Manuel Rivas (A Coruña, 1957) lleva muchísimos años escuchando y alguno menos escribiendo. Comenzó periodismo y al poco tiempo casi acaba preso, persiguió hasta Portugal a los narcos gallegos y casi le tiran por un precipicio y escribió novelas, como La lengua de las mariposas, que acabaron siendo un éxito en el cine.
Ahora publica La tierra oculta (Alfaguara), donde recopila los textos en los que ha hablado de la naturaleza, en los que ha puesto "literalmente la oreja en la tierra". Habla de Galicia, de sus aldeas, de historias pequeñas que cuentan el mundo entero y de una lucha constante contra la extinción.
El escritor, que fue amnistiado en 1978 tras temer pasar seis años en la cárcel por publicar un artículo sobre una intoxicación alimentaria en un cuartel militar de Coruña, habla de la posible amnistía actual, de una política en la que echa de menos el decoro y la negociación. También de la infancia y la literatura, de una madre que le pidió que huyera del país, de una tierra que da imaginación a quién la vive y de cómo siempre agradece que alguien quiera hacer de su literatura algo más.
Pregunta.- Su madre le pidió que buscase una profesión donde no se mojara y al empezar periodismo una amnistía le salvó de pasar seis años en la cárcel por sedición.
Respuesta.- Imagínate lo que pienso cuando se habla de amnistía y de sedición... Tengo una visión bastante personal del tema, me siento, digamos, interpelado. (Ríe) Fue una historia que tiene que ver con el periodismo y la literatura, que los pienso juntos, que sucedió porque escribí un reportaje sobre una intoxicación alimentaria que había ocurrido en el cuartel de Zalaeta, en Coruña, y que afectó a más de cien personas.
Tenía la información porque yo y otros periodistas de otros medios habíamos conseguido hablar con gente de allí. Trabajaba como freelance y cuando la tuve escrita la envíe al Faro de Vigo y a La Región de Orense. Para mi sorpresa lo publicó el segundo, porque como a mis compañeros les habían dicho que eso no se iba a publicar en sus medios pensé que estos tampoco lo sacarían. Tenía de fuentes a soldados y a médicos pero era una época en la que todo era anónimo. El caso, que a las 8 y media de la mañana siguiente, mi padre marchó muy temprano, empezaron a golpear la puerta y salió mi madre. De repente oigo como grita: "Aquí no hay nadie, aquí no hay nadie", mientras ellos les decían que no pusiera la cosa difícil. Pensé en escaparme por la ventana pero no iba a dejar a mi madre.
Entonces salí al pasillo, vi a la policía militar con ametralladoras y dije: "Hostia, la de Dios". Bueno, pues confesé que era yo al que buscaban y mi madre me miró con unos ojos que casi me fusila ella. Me llevaron ante el juez y por lo militar, hablamos de 1977, para que dijese las fuentes. Pues me negué y pidieron 6 años y algunos días. Mi madre siempre me decía que por qué no me había escapado del país, ya no de casa. Y, bueno, antes de la amnistía cambiaron de capitán general, de uno muy franquista a uno un poco menos franquista, y entonces mis abogados me dijeron que fuese a verle. En Capitanía General me hicieron pasar a un despacho que parecía del virrey de Perú y estaba él sentado, pensaba que me iba a decir: "Siéntese", pero ni pa' Dios. Y me quedé de pie y me preguntó: "¿Usted quería atentar contra el ejército español?". "No señor, yo escribí sobre una intoxicación alimentaria", le contesté y me dijo que me fuera. Fue surrealista.
P.- ¿Y qué opina de la amnistía que está negociando Pedro Sánchez con los independentistas?
R.- Debería haber un consenso político total para esta medida y si sale adelante sería una victoria de la democracia española. Ayudaría a hacer más habitable el Estado español, una democracia avanzada nunca sufre de exceso. Lo peor que le puede pasar a la democracia son los retrocesos. Creo que la amnistía no puede contribuir a otra cosa que a la convivencia y a la paz, a amortiguar el odio, y eso es una victoria para la democracia.
"Hay momentos en los que hay que dejar de embestir y este me parece un momento ideal"
MANUEL RIVAS
Estas cosas quien primero debería encabezarlas es la derecha, la derecha en principio moderada, que ya no se si existe esa derecha liberal porque aquí hasta les cae mal el Papa. Ha desaparecido ese componente cristiano que significa también piedad, darse la mano, restaurar heridas... ¿Para qué sirve si no la democracia? Me parece contradictorio que aquellos que dicen defender, los primeros y más que nadie y contra todos, a España y que aseguran tener la esencia del país no hayan sido los primeros que fortalezcan esa dimensión de comunidad; que la gente esté contenta o al menos no esté cabreada de estar en España. Hay un momento en El Quijote que se dice: "No todo va a ser embestir, Sancho". Hay momentos en los que hay que dejar de embestir y este me parece un momento ideal.
P.- Pero hay mucha gente "cabreada" con la amnistía.
R.- Y yo puedo entender que se manifiesten, que estén en desacuerdo pero otra cosa es pasar a considerar a aquellos que defienden la amnistía como enemigos. Lo que se impone es una dialéctica de enemigos, las cosas que se dicen de Sánchez no son para buscar otra fórmula negociando sino para, como decían desde antes de las elecciones, derogar el sanchismo. Son declaraciones expulsatorias y la dinámica que desde entonces se montó no me gusta. Si no fuera por la amnistía sería por el trasvase Tajo-Segura o por lo que sea, por cualquier otra consideración... Mira la que se montó por el reconocimiento de las lenguas y, ¿qué pasó? Nada. La que se montó con el matrimonio homosexual, que se caía el mundo. Aquí cada vez que se hace una medida que no gusta a otros en vez de discutirla se lleva al borde, se trata al otro como un enemigo y esto es incompatible con la democracia.
P.- Dice que no hay decoro en la política, ¿nunca lo ha habido o ahora es peor?
R.- Siempre ha habido una sucesión de burradas pero hubo un periodo después de la tremenda barbarie que fue la Segunda Guerra Mundial, cuando se pone en marcha la ONU y se escribe la carta de Derechos Humanos, que fue mejor. Pero se han desatado unas dinámicas... El neoconservadurismo, el pensamiento bruto, la falta de civilización...
P.- Suele involucrarse en muchos temas sociales y políticos, el último firmando un manifiesto contra "el genocidio palestino". Son muchas las voces que critican a los intelectuales que se posicionan y más a través de manifiestos.
R.- Lo que no se puede es mandar la conciencia de vacaciones porque si lo hacemos, apaga y vámonos. Solo expreso mi pensamiento. Es que dime de algo que se escriba o se diga que no sea comprometido. Mira, una de las primeras cosas que me dijeron que tenía que hacer cuando empecé como periodista era el horóscopo, pregunté cómo se hacía y me contestaron: "Copia el del año pasado". Y no lo hice, yo me comprometí, no iba a copiar y me quería hacer valer. Me puse a hacerlo y era dificilísimo, ¿qué le ponía a Piscis que era una chica que conozco y me gustaba mucho? (ríe). Pero me comprometí hasta con el horóscopo. Hay esa idea de Miguel Torga, el escritor portugués, que dice que el primer compromiso del escritor es escribir pero que no debe olvidar nunca que todo lo que escribe le compromete.
P.- ¿Cuál ha sido la historia que más le ha comprometido?
R.- La que te he contado antes por los efectos que tuvo, pero tuve otra con el tema de los narcotraficantes. Fui a Portugal porque se me ocurrió hacer una gran exclusiva entrevistando a algunos de los que estaban allí huidos, fue como en 1983 o 1984. Estaban hospedados en una pensión, en una montaña, y cuando fui a preguntar por ellos se abrió una puerta y estaban cuatro o cinco con Sito Carnicero al frente.
Me acerqué y le dije: "Mire, era solo para hacerle unas preguntas", ofreciéndoles la posibilidad de que se explicaran. El tipo me agarró por el cuello y me llevó izado por el aire. Era enorme y me amenazó con tirarme por un barranco. Pensé que lo iba a hacer, hasta perdí el miedo y dije: "Pues, c'est fini". Es curioso cómo reaccionas en situaciones como estas, tampoco es que pudiese gritar mucho porque me tenía agarrado por el cuello pero no grité. Al final me dejó caer, pero no por el barranco, y me dijo que me largara de allí. Acabé hablando con otros, con los que se consideraban más jefes empresarios que trabajaban en una organización que se llamaba ROS e hice el reportaje: "La navidad portuguesa de los reyes del tabaco". Pero sí, pensé que... Fue un susto.
P.- Dice Alejandro Zambra que "leer una novela de 500 páginas y, por naif que suene, es un acto de rebeldía"
R.- Vivir en un libro es como vivir en otro tiempo y también es desafiar el tiempo. El poder tecnológico lo que tiene es que todo es más rápido por lo que todos los procesos se aceleran. Veo la literatura como un espacio de desextinción y eso que dice Zambra también lo vivo. Cuando llevas media hora leyendo te dan ganas de salir a la ventana y gritarlo: "Cuidado, un respeto". Lo vives como una victoria.
P.- En este nuevo libro, La tierra oculta, recopila parte de los textos que ha escrito de "literatura de la naturaleza". ¿Cómo ha sido, como dice usted, "volver a andar ese sendero"?
R.- Tenía bastante miedo a ese desandar. Cuando veo un libro mío prefiero dejarlo estar pero, por otra parte, también es cierto que no veo los libros como compartimentos estancos, como espacios o lugares distintos. Entonces, lo que predomina es esta idea, sobre todo cuando tenía claro que quería hacer una mutación de los textos que tenían que ver con la literatura de la naturaleza. La naturaleza son círculos muy amplios en los que estamos incluidos pero hay una naturaleza más excéntrica, tapada, salvaje... Y aquí está esa parte de mi literatura en la que el oído se puso en tierra para escuchar, en medio de tanto ruido, los murmullos, las voces y los gritos. Porque la tierra ya grita también.
"La revolución más importante es la literatura escrita por mujeres, está ocurriendo algo extraordinario y especial"
MANUEL RIVAS
Ya no es la naturaleza en el sentido contemplativo. Seguimos buscando la belleza pero la belleza es terrible en el mundo de hoy. Me recuerda a una historia que me contaba un amigo. Decía que después de una de las catástrofes marinas contaminantes, la del Casón cerca de Corcubión, hubo que evacuar a la gente del pueblo por la nube negra que tenían encima. Cuando pudieron volver en el autobús era la hora del anochecer y vieron un cielo que ardía en rojo. La gente empezó a gritar de miedo, se paró el autobús y se bajaron todos. De repente, alguien dijo: "Oye, coño, que es una puesta de sol". Pensaban que ardía el mar. Hay un momento en el que la belleza también tiene ese lado. Ahora lo vemos con inquietud, con angustia, porque estamos próximos a una línea de riesgo. El horizonte está enfermo.
P.- Habla en su libro ya no de realismo mágico sino de punkismo mágico. ¿Vivimos el auge del punkismo gallego?
R.- La revolución más importante es la literatura escrita por mujeres, está ocurriendo algo extraordinario y especial pero es verdad, como decía Cunqueiro con humor, que entre el río Lethes, el del olvido, y el fin del mundo tiene que pasar algo. Y pasa, sobre todo, en el campo de la imaginación y tiene que ver mucho con una cultura popular muy fértil y oculta, digamos que la tierra es fértil para las letras.
Este lugar actúa como una metáfora del mundo, es muy denso en diversidad, en tradición, en cultura... Galicia es el lugar de las cántigas, de los cancioneiros... Luego tuvimos los años oscuros donde se escondió esa tradición literaria pero en Galicia siempre se conservó esa línea de vanguardia incluso en épocas muy adversas. La emigración también ayudó porque Galicia resistió en otros lugares. Tiene esa condición de aldea global.
P.- Dijo que tenía conciencia de escuchar durante su infancia, por primera vez, "la boca de la literatura". ¿Cómo fue aquella niñez?
Tiene que ver con esto que estábamos hablando de la cultura popular. Es algo de la memoria, no como un depósito de trastos sino como memoria fértil, que es una operación de rescate. Nadie rema hacia delante, solo los novatos, tienes que remar de espaldas porque es la mejor forma de ver porque tienes marcas: rocas o faros que te indican por dónde ir, que te permiten trazar las líneas para orientarte.
En mi memoria, cuando rescato las voces de la infancia, escuchó la boca de la literatura. Una de las primeras frases que tengo es de mi madre, en ese escribir entre labios, que fue una respuesta al miedo. Quedábamos solos a veces mi hermana María y yo cuando ella iba a hacer el reparto de leche. Un día estábamos solos jugando con una cucaracha y de repente mi hermana se levantó y se puso a mirar por la ventana, era un bajo. Me llamó, fui corriendo y vimos pasar músicos, era un pasarrúas festivo, y de repente vimos dos cabezones que se pusieron contra la ventana, eran unos monstruos enormes y nosotros horrorizados nos metimos en el baño. Cuando llegó mi madre, nos encontró llorando y nos abrazó. Estaba asustada porque no entendía nada y cuando le contamos lo de los monstruos enormes de la ventana, nos dijo: "Pero eran los cabezudos, eran los Reyes Católicos".
La primera herramienta para escribir es escuchar y me ayudó mucho ser pasmón, me gustaba mucho quedar donde estaban las mujeres en el río lavando, oír las conversaciones de la taberna y en casa de mi abuelo campesino, que tenía muchos hijos, no dejaba de oír historias. Aquello era una escuela maravillosa, era un almeiro, que en gallego significa el lugar de cría en el fondo submarino.
P.- Usted formó parte activamente durante mucho tiempo de Greenpeace, ahora en Galicia la gran lucha es contra los molinos eólicos.
R.- Por un parte siempre defendimos las energías renovables y recuerdo en Greenpeace, cuando tenía un papel más activo, que empezó a extenderse la energía eólica y había un grupo de gente en las asambleas que era de Navarra y se quejaba muchísimo de los molinos. Lo vivíamos como una paradoja porque por una parte pensábamos que era necesario para acabar con la combustión fósil pero tenía sus aristas, sus inconvenientes incuestionables. Lo que pasa ahora es que todo se multiplica y en el caso de Galicia es algo completamente invasivo. Es significativo que la justicia, que en el aspecto medioambiental no es una vanguardia en España, los esté parando.
"Vivo gran parte del año en la Costa da Morte, estamos rodeados de molinos pero tenemos apagones todos los días"
MANUEL RIVAS
Las grandes compañías energéticas que fueron muy reticentes a las renovables ahora son entusiastas. No se puede ocupar todas las montañas de un lugar y luego tener sitios donde no hay ni un parque eólico. Se concentran con una densidad altísima y debería buscarse ese equilibrio de que no se uniformara el paisaje. Esto corresponde a una actitud invasiva y es contradictorio porque no tienen un uso local. Solo hay algunos casos, cuando las administraciones se ponen muy exigentes, que consiguen que revierta esa energía en la propia zona. Yo vivo gran parte del año en la Costa da Morte, estamos rodeados de molinos pero tenemos apagones todos los días. La gente campesina y ganadera que necesita las cámaras para conservar la leche tienen unos sustos de muerte.
Entiendo que el papel de las empresas, como dice el presidente de la CEOE, es ganar dinero. Tiene lógica pero es que se quedan hasta con las migas de pan. Son como el personaje de El Principito que está comprando estrellas para poder comprar más estrellas. Ves esas cifras de un año para otro y ¿cómo pueden quejarse? Han ganado, las energéticas, un 90% más que el año pasado. Son cifras tan increíbles que pierdes la realidad, esta gente gana mucho dinero pero tiene una desconexión con la realidad. El barco se hunde porque está descompensada la primera clase, tienen demasiado peso.
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