Como si fuera septiembre en pleno noviembre, así se ha vivido el estreno de Ernest Urtasun como ministro de Cultura. El catalán es una de las caras nuevas que estrena el segundo Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y la novedad siempre es atractiva. "Parece esto la premiere de Napoleón", se comenta en una sala de conferencias del ministerio saturada de periodistas, compañeros políticos y personalidades varias, que van desde Lluís Homar hasta Enrique Cerezo o Ada Colau. Una surtida especie de farándula institucional entre el mundo de la cultura y la política que no ha querido faltar a este simbólico acto para verse y dejarse ver, que recuerda a un septembrino inicio de curso.

El largo período de espera que pasa entre la hora especificada para la convocatoria (13:00) y la llegada de los protagonistas (14:15) da para mucho. Alguien llega a bromear con socarronería que "si no fuese tan guapo no habría tanta gente". El tiempo pasa, pero no es que se estén haciendo de rogar, es que van con retraso en el resto de tomas de posesión y Cultura, como siempre, es la última.

La presentación de Urtasun ha generado una expectación tan multitudinaria que ha habido quien reconocía asombrado no haber visto nunca tanta gente en el estreno de un ministro de Cultura. El heredero de Iceta tiene un amplio currículum académico y profesional, con carrera como diplomático y estudios en Economía y Relaciones Internacionales, a sus 41 años cuenta también con una dilatada carrera política en la que ha defendido los intereses de la izquierda desde su activa militancia en los verdes primero y con los comunes después. No es ningún desconocido, pero aun así su nombramiento como ministro de Cultura ha suscitado algunas incógnitas legítimas por su desconocida relación con la cartera que le ha tocado. Poco se sabe de sus intereses culturales más allá de su declaración como antitaurino y su anecdótica labor como colaborador en la revista musical Rockdluxe.

Por fin terminan apareciendo por la puerta Yolanda Díaz, Miquel Iceta y el esperado Ernest Urtasun para escenificar el traspaso de cartera. En su discurso, Iceta ha hecho gala de la simpatía y el temperamento afable que lo caracteriza. Ha agradecido la presencia de Íñigo Méndez de Vigo (PP) para conservar los "buenos modos" y una "continuidad institucional". Una declaración aparentemente conciliadora, pero que guarda un toque de reproche hacia el partido que representa Méndez de Vigo.

Con un tono ligero y desenfadado, el hasta ahora ministro se ha despedido valorando estos dos años y medio como "los mejores de su vida" al mismo tiempo que deseaba suerte a su sucesor, de quien ha recordado que llega a sus funciones con una importante secretaría de Estado bajo el brazo. Ante todo, Iceta ha profesado verdadero orgullo por su servicio a la cultura del país, pues no es el suyo un ministerio menor. "¿Menor de qué? Este es el ministerio de la vida y la alegría, de la creación y los creadores, de todos aquellos que quieren cambiar el mundo y mejorarlo".

Quizá lo que más honre al catalán sea precisamente su forma de anteponer el deber general al interés particular. "Nosotros no estamos aquí para servir a uno u otro partido, ni siquiera para servir a un gobierno, sino para servir a la cultura". Por último, no ha querido perder la oportunidad de hablar de dos de los grandes hitos de su mandato: la consecución del mayor presupuesto de la historia para Cultura y el famoso Estatuto del Artista.

Acto seguido se ha producido la protocolaria cesión de cartera bajo la sonriente presencia de Díaz y la complicidad de los tres protagonistas de la escena. Una vez terminadas las fotos, los abrazos y los besos, Urtasun ha hecho suyo el atril colocando el iPad Pro en el que ha leído su discurso. "Miquel Iceta lo pone muy difícil, porque después de una intervención inteligente, culta, simpática como la que acaba de hacer, yo voy a hacer una cosa aburridísima", ha reconocido en lo que puede ser un anticipo de los cambios que veremos en este ministerio.

El heredero de Iceta se ha encomendado a la figura del histórico intelectual de izquierdas Jorge Semprún en el año de su centenario. "Es un personaje que me fascina, es el escritor y político de la memoria antifascista. En Semprún probablemente está todo lo que conviene recordar hoy: la cultura como antídoto contra la barbarie, garantía de democracia plena, pilar de un proyecto colectivo europeo".

En esta primera declaración de intenciones, el flamante ministro de Cultura ha mostrado sus credenciales como mandatario de corte militante y combativo, con una visión muy politizada de los intereses de su cartera "en una Europa en la que fuerzas y gobiernos conservadores y ultraconservadores están más interesados en las guerras culturales que en la cultura".

La defensa de la pluralidad de las lenguas, culturas y patrimonios que existen en España, los valores feministas y una especial mención al derecho a la libre expresión contra vetos y censuras son algunas de las principales patas sobre las que se ha sustentado el discurso de Urtasun. Pero también ha hablado de la necesidad de cuidar las condiciones laborales de sus trabajadores, retomando la conclusión del Estatuto del Artista que hereda de su predecesor. No se ha olvidado de mencionar la potencialidad de la cultura como industria y riqueza del país y, como político curtido en el exterior, ha subrayado la importancia de la diplomacia cultural para mirar hacia fuera.

Si en el inicio de su intervención invocaba a Semprún, para finalizar su discurso ha citado en catalán a su paisana Montserrat Roig como "mujer feminista, pionera, libre y militante del PSUC" que dijo que "la cultura es la opción política más revolucionaria a largo plazo".

Frente al simpático y conciliador Iceta, llega la seriedad profesional y formal de un Urtasun cuyo primer discurso no ha perdido en ningún momento el tinte ideológico que representan sus siglas. Sus intenciones han quedado más o menos claras, lo que está por ver es cómo se traducen en la práctica estas ideas en un cambio de perfil para un ministerio tan estratégicamente posicionado, y al mismo tiempo olvidado, como es el de Cultura. Y lo más importante de todo, si este cambio favorecerá a que la cultura española alcance la importancia institucional que merece.