el de Cleopatra como reina seductora, promiscua y ninfómana aunque sólo hubiera tenido dos esposos, viuda de Julio César y esposa de Marco Antonio. Estos ataques a la imagen de Cleopatra fueron producto de una campaña romana de desprestigio percibida como necesaria por Octavio, el emperador romano. Su justificación pública para atacar a Marco Antonio era su matrimonio con Cleopatra, un 'insulto' a Roma. Destruir a Marco Antonio era terminar de destruir el triunvirato al cual Marco Antonio y Octavio pertenecían. El tercer miembro, Lepidus, ya había sido obligado por Octavio a renunciar”, sostiene la arqueóloga.
Frente a esa invención que perpetuó la historia contada por los vencedores, la dominicana reivindica el legado de una mujer culta que “fue la primera feminista de la Historia en muchos sentidos”. “Cleopatra era muy educada, una reina brillante, una científica erudita, una filósofa, una políglota que dominaba nueve idiomas. Su antecesora por siglos, la reina Hashepsut, en contraste, gobernó con una barba postiza. Cleopatra gobernó por sí sola un reino en circunstancias muy complejas y aspiró a construir el mundo mediterráneo. Además hizo grandes contribuciones al conocimiento humano y abrió para las mujeres el mundo que conocemos hoy. Cada vez que vemos una mujer doctora, abogada, ingeniera o científica debemos recordar a Cleopatra”, recalca.
Los ataques a la imagen de Cleopatra fueron producto de una campaña romana de desprestigio percibida como necesaria por Octavio
Un ejercicio de reparación que también alcanza a las representaciones gráficas y a las últimas polémicas que ha suscitado una serie que promete revisitar su reinado. “Físicamente Cleopatra era muy diferente a cómo la muestra la serie de Netflix, que no está basada en las informaciones existentes sobre la Reina. Cleopatra era de etnia griego-macedonia. Las representaciones de Cleopatra en el arte griego y romano y las monedas no muestran nada más que la etnia tradicional mediterránea, aunque los artistas eran perfectamente capaces de representar a otros grupos étnicos”, advierte.
En su periplo bajo las arenas del norte de Egipto Martínez ha localizado pesquisas que conectan con la última reina, como si fueran pruebas dejadas conscientemente de su paso por el complejo. “Todos los objetos que se relacionan con la diosa Isis conectan a Taposiris Magna con Cleopatra ya que ella era su representación viviente”, relata. La labor de los obreros ha desenterrado varias estatuas de granito sin cabeza de la deidad, inscripciones en griego, demótico y jeroglífico que son evidencias sobre la adoración de 'Isis de Taposiris'; las placas fundacionales del templo; y el cementerio con múltiples catacumbas y enterramientos de la época de la reina. Cientos de monedas y tesoros acuñados con el rostro de Cleopatra refuerzan la ligazón.
La contumaz tesis de que el cuerpo de la reina se halla en los confines de Taposiris Magna no concita el consenso de los arqueólogos. El ex ministro de Antigüedades egipcio Zahi Hawas lo descartaba en una entrevista reciente con este diario. “Debe hallarse en su palacio, hoy sumergido. Cleopatra construyó su tumba fuera del palacio. Y si la edificó, ¿no se enterraría allí? ¿Por qué no la estaría usando?”, se interrogaba.
Martínez lo refuta. “No creo que haya ninguna posibilidad de que la tumba de Cleopatra y Marco Antonio se encuentre en el palacio en Alejandría. Cleopatra sabía que si su cuerpo físico hubiera estado a disposición de Octavio, vivo o momificado, hubiera sido llevado a Roma para ser exhibida en el cortejo triunfal y eso no ocurrió”, arguye. Su esperanza es seguir la ruta que conduce desde Taposiris Magna hasta el Mediterráneo. “Es importante que se continúen las exploraciones subacuáticas tanto en el área del palacio de Alejandría como en Taposiris Magna. A medida que avancen las investigaciones podremos ir dando respuestas sobre uno de los periodos más oscuros de Egipto, el periodo de los faraones griegos, e ir dando respuesta a misterios de dos mil años de antigüedad”, concluye.
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