Fue su pilar fundamental durante gran parte de su vida. Mary Austin asumió que el que había sido su pareja durante los setenta y con el que se había prometido era homosexual y se mantuvo a su lado como su mejor soporte hasta que Freddie Mercury murió el 24 de noviembre de 1991 a causa del sida.

Su historia ha sido contada muchísimas veces no sólo por la fidelidad de ella sino por lo que implicó esta mujer en la vida, y en el posterior legado, de uno de los cantantes más famosos de la historia de la música que hoy cumpliría 77 años.

Vivieron años de amor absoluto, y más cuando él le pidió matrimonio, pero Austin comenzó a sospechar hasta que Freddie le confesó en 1976 que era bisexual

Se conocieron cuando ella era dependienta de la boutique londinense Biba y tenía sólo 19 años. Él entró a comprar ropa y desde entonces les costó volver a separarse. Comenzaron una relación que les llevó a vivir juntos en un apartamento en West Kensington, en Londres, donde organizaban constantes fiestas para amigos y donde Mercury se pasaba el día componiendo sus canciones. Vivieron años de amor absoluto, y más cuando él le pidió matrimonio, pero Austin comenzó a sospechar hasta que Freddie le confesó en 1976 que era bisexual, a lo que ella le contestó que era "absolutamente gay".

Pero no dejaron de verse. Hay fotos de los dos juntos en el apartamento al que se mudó tras la ruptura, también de ella en muchos conciertos, incluso él la llegó a llamar en público "mi mujer". Luego llegó Jim Hutton en 1985 y, con Mercury totalmente enamorado, ellos siguieron teniendo una relación fortísima.

Cuando el cantante murió en 1991 lo hizo con Hutton de la mano y tras la visita de Mary Austin, que ya tenía un hijo del que Freddie era padrino. Fue el 24 de noviembre y el 25 saltaba la noticia de su fallecimiento por una bronconeumonía agravada por el sida que sorprendió a medio mundo, porque el cantante había confesado su enfermedad tan sólo dos días antes.

También la decisión que había tomado sabiendo que estaba viviendo sus últimos días y que vio la luz semanas más tarde. Durante todos los años que estuvo en activo llegó a acumular más de 37 millones de libras, casi 50 millones de euros, y había decidido dejarle la mitad de todo su dinero y la mansión que tenía en Kensington, Garden Lodge, a Austin.

El enfado de la familia de Mercury no sólo fue algo económico, Freddie Mercury también quiso que sus cenizas quedasen en manos de Mary

Además, puso a su nombre el 50% de las ganancias por los derechos de sus canciones, que hacen que la cuenta de Austin aumente cada año varias decenas de millones de dólares. Aquello no sentó bien ni a la familia del cantante, que tenía que repartirse entre los padres y la hermana el otro 50%, ni a sus compañeros de Queen que no tardaron en criticar a la que había sido la prometida de su amigo y en darle la espalda. Pero no sólo fue algo económico, Freddie Mercury también quiso que sus cenizas quedasen en manos de Mary. Los rumores dicen que las esparció en el jardín japonés de la entrada de la mansión que tanto le gustaba a él, otros que están en un lago suizo e incluso se ha hablado de que se encuentran en un cementerio londinense.

Mary Austin se mantuvo callada muchísimos años, sobre el paradero de las cenizas y sobre todo lo demás. Viviendo en la casa que le había dejado Mercury con todas sus cosas, con todos sus recuerdos, sin mover ninguno de ellos. Tuvo otro hijo, pero su matrimonio fue breve y permaneció prisionera de aquella mansión y de aquella vida que no fue la suya. Hasta hoy.

En 2013 aclaró en una entrevista al Daily Mail que había suplicado a Freddie que no le dejase nada, que le dejó "demasiado y demasiado con lo que lidiar". "Sentí que no podría estar a la altura. Me había advertido que la casa iba a ser un desafío mayor de lo que pensaba", añadió confesando que durante mucho tiempo había sufrido colapsos nerviosos.

Freddie Mercury después de comer en un restaurante japonés. | SOTHEBY'S
Freddie Mercury y Elton John en 1985. Fotografía de Richard Young. | SOTHEBY'S
Una imagen de Freddie Mercury de su album privado. | SOTHEBY'S
Freddie Mercury, en Japón. | SOTHEBY'S

Ahora, parte de todo aquello que le dejó sale a subasta. Austin ha decidido deshacerse de todos los objetos personales del cantante ante la sorpresa de muchos, ya que no es por una cuestión económica (sólo la película sobre la vida de Mercury le proporcionó hace no muchos años 60 millones de dólares), sino emocional.

En total 1.500 objetos que van desde la última obra de arte que compró el cantante, un retrato del pintor francés Tissot, al manuscrito de la letra de We Are The Champions o el piano con el tocaba sus temas ante el público (se rumorea que Elton John está detrás de él, con un precio de salida de 2 millones de libras) e incluso con el que lo hacía en privado. Además de decenas de obras de arte, su peine para el bigote, su famosísima corona o su icónica capa.

"Me gusta estar rodeado de cosas espléndidas. Quiero vivir una vida victoriana, rodeado de vajillas y cubiertos elegantes"

FREDDIE MERCURY

"Me gusta estar rodeado de cosas espléndidas. Quiero vivir una vida victoriana, rodeado de vajillas y cubiertos elegantes", aseguraría él sobre los objetos que iba adquiriendo y que durante estos más de 30 años han estado bajo la custodia de Austin. Ella aseguró a la BBC, cuando se conoció la noticia de la subasta, que había llegado el momento "de tomar la difícil decisión de cerrar este capítulo tan especial" de su vida. "Me he dado cuenta de que no es apropiado quedarme con estas cosas, así que tenía que ser lo suficientemente valiente de venderlas todas. Era importante para mí hacer esto de una manera en la que sintiera que a Freddie le hubiera encantado y no había nada que le gustara más que una subasta", añadió. Aunque también confirmó que se iba a quedar con las fotografías de ambos y los regalos personales que le había hecho Mercury.

La capa y la corona de Freddie Mercury. | SOTHEBY'S
A 'Silver Moonman' MTV de Freddie Mercury. | SOTHEBY'S
Un par de las icónicas zapatillas Adidas de Freddie Mercury. | SOTHEBY'S
El traje que Mercury usó en Saturday Night Live en 1982. | SOTHEBY'S

Ahora, tras un mes de exposición abierta al público que ha provocado grandes colas en su sede de Londres, Sotheby's saca el miércoles a subasta los 1.500 objetos con los que espera recaudar más de 7 millones de euros. "Los objetos llegaron al depósito en abril y hemos estado trabajando con ellos 11 semanas enteras", aseguran desde la casa de subastas y añaden que comparten la idea de Mary Austin de que "estos objetos representan las distintas etapas artísticas y personas de Mercury. Su legado es inmenso y ahora lo enseñamos al mundo". "Esta es la vida completa de un hombre", añadió el director de Sotheby's, David Macdonald.

Para esta subasta que consideran "muy especial" han creado una galería diseñada ad hoc para que sea una experiencia casi inmersiva en la vida del cantante. "Cada sala está dedicada a un aspecto diferente de la vida de Mercury, y así se va a mantener hasta que se vendan del 6 al 13 de septiembre", aseguran.

Las joyas de la corona son sus dos pianos, con el que compuso sus grandes temas, entre ellos Bohemian Rhapsody en 1975, que empieza con un precio de salida de 2 millones de euros y que es gran reclamo de la subasta de este miércoles 6 de septiembre. Desde Sotheby's hablan de este Yamaha asegurando que era el instrumento "donde improvisaba melodías, probaba letras y tocaba por primera vez sus nuevas canciones ante sus colaboradores más cercanos".

También su piano japonés, aunque este tiene un precio de salida bastante más bajo, de 40.000 dólares, que se encontraba en una de las salas de su casa y que está decorado con piezas de marfil. "Freddie adquirió este piano en Nueva York en la primavera de 1977. Se conservan fotografías de él tocándolo, especialmente en Stafford Terrace a finales de los años 70. Varias de estas fotografías fueron tomadas por Didi Zill para una revista alemana en 1978. Después de Stafford Terrace, el piano se trasladó a Garden Lodge y se colocó en el ventanal como pieza central de la sala japonesa", explican desde la casa de subastas. Este será una de las estrellas del día 8 junto con todos los muebles y cuadros japoneses que coleccionó Mercury, un obsesivo de la cultura nipona.

El piano Yamaha de Freddie Mercury. | SOTHEBY'S

Aunque no son las únicas piezas de su mobiliario, Mary Austin ha vaciado todo el interior de la casa y podemos ver que el cantante de Queen era, como él mismo se denominó, un "victoriano". Pero lo más llamativo para los amantes del grupo son las letras de las canciones escritas a mano por Mercury. La casa de subastas cuenta con muchos de sus grandes éxitos en sus primeras versiones, algunas letras incluso están escritas en calendarios o en papeles que el cantante iba encontrando cuando le llegaba la inspiración.

Letra manuscrita de 'Bohemian Rhapsody'.

Entre ellas We are the champions sobre los meses de 1974, un tema sobre el que el mismo Mercury aseguraría: "Quería una canción de participación, algo a lo que los fanáticos pudieran aferrarse. Estaba dirigido a las masas. Quería escribir algo que todos pudieran cantar, como un canto de fútbol. Y al mismo tiempo, pensé que sería bueno tener una canción ganadora que sea para todos. Decimos que somos los campeones, pero eso no significa que seamos nosotros: es para todos". Ahora, sus líneas primarias salen a subasta por 200.000 libras, cuatro veces menos que las de Bohemian Rhapsody que tienen un precio de salida de 800.000 libras.

También su ropa, de sus icónicos looks para los conciertos a las camisetas que usaba para estar por casa, que dependiendo de la pieza oscilan entre las 2.000 libras de una botas a las 8.000 de una cazadora de cuero marrón. E incluso un pequeño peine plateado para peinarse el bigote o un lote de "mantelería doméstica bordada y estampada", que tiene un precio de salida de 400 libras.

En total, Sotheby's calcula recaudar un mínimo de 7 millones de libras en una subasta que empieza este miércoles y que supondrá el adiós definitivo de Mary Austin a Mercury. Cuentan que el pasado sábado cerraron la exposición a las cinco de la tarde porque a las siete llegaba ella, quería estar a solas con todo, con él, ya por última vez.