María Oruña (Vigo, 1976) dejó hace menos de diez años su trabajo como abogada laboralista tras publicar Puerto escondido (2015) y ahora una faja en la que se lee "Más de 1.000.000 de lectores" abraza su séptima y último libro.
Los inocentes (Destino) se publica hoy en España y su autora deja en duda si será el cierre de una larga historia que ha llevado a la teniente Valentina Redondo a miles de casas y que ha hecho que Oruña se convierta en una de las escritoras más leídas de nuestro país dentro del género de novela negra.
Ambientada en el Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo, en Santander, narra un crimen múltiple durante una reunión de trabajo de varias empresas inmobiliarias. Otra vez los sucesos, el misterio, otra vez Cantabria y está vez un atentado masivo.
Pregunta.- Dice que no sabe si está cerrando un ciclo. ¿Es la última entrega de su serie?
Respuesta.- Sí, he dicho que he cerrado un ciclo con este sexto libro. Incluso por el final, podría cerrar la serie y no me sentiría mal. Han sido seis libros con seis registros narrativos distintos así que podría hacerlo y hacerlo contenta pero no sé si lo haré... Ahora estoy trabajando en otra cosa pero, ¿podría haber más misterios de Valentina? Sí, podría.
P.- ¿Cómo decide si es o no el final definitivo?
R.- Es un tema creativo y obedece a unas chispas, a algo que no es racional y que te dice: "Ahora este tema, ahora el otro". Cuando publiqué Puerto escondido sabía que también quería escribir una historia de monedas y de cuevas, que fue Un lugar a donde ir; luego otra de fantasmas y otra ambientada en Galicia que fue La leyenda de los nueve anillos. No tenía las historias pero sabía la temática que iban a tener y ahora es lo mismo, es un pálpito.
P.- Antes de su primera novela se había autopublicado La mano del arquero, su libro más desconocido, donde novela el abuso de poder y el acoso laboral.
R.- Sí, era algo vinculado a mi trabajo como abogada laboralista. Era un ensayo novelado para ayudar a gente con problemas de abuso de autoridad. Porque al final con mis conocimientos y la experiencia que tenía como abogada laboralista pues entendía las dos partes, la de la empresa y la del trabajador, y si con un lenguaje sencillo podía hacer que ese trance fuese más llevadero en una época de crisis en la que había muchísimo abuso de poder, acoso laboral... Pues mejor. Al final este libro se regala por la Asociación Gallega de Acoso Laboral, fue un libro ideado para eso.
P.- Abuso de poder, acoso laboral... ¿Qué opina del caso Rubiales?
"No se está hablando de un beso, un beso no le importa a nadie, estamos hablando de ese gran iceberg que hay bajo ese beso, de lo que simbolizada"
R.- Es una pena que un éxito tan extraordinario como el del equipo de la Selección femenina de fútbol se haya visto oscurecido por todo esto. Solo hablamos de lo ocurrido con Rubiales en vez de aupar a todas estas mujeres que han hecho un hito en la Historia. Pero creo que también es muy importante resaltar que toda esta gente que pretende ridiculizar el movimiento, este Se acabó, está un poco perdida.
No se está hablando de un beso, un beso no le importa a nadie, estamos hablando de ese gran iceberg que hay bajo ese beso, de lo que simbolizada, y, sobre todo, estamos hablando de ese absurdo que hay en ese tipo de masculinidad tóxica y enfermiza que lleva a no pedir disculpas, a no saber decir que se han equivocado. Las cosas llegan cuando llegan y en algún momento tenía que ser, la pena es que hayan ensombrecido la victoria de estas mujeres.
P. Durante el primer año de tu hijo escribes Puerto escondido, el primero de la saga de Valentina Redondo. ¿Cómo fue?
R.- Llevaba bastante años trabajando como abogada con horarios infernales, era un bufete internacional y no estaba acostumbrada a tener tiempo para mí. Pero, una vez que soy madre, decido trabajar en casa para poder conciliar y se ve que me sobraba tiempo, algo que no entiendo porque mi hijo no durmió una noche seguida hasta que tuvo cuatro años, y me puse a escribir Puerto Escondido con Alan, mi hijo, en el regazo. No sé explicar muy bien porqué pero es como un fuego que tienes dentro y que sólo sale cuando debe. La verdad es que me puse a escribir por puro placer, el objetivo de este primer libro era quedarse en un cajón.
P.- ¿Por qué escoges el balneario y un crimen masivo para este último libro?
R.- Buscaba un sitio que fuera muy idílico, muy tranquilo y no pensaba tanto en el balneario como en el entorno porque conocía esta zona del periodo de documentación de Un lugar a donde ir. Aquí están las cuevas donde ambienté la trama pero nunca había visitado el balneario.
Años después vine al Templo de Agua y me invitaron a conocer el viejo balneario y ahí dije: "Uy, cuidado". Era como descender al siglo XIX. Y coincidió con que documentando El camino del fuego, en un libro de crímenes viejos que había comprado en Escocia, descubrí un crimen masivo que me alucinó a finales del XIX.
"Hay historias maravillosas pero vamos con tanta prisa que las dejamos pasar"
MARÍA ORUÑA
Y encima también se juntó con que mi profesor de tenis forma parte de un BMI, que yo no sabía ni lo que era pero que consiste en distintas empresas que se juntan y crean una cadena de favores. Entonces me pidió el favor de ir a una de esas reuniones de autónomos y a mí me fascinó el sistema. Y pensé que tenía que hacerlo a la grande, sector inmobiliario, gente con cierto poder, que se reúne y tiene la capacidad económica para que le cierren el Templo del Agua para ellos.
Es que al final las historias se construyen viviendo mucho y yo vivo mucho. Me gusta mucho viajar, me gusta mucho ir paseando y pararme a saludar a un señor mayor que está en la puerta y le apetece hablar... Hay historias maravillosas pero vamos con tanta prisa que las dejamos pasar.
P.- ¿Cómo repercute en estos lugares que has ido mencionando en tus novelas aparecer en ellas?
R.- A nivel turístico les ha beneficiado mucho pero no es algo en lo que yo tenga contrapartida alguna (Ríe). Pero es curioso porque muchos alcaldes de pueblos a los que voy a presentar el libro, me dicen: "Te dejamos un apartamento en el pueblo, ven cuando quieras". Pero no funciona así.
De hecho escribí la novela y pedí permiso para poner el nombre del balneario, les dije que si querían ponía otro y les pasé el texto, que no lo hago nunca, porque aquí me cargo a un montón de gente y tampoco quería perjudicar a nadie. Pero les pareció bien y he venido varias veces para escribir el libro porque cuando yo pongo en la novela que hay cuatro cámaras de seguridad es que hay cuatro cámaras de verdad y eso le da solidez a la historia.
P.- Además de visitar los lugares donde ambientas tus novelas, hablas con médicos, forenses... En este caso también con la UCO, ¿no?
R.- Me lleva muchísimo más tiempo la documentación y crear la escaleta que escribir la novela, como tres veces más. Por fortuna ahora tengo contactos en la Guardia Civil, con forenses... Ya me conocen y no tengo que identificarme otra vez con el DNI y jurar por mi vida que no quiero asesinar a nadie.
Aunque cuando les digo que estoy con un asesinato y que se ha llevado a cabo de tal manera y les pregunto si han tenido un cadáver igual, nunca tienen uno igual (ríe). Pero antes de llamarles siempre me documento en temas forenses con libros como el de David J. Shepherd o el de Luis Frontela.
"He tenido el síndrome de la impostora durante muchos años porque me costaba creer que estaba ahí y no entendía muy bien que pintaba en este lugar"
Es decir, no hay que tener morro, yo hago el trabajo y luego hago dos o tres preguntas de confirmación. Jamás he pedido que me pasen informes o estudios. Para eso hay libros y manuales y hay que currárselo y luego que las preguntas te resuelvan localmente como se haría porque no tiene nada que ver cómo actúan a nivel regional que a nivel de un pueblo pequeño en Galicia aunque las normas y los protocolos sean idénticos.
P.- Has pasado de ser una anónima abogada laboralista a una escritora que ha superado el 1.000.000 de lectores en menos de una década. ¿Cómo lo maneja a nivel personal y profesional?
R.- Realmente de una forma muy natural, muy prudente, teniendo el síndrome de la impostora durante muchos años porque me costaba creer que estaba ahí y no entendía muy bien que pintaba en este lugar. Solamente había escrito un libro, no tenía ningún conocimiento literario ni contactos literarios, no había hecho cursos de escritura y de pronto me invitaron a un Sant Jordi y estaba en una terraza compartiendo pintxos con Rosa Montero y Eduardo Mendoza. Pensaba que se habían equivocado, que no pintaba nada allí.
Tardé años en decir que era escritora cuando alguien me preguntaba. No me atrevía a decir lo que era porque a eso se dedicaba la gente muy lista y ya ves que no es así... Pero es extraño, es raro que a veces te reconozca la gente pero es un trabajo que es un poco bipolar. De pronto tienes mucha visibilidad durante tres o cuatro semanas que hay una promoción, estás con mucha gente, y el resto del año es que lo paso llevando a mi niño al colegio, sacando a mi perro, investigando en archivos y pidiendo entrevistas a toda clase de profesionales. Estoy en chándal escribiendo en mi casa. Esto es como un paréntesis que me hace gracia, que está bien pero que confieso que estoy deseando que pase pronto para ponerme el chándal otra vez.
Lo más bonito de la profesión es que al final te acabas juntando con personas que tienen los mismos intereses que tú, que es genial conocer escritores, libreros y editores con los que debates de libros y sobre todo lo que implican los libros.
P.- ¿Y pasar de unos cuantos lectores a un millón?
R.- A mí nunca me tengo en cuenta, creo que un autor tiene que ser muy consciente de su insignificancia, pero tengo muy en cuenta al lector. Pero no me influye en absoluto que al otro lado haya 100.000 o un millón porque cuando escribí el primer libro lo hice para la nada, pensando que a lo mejor mi hijo de mayor sacaba un rato para leerlo.
El trabajo tiene que ser mucho y concienzudo. Tienes que dar lo mejor de ti con honestidad sea como sea el posible futuro lector. No puede ser que digas: "Podría haberlo hecho mejor pero lo acabé rápido". Pero sí que mucho pienso en el lector, en uno imaginario e invisible al que provocó, a que le hago maldades cuando estoy escribiendo...
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