El Caballero Luna goza de los poderes que en plena agonía le confirió Jonsu, el dios lunar de los antiguos egipcios. Los escenarios del videojuego Assassin's Creed: Origins recrean la geografía de templos y tumbas que fueron el hogar de la civilización faraónica durante más de cuatro milenios. De los cómics de Marvel o la cartelera de Hollywood al universo de los juegos o la novela histórica. 2.000 años después de su epílogo, representado en el trágico final de Cleopatra, los faraones siguen fascinando por doquier, convertidos ahora en estrellas de la cultura popular.

Un furor impermeable a las modas, heredado de romanos y griegos y perpetuado por los viejos románticos, que centra la investigación de Abraham I. Fernández Pichel, un doctor en Egiptología español que desde la Universidad de Lisboa coordina el Proyecto Egypopcult. Una iniciativa inédita a nivel internacional financiada por el gobierno portugués que trata de descifrar la alargada sombra del antiguo Egipto en los pliegues de la cultura popular. “El antiguo Egipto es una auténtica mina de oro que ha nutrido la imaginación de muchos autores y creadores, desde las películas a los cómics, las novelas o los videojuegos”, explica el académico.

Caballero Luna

El Caballero Luna (Moon Knight, en inglés) es un superhéroe creado por Doug Moench y Don Perlin. Apareció por primera vez en el cómic Werewolf by Night en agosto de 1975. El año pasado conoció una nueva vida con el estreno de una miniserie de televisión distribuida por Disney+, producida por Marvel Studios y dirigida por el egipcio Mohamed Diab, empeñado en proyectar una imagen real de su país, lejos de los estereotipos que Hollywood. La serie, no obstante, no se pudo grabar en Egipto por la burocracia y las trabas de las autoridades. Las calles de El Cairo fueron rodadas en Hungría.

Bajo sus directrices trabajan más de 40 investigadores de una veintena de universidades de todo el mundo que, en una tarea detectivesca, buscan los rastros de la civilización que creció a orillas del Nilo y, después de extinguida, continúa seduciendo a muchos. Su misión no ausculta bajo las arenas de Egipto, pobladas aún de misterios, sino que navega por el mar de las redes, las pantallas o los textos. “Lo nuestro es el análisis de las visiones que del Egipto antiguo se muestra en películas, series de televisión, cómics, novelas de terror y de fantasía, juegos de ordenador y de rol…”, admite su precursor.

Una tarea ingente a la que el equipo de Fernández Pichel dedicará inicialmente un año y que el propio investigador desgranará durante esta semana en las páginas de El Independiente, a partir de una serie de artículos que buscan aportar respuestas a una pasión poco estudiada. “Aunque el término es discutible, la Egiptomanía se ha centrado principalmente en la literatura del tránsito del s. XIX al XX, como por ejemplo, en La joya de las siete estrellas de Bram Stoker o Bajo las pirámides, un cuento de H.P. Lovecraft. A partir de ahí existe un enorme vacío del que solo se libra del olvido el Hollywood clásico”.

Un auténtico desierto que promete ahora resarcir el proyecto hispanoportugués, con un objeto de estudio cada vez más ubicuo. “Nadie o casi nadie ha investigado cómo es el Egipto recreado en Stargate o en las películas, los cómic o las series de televisión más recientes”, advierte Fernández Pichel. Del Egipto de Hipatia imaginado por Alejandro Amenábar en Ágora a la mitología que resuena en Caballero Luna, una serie de televisión de Disney+ basada en un cómic de la factoría Marvel que sigue las andanzas de Marc Spector, un mercenario que padece un trastorno de identidad disociativo (TID) y que se ve envuelto en una trama en la que las deidades egipcias cobran vida.

Assassin's Creed

Assassin's Creed es una serie de videojuegos de ficción histórica. La décima entrega, bautizada como Assassin's Creed: Origins, se lanzó en 2017 y tiene como escenario el antiguo Egipto, en torno al año 49 a.C., en pleno reinado de Cleopatra VII. Las recreaciones de los principales emplazamientos de la agonizante civilización faraónica impresionan. "Es muy innovador desde el punto de vista visual", reconoce Fernández Pichel.

Al desentrañar las resonancias faraónicas presentes en la cultura popular, los académicos también afrontan un desafío: remover los límites de la academia. “Nuestro acercamiento a las fuentes (películas, series, libros…) es, sin embargo, puramente científico, y como tal, puede ser integrado en las aulas de cualquier universidad”, recalca el profesor universitario, que reivindica su condición de egiptólogo curtido en las excavaciones en Egipto con su afición como “cinéfilo, lector empedernido, y apasionado de la cultura popular”.

Abraham I. Fernández Pichel, director del proyecto en Egipto

En la simbiosis de ambas deambula un proyecto que no prejuzga el rigor de la ficción basada en el tiempo de los faraones sino que se dedica a levantar acta de una pasión hasta ahora ignorada desde los centros de estudio. “En algunas obras se vincula a los faraones con los extraterrestres que, desde un punto de vista histórico, carece de base científica alguna”, advierte el investigador, más interesado en indagar las razones de la pasión que desata -como ninguna otra- una civilización y su universo simbólico de la que ha bebido religiones como la cristiana.

“Creo que existe una sensación de alteridad. El antiguo Egipto es el pasado de todos nosotros y la tenemos en mente como una de las primeras civilizaciones de la humanidad, pero por una razón concreta, siempre nos ha despertado una idea de que son diferentes, una exposición máxima del otro capaz de desencadenar actitudes de desprecio como cuando los romanos consideraban aberrante el culto a los animales pero también de fascinación”, arguye el académico español. “Lo hemos heredado de los romanos y griegos. Hemos bebido de esa tradición de fascinación parcial y rechazo al mismo tiempo que se ha ido transmitiendo hasta nuestros días”.

Una pasión desmedida

Una contradicción que se alimenta de hallazgos formidables como el de la tumba de Tutankamón por Howard Carter en Luxor de la que el pasado noviembre se cumplió un siglo y de los descubrimientos que decenas de misiones internacionales firman aún hoy en los confines del Egipto actual. “En esa fascinación también entra en juego la obsesión por lo funerario, que es una obsesión más por la vida que por la muerte, por la continuidad de la vida más allá de la muerte. La mayor parte de los restos arqueológicos que hemos descubierto y seguimos descubriendo están vinculados a un ámbito fundamentalmente funerario”, apunta el español.

“Es una realidad que ha alimentado a lo largo de los siglos ese conjunto de imágenes que nosotros aplicamos al Egipto antiguo. De esa alteridad surgen surgen las nuevas imágenes de lo egipcio vinculado a extraterrestres”, agrega. Una fuente de datos y sugerentes novedades arqueológicas que han usado a la perfección Christian Jacq para su ingente literatura que resucita a los faraones o Anne Rice, la reina de la novela vampírica. O ha dejado el reguero que transitan Sinuhé el egipcio o las películas bíblicas, con todos los mitos imaginables.

En esa fascinación por el antiguo Egipto también entra en juego la obsesión por lo funerario, que es una obsesión más por la vida que por la muerte

“La veracidad o la verosimilitud no pueden ser el único criterio. La idea rigurosidad histórica realmente no tiene mucha cabida en los estudios actuales de recepción cultural. El antiguo Egipto recreado en las películas o cómics tiene que ser un Egipto reconocible. Es en definitiva un Egipto de ficción, no lo olvidemos”, recalca Fernández Pichel.

Una máxima que alcanza a los símbolos más identificables de la cultura faraónica, de las Pirámides o la Esfinge hasta los templos o las ceremonias y simbología empleada para representar a los faraones. “De manera que si aparece una pirámide convertida en una nave espacial, lo importante es que todos identificamos la pirámide y que la vinculamos a Egipto. Lo mismo sucede con las coronas que llevaban los faraones". Mención también merece "el contexto actual de los autores de estas obras". "Al tratarse de personas inmersas en una realidad sociopolítica e ideológica concretas que influyen en sus producciones”.

El objetivo del proyecto es construir una base de datos con las obras de la cultura popular que evocan el Egipto de los faraones. “Será digital y de libre acceso, dedicada a la consulta de los académicos que investigan y se documentan para sus artículos, libros o seminarios y a los consumidores de cultura popular en general”, detalla  Fernández Pichel. En apenas cuatro meses de singladura, el equipo de trabajo ha recopilado un millar de referencias producidas durante el último siglo y medio. Los primeros análisis arrojan una constatación: “En realidad, la cultura popular, en muchos casos, como el de Cleopatra VII, no ha inventado nada. La visión de la reina ptolemaica transmitida a la posteridad y hasta nuestros días remonta al momento posterior a su muerte y a la propaganda romana del siglo I a. C., que incidió en su imagen de mujer fatal y lasciva, profundamente sexualizada y sedienta de poder”.