El título de este breve artículo puede sorprender al lector. El antiguo Egipto y el espacio exterior parecen representar a priori dos ámbitos contrapuestos que nada tienen en común: el primero remite al pasado remoto de nuestra civilización, mientras que el segundo ofrece una mirada al futuro, o, cuanto menos, a todo aquello cuyo conocimiento solo se nos revelará progresivamente en los próximos años, siglos o milenios.
Diversos medios (como la prensa escrita y numerosos documentales sensacionalistas, principalmente) combinan, sin embargo, a menudo, estas dos realidades en el ámbito de lo pseudo-científico. ¿Quién no ha leído en revistas de temática ufológica “noticias” relativas a la construcción de las pirámides de Egipto por visitantes de otros mundos?, o más aún, es algo bien conocido que existen partidarios de la opinión de que las pirámides de la gran llanura de Giza en El Cairo no constituyen sino un mapa estelar que reproduce la disposición en el cielo de las estrellas del cinturón de Orión.
Diversos autores han formulado incluso diversas hipótesis que pretenden demostrar (sin éxito) la llegada de extraterrestres a nuestro planeta al comienzo de los tiempos y su decisiva participación en el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones humanas, entre ellas, lógicamente, también la del antiguo Egipto.
La principal contribución (aunque no la primera) a esta corriente pseudo-científica llamada de los “antiguos astronautas” (los dioses creadores de la vida y de las culturas humanas como viajeros del espacio) se expone en diversas obras del escritor suizo Erich von Däniken, como Recuerdos del futuro (1968), Carros de los dioses (1969) o La historia miente (2009), entre otras muchas. Si las hipótesis de Däniken en estos libros carecen de todo fundamento científico y resultan con frecuencia delirantes, su aportación, sin duda involuntaria, a la cultura popular ha resultado decisiva. O lo que es lo mismo: el valor principal de sus ideas reside en su capacidad de estimular la imaginación de los autores de ficción.
Invasión alienígena
No es ninguna casualidad, por tanto, que estas cuestiones hayan nutrido principalmente el género de la ciencia-ficción en películas, novelas y cómics, en los que abundan los personajes y escenarios egiptizantes insertos en argumentos típicos de las fantasías espaciales. Veamos a continuación algunos ejemplos.
En la película Stargate, puerta a las estrellas (1994) de Roland Emmerich, una entidad alienígena visita la Tierra en los orígenes de nuestra Historia a bordo de una nave espacial con forma de pirámide. Bajo el nombre de Ra, este ser maligno instaura entonces un régimen de terror sobre las poblaciones primitivas del valle del Nilo en Egipto, a las que somete por medio de sus poderes sobrenaturales y del armamento técnicamente superior de su ejército de seres híbridos con apariencia de chacal y de halcón (como las divinidades Anubis y Horus, respectivamente).
Muy parecida es la premisa inicial del episodio “Pyramids of Mars” (1975) de la serie británica Doctor Who. En este caso, el maléfico Sutekh, es decir, el dios egipcio Seth, es el último superviviente de la estirpe galáctica de los Osirians, que habitó nuestro planeta en un pasado remoto y que sirvió de inspiración para los dioses de la mitología egipcia posterior. Los dioses egipcios que conocemos serían, por tanto, extraterrestres divinizados. De tintes afrofuturistas es la película americana Space is the Place (1974) de John Coney, en la que el protagonista, el músico de jazz americano Sun Ra, recorre la galaxia en busca de un planeta en el que la raza negra pueda asentarse y prosperar.
Una nave espacial y Anubis a bordo
Algo diferente resulta el argumento del cómic franco-belga Ian Kaledine: Les secrets de la taiga (1963), en el que, no obstante, se redunda en alguna de las temáticas señaladas, principalmente la de la invasión de la Tierra. En esta obra, una raza de faraones galácticos y de dioses egipcios aterriza en nuestro planeta y funda una ciudad en las desoladas regiones de la estepa rusa, donde permanecerá oculta hasta su descubrimiento por los protagonistas del cómic a comienzos del s. XX.
Igualmente inquietante resulta la aparición en el cómic La feria de los inmortales (1980) de Enki Bilal de una nave espacial piramidal en el cielo de un París distópico de mediados del s. XXI. En su interior se encuentran las divinidades del panteón egipcio comandadas por el chacal Anubis y la gata Bastet.
La pirámide como icono
Menos explícitos son otros testimonios, en los que, sin embargo, la inspiración en el antiguo Egipto resulta indudable. En primer lugar, podemos evocar el caso del relato corto “El centinela” (1951) de Arthur C. Clarke, precedente literario de la película 2001, una odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick. Si en esta última, el elemento esencial de la trama estaba representado por el omnipresente monolito, en el relato de Clarke una expedición humana en la luna encuentra de manera inesperada una pirámide instalada en la superficie del planeta hace millones de años por una civilización alienígena desconocida. Aunque nada se nos dice que permita conocer (o imaginar) cómo son esos esos seres del espacio exterior en el relato, el empleo de la pirámide como elemento visible de su intervención integra una vez más a lo egipcio (como el propio autor afirma) en un universo de ciencia-ficción.
El Egipto faraónico es mucho más que una civilización del pasado conocida por sus restos arqueológicos
En la misma línea, en la conocida “Saga de los Hechee”, de Frederick Pohl, la raza humana, que se ha expandido por amplios sectores del universo, va al encuentro de una raza alienígena de la que los humanos solo conocen sus naves y otros artilugios técnicos. Su apariencia les es del todo desconocida. Ante tal enigma, uno de los personajes de la trama del tercer volumen de la saga, Heechees Rendez-vous (1984), los imagina como seres de evidentes rasgos egiptizantes (concretamente en lo relativo a la apariencia de sus ojos).
En definitiva, aún podríamos señalar muchos otros ejemplos de obras de la cultura popular contemporánea que introducen lo egipcio en un escenario galáctico típico de la ciencia-ficción. En todos ellos, observamos una serie de temas principales a menudo presentes de manera conjunta en muchas de estas películas, cómics o novelas: por un lado, lo egipcio es una manifestación del Otro, incognoscible y misterioso, distinto a nosotros mismos; y, por otro lado, es con frecuencia malvado y temible, siendo una amenaza evidente para la vida en nuestro planeta.
Concebido de esta manera, el Egipto faraónico es mucho más que una civilización del pasado conocida por sus restos arqueológicos. Otras visiones y percepciones son posibles en el ámbito de la ficción, incluso aquellas a priori contradictorias como la de combinar faraones y naves espaciales.
Abraham I. Fernández Pichel es profesor universitario e investigador en Egiptología del Centro de História de la Faculdade de Letras de la Universidade de Lisboa. Dirige el Proyecto Egypopcult.
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