Emilio Herrera (Granda, 1879 - Ginebra, 1967) soñaba con volar. Con poder surcar el aire en una época en la que físicamente era poco posible. La afición científica de su padre, militar, y las novelas de Julio Verne le provocaron un ansia irrefrenable por flotar y por crear un objeto que se lo permitiese. Entró en la universidad cuando la aeronáutica llegó a España y al poco tiempo se convirtió en uno de sus principales exponentes.

Aunque menos conocido que contemporáneos como Juan de la Cierva o Leonardo Torres Quevedo, este andaluz fue el primer hombre que voló cruzando el Estrecho de Gibraltar y el que diseñó el antecedente del traje espacial. También el que tras el exilio de Alfonso XIII se fue con él a París, pero no tardó en volver a España "por su compromiso con el pueblo" del que acabó siendo presidente de la República en el exilio de 1960 a 1962. Además, fue el padre del poeta comunista José Herrera, amigo de Miguel Hernández, y le dijo que no a la NASA y a Hitler.

Pasión desaforada por volar

Miembro de una familia burguesa de larguísima tradición militar, su interés por la ciencia se lo inculcó su padre que iba y venía de París con los nuevos adelantos técnicos y que requirió a su hijo como ayudante para distintos experimentos y algún truco de magia. Fue una exposición que montó su padre en Granada, la primera exhibición aerostática en España, la que le generó una pasión desaforada por volar y que materializó matriculándose en la Academia de Ingenieros de Guadalajara en 1896 y en la Escuela de Prácticas de Aerostación en 1902, tan sólo un año después de su inauguración.

Portada de La Esfera del 21 de febrero de 1914

Desde entonces, y ya como teniente, se dedicó a elegir los mejores globos aerostáticos para las distintas campañas militares del norte de África, convirtiéndose en el primer hombre en cruzar el Estrecho de Gibraltar por el aire junto al también militar José Ortiz Echagüe, lo que les llevó a ser portada de los periódicos de 1914 y a convertirse en una de las caras más conocidas de la aeronáutica. Uno de los testigos de su aterrizaje en Tablada, Sevilla, fue Alfonso XIII, que le concedió el título de "caballero gentil hombre" por la hazaña. Allí comenzó una relación entre el monarca y Herrera que se alargó durante años.

En 1915 lo enviaron a Estados Unidos a comprar hidroaviones para España y a su vuelta montó la primera escuela para poder pilotar este tipo de aeronave. Además, durante la Primera Guerra Mundial acudió como observador aéreo al conflicto. Poco después, intentó crear una línea aérea para unir Europa con América (un vuelo que él realizó a finales de 1910) y durante los años veinte participó en el equipo de Juan de la Cierva para construir el primer autogiro.

En 1931 cambió el país y cambió por un momento la vida de Herrera. Alfonso XIII abdicó tras la victoria de los partidos republicanos y se exilió en París a donde la lealtad llevó a nuestro protagonista a irse con él con el corazón dividido. Herrera era fiel al monarca pero también al pueblo español como militar. Su conciencia se tensionó tanto que el rey fue él que le despojó de toda responsabilidad y le permitió acudir a su país para aliviar aquel peso. Al volver, cuando el nuevo gobierno ya era un hecho, juró lealtad a la República.

La escafandra estratonáutica

Desde entonces, y con la creación del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, comenzó a investigar cómo poder realizar aviones más grandes y que surcasen distancias de miles de kilómetros. Quería ascender en globo 26.000 metros de altura para llegar a la estratosfera y medir la radiación cósmica, pero se le planteó un problema, la vestimenta. Para poder hacer lo que él quería, necesitaban un traje especial donde se pudiese respirar a altas altitudes y sobrevivir a temperaturas muy bajas.

El primer traje para volar en altas altitudes.

Fue en 1935 cuando diseñó la escafandra estratonáutica para los tripulantes de los globos que volaban a gran altitud y que a día de hoy se considera el primer traje espacial. Su diseño constaba de cuatro capas, una interior de lana, otra de caucho, la tercera de claves de acero y la última era un recubriendo de plata. Las articulaciones las creó como si de un acordeón se tratase y así la persona que se metiese dentro del traje podía moverse con mayor facilidad.

En él se basaron en la NASA para crear los que permitirían a sus astronautas ir a la luna. Uno de sus ayudantes, Antonio García Borrajo, aseguraría años más tarde que la agencia estadounidense llamó a Herrera para que trabajase con ellos y que él la rechazó: "Cuando los norteamericanos le ofrecieron a Herrera trabajar para su programa espacial con un cheque sin limitaciones en ceros, él pidió que una bandera española republicana ondeara en la Luna, pero le dijeron que sólo ondearía la de Estados Unidos". ​

Al llegar la Guerra Civil él se posicionó a favor de la Segunda República, igual que sus hijos. Uno de ellos, José Herrera, escritor y poeta, militaba en el Partido Comunista y otro de ellos luchaba a favor de los republicanos. El primero ganó en 1938 el Premio Nacional de Literatura y el segundo murió pilotando un caza mientras combatía.

A Herrera el final de la guerra le cogió en Chile en misión oficial, aunque no tardó en irse a Francia para pasar allí su exilio. Fueron los años más difíciles del militar e ingeniero, en los que junto a su mujer vivió de los derechos de alguna patente y negándose a trabajar para Hitler durante el régimen de Vichy.

Escribió artículos para la revista francesa L'Aerophile, uno de ellos fue rechazado en 1945, justo antes de que se lanzaran las bombas atómicas ya que estaba en contra de su uso. Íntimo amigo de Albert Einstein, fue reconocido en Francia por la Academia de las Ciencias y trabajó algunos años para la ONU hasta que ésta reconoció el régimen franquista. Murió en Ginebra en casa de su hijo el poeta, a los 88 años de edad, y buscando una reconciliación entre los españoles. Dos años antes de que el hombre pisara la luna.