Apenas tenía 17 años cuando su agente le dijo que se iban a Berlín. Había formado un dúo dos años atrás con su prima Alma y tenía que viajar para bailar delante de Hitler por su 50 cumpleaños. Conchita Balcells, más conocida como Isa Reyes, había firmado un contrato que le impedía decir que no, así que sólo le quedó protestar y rezar para cruzarse lo menos posible con el hombre que tanto estaba ayudando a Franco mientras su padre luchaba en el banco republicano.
Fue en 1939, después de dos años viviendo en París y tras haber dejado Madrid junto a su hermana pequeña y su madre por el estallido de la Guerra Civil. Después de actuar por media Europa, conocer a Mussolini, negarse a salir con su yerno, el conde Ciano, y haberse convertido en miss España en el exilio.
La historia de Isa Reyes es la de una familia republicana de vida acomodada que de un día para otro se encontró sin nada, en un país distinto y con un padre en el frente. También la de una bailaora que junto a su prima consiguió mantener a todas las mujeres de la familia y hacer del flamenco la manera de viajar por el mundo y ser un poco más libre.
Memorias póstumas
Ahora, su hijo Dorian L. Nicol ha recogido las memorias que ella misma escribió cuando ya era mayor y que narran su vida en el exilio. Su historia, como dice Ian Gibson en el prólogo, es el reflejo de lo que supuso huir del país para tantos y tantos españoles y también la certeza de una carrera meteórica que se usó para pagar alquileres, comprar comida y poder salir, tras la II Guerra Mundial, hacia una América que acogió a todos los europeos que veían romperse su continente.
Miss España en el exilio. El flamenco y el estrellato en la Europa de los años treinta, publicada por la Editorial Renacimiento, empieza con el viaje de la entonces Conchita, su hermana Nuria y su padre a la Sierra de Gredos para pasar el mes de julio de 1936 en un pueblo de Ávila. Es allí donde se enteran de que ha estallado la guerra y donde su padre, un abogado republicano, empieza a trazar un plan de fuga para su familia.
"Aquel día de julio el locutor hablaba con una voz nerviosa y estridente, mientras explicaba la inquietante serie de acontecimientos acaecidos en las últimas veinticuatro horas. El general Franco había iniciado un levantamiento militar con el objetivo de derrocar el gobierno de la República española y reemplazarlo por una dictadura militar fascista. Finalmente se estaba produciendo esa tan temida revuelta de la derecha. El ejército del cuartel militar español en Marruecos se había trasladado por aire a Málaga para encabezar el ataque", escribió en sus memorias sobre aquel momento.
Exilio en París
También que su padre tuvo claro que tenían que huir y eligió la capital francesa porque allí vivía una hermana de su madre cuyo marido era afín y bien tratado por Franco. Se fueron a vivir a su casa y en aquel París de los años treinta, cuando ya su madre no tenía más joyas que vender, comenzaron a pensar en cómo ganarse la vida sabiendo que tampoco les quedaba nada en Madrid de lo que tirar. "Menos de veinticuatro horas después de nuestra marcha, una multitud descontrolada compuesta por comunistas y anarquistas había entrado a la fuerza en casa. Buscando venganza contra cualquiera o cualquier familia que les pareciese aristocrática, habían saqueado todas las habitaciones. Hicieron oídos sordos a los milicianos que intentaron detenerles, explicándoles que no es solo que nuestra familia fuese republicana, sino que el cabeza de familia estaba en el frente, luchando por la República", recordaba.
Pero la familia Balcells era una apasionada de la música y ella aprovechó lo mucho que le gustaba bailar para hacer del flamenco una forma de vida. Mientras su hermana pequeña entraba en el Liceo, Isa Reyes y su prima Alma montaron un dúo aunque, antes de que pudiesen ponerse a bailar, y tras ser vista en los lugares adecuados, a ella le ofrecieron trabajar como modelo tanto de moda como de distintos pintores, lo que le permitió poder llevar dinero a casa. También apareció en una película en la que interpretaba un pequeño papel de gitana.
"Solo unos días después de conocer a Monsieur Guitry (el director de cine) recibí una llamada telefónica de su secretaria para concertar una cita conmigo en los Estudios Joinville. Esas noticias hicieron que nuestro pequeño hogar se viniese arriba, presa de la expectación y las elevadas esperanzas, con todo el mundo discutiendo sobre mi futuro como estrella del cine", escribió en sus memorias aunque, cuando terminó aquel trabajo, y tras recibir otras llamadas para continuar como actriz, el sarampión acabó con aquella fugaz carrera y le abrió las puertas de otra.
Tanto ella como su prima se empecinaron en convertirse en bailarinas y quisieron que su tía Encarna les presentase a la mujer que podría darles el empujón que necesitaban. Como ella dejó por escrito, "organizó un encuentro con la Duchesse. El objetivo de esa reunión era hablar del momento adecuado para ser formalmente invitadas a su salón y presentadas a la sociedad francesa, haciendo nuestro debut como bailarinas".
Pasaporte al éxito
Y así sucedió tan sólo cuatro días más tarde y con un éxito absoluto. "Cuando terminamos, hubo un instante de silencio, y entonces el público en pleno estalló en gritos de '¡Bravo!' '¡Bravo!'", recordaría. "Desde ese momento, nos empezaron a llover las ofertas, y nos contrataron para empezar en La Bagatelle, un club nocturno nuevo y exclusivo que se iba a abrir pronto. Las críticas favorables que recibimos allí nos ayudaron un montón a avanzar en nuestras nuevas carreras teatrales. Hasta Renée Richard, uno de los críticos más respetados y más duros del mundo del teatro y del espectáculo de París, escribió un hermoso y también algo conmovedor artículo sobre nosotras", aseguraba.
Cuando los hombres de uniforme con caras de pocos amigos y los de la Gestapo con sus gabardinas negras entraron en nuestro compartimento, Alma y yo, motivadas por el puro terror, empezamos a emplear toda la picardía y el encanto"
Las actuaciones internacionales llegaron gracias a un contrato con un agente que les prometió el cielo. El primer viaje fue a Varsovia, donde actuaron en varios teatros y donde en total pasaron cuatro meses en compañía de su madre. Todo fue un éxito, aunque temblaron en el tren de vuelta. Sus pasaportes ya estaban caducados y habían viajado con un permiso especial del gobierno de Francia que ya había quedado obsoleto. Su madre falsificó el permiso y, cuando cruzaron Alemania, donde entonces Hitler ya era casi todo, les dijo: "¡Coquetead con la policía cuando entren e intentad distraerles!".
"Cuando los hombres de uniforme con caras de pocos amigos y los de la Gestapo con sus gabardinas negras entraron en nuestro compartimento, Alma y yo, motivadas por el puro terror, empezamos a emplear toda la picardía y el encanto que fuimos capaces de conjurar, pestañeando, sonriendo y flirteando, con la esperanza de poder distraerles para que no mirasen demasiado de cerca nuestros documentos falsificados", recordaría y aseguraría que se pasaron años contando aquella historia muertas de risa, hablando de esa picardía española que las había salvado de los nazis.
Miss España en el exilio
Fue a su vuelta a París cuando llegó la carta que daría título a estas memorias, la del periódico Le Monde, pidiendo que se presentase para ser una de las candidatas a miss España que aquel año se celebró en París por la guerra española. Fue a la entrevista y al poco tiempo se había hecho con el galardón. Como ella escribió, aquel momento le cambió la vida o por lo menos la perspectiva de esta. "Cada día recibía un surtido de artículos de varias de las casas de alta costura parisina, incluyendo chaquetas y abrigos de Lanvin, trajes y vestidos de Patou, y un par de trajes de noche largos de Schiaparelli. Cuando fui a Cartier a elegir mi regalo de un reloj de pulsera de oro, la escena fue fotografiada y publicada en portada en la revista Paris Soir... Era como un sueño", aseguraría.
Además que el teléfono de su casa no dejó de sonar, llamaban de muchas marcas queriendo a Isa Reyes como modelo de sus productos, pero declinó todas las ofertas para poder centrarse en el baile. Aunque no todo lo recordó con cariño. "El periódico español ABC, alineado con los sublevados, puso mi foto en su página de editorial bajo un texto que básicamente decía: 'Es una pena que la nueva Miss España no esté representando a la España de Franco. Es lo bastante bonita como para robarle el corazón a cualquier joven fascista'".
Y así fue, aunque no fue un fascista tan joven. Al poco tiempo le ofrecieron actuar en Venecia donde "las pancartas y banderas fascistas estaban en cada esquina". "El odioso símbolo del haz de varas sostenido por un puño cerrado estaba por todas partes, al igual que la bandera fascista italiana, igual a la tradicional tricolor italiana verde, roja y blanca pero con un águila feroz y belicosa en el centro, sujetando entre sus garras el haz de varas. También, por todas partes, garabateada en las paredes o en los laterales de los camiones, estaba la interminable repetición de la palabra '¡Duce!'", aseguró y no tardó en conocerlo.
Flores del conde Ciano
"Desde detrás del escenario, por una rendija en el telón, vimos como Il Duce, el mismísimo Signor Benito Mussolini, el dictador fascista de Italia, hacía su gran entrada. Llegó con lentas y pomposas zancadas, con un gran sentido del dramatismo, levantando la barbilla hacia delante como siempre hacía para las fotografías y los noticiarios, mientras saludaba con el brazo derecho extendido delante de él a la multitud que le adoraba, dedicándoles un saludo fascista", confesó en su diario tardío y añadió que al día siguiente su habitación se llenó de flores de parte del conde Ciano, el yerno de Mussolini, que no la dejó tranquila hasta que su prima Alma le mintió y le dijo que era la amante de un general muy importante de Franco.
Me quedé mirando fijamente a Hitler un segundo, antes de apartar la mirada. Ahí estaba él, el hombre más temido del mundo, aplaudiendo y evidentemente disfrutando"
Pero no fue la única vez que estuvo incómoda y seguramente no fue la que más. En 1939, a los pocos meses de su visita a Venecia, le dijeron que se iba a celebrar una gala en el Teatro Wintergarten a modo de colofón de las fiestas por la celebración del cincuenta cumpleaños de Adolf Hitler en Berlín. Intentó negarse a ir, dijo que no pensaba actuar, pero su representante no le dio otra opción: tenía la gira firmada en el contrato y no podía decir que no.
Ya allí, cuando estaba entre bambalinas, la gerente del teatro se acercó a ella y al resto de los bailarines. "Nos estuvo explicando con un francés con marcado acento alemán que el teatro estaría cerrado al público y que el propio Hitler sería el invitado de honor, acompañado por sus compañeros nazis de alto rango y por el Cuerpo Diplomático en la conmemoración y celebración de su cumpleaños. (...) Me quedé mirando fijamente a Hitler un segundo, antes de apartar la mirada. Ahí estaba él, el hombre más temido del mundo, aplaudiendo y evidentemente disfrutando. Todo el reparto se quedó en el escenario mientras sonaba el himno nacional alemán", escribió.
A su vuelta, y con su padre ya exiliado en Cuba, fue a Atenas a actuar y se enamoró locamente de un joven. Fue con él con el que vivió el estallido de la Segunda Guerra Mundial, "que nos obligaría a abandonar París y buscar asilo en otra parte". Se fue primero a La Habana y con él acabaría formando una familia en el norte de California.
También fue allí donde le contaría a sus hijos quién fue y cómo todavía se acordaba de Madrid y de aquel París donde triunfó su flamenco.
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