Se subía en unos zancos y se ponía un cojín en el asiento. Tenía 9 años cuando empezó a robar coches y los pies no le llegaban a los pedales ni los ojos a la luna delantera. Iba siempre junto a sus hermanos mayores con los que volvía a dormir a una casa donde su madre pasaba algún día que otro entre condena y condena. Con apenas 12 ya era conocido en el barrio de La Mina por ser uno de los mejores ladrones de coches y justo ese año, cuando agarró a una mujer del bolso desde uno de ellos, por homicida tras tirarla al suelo y atropellarla.
La primera vez que le detuvieron tenía 14 años y desde entonces, hasta que murió de una cirrosis al empezar los cuarenta, pasó 28 años encarcelado. Durante ese tiempo, entró y salió de prisión con mucha insistencia, protagonizó fugas, motines y su cara se convirtió en una habitual de los telediarios. También en protagonista de películas y de canciones. Incluso uno de sus intentos de fuga, en el que acabó con un disparo y esposado, fue retransmitido por la televisión catalana.
Pero, ¿quién era y de dónde salía El Vaquilla y por qué todos sabemos su nombre? Juan José Moreno Cuenca nació cuando su madre cumplía condena en la cárcel y fue uno de los cientos de jóvenes que se trasladaron al barrio de La Mina cuando ya a finales del régimen franquista este abrió sus puertas para dar cobijo a más de 15.000 personas que vivían en poblados chabolistas cerca de Barcelona y Sant Adrià. También fue el cuarto hijo de Rosa Cuenca y el primero que no era del mismo padre. Tal y cómo le contó su madre, su concepción había sido fruto de una breve relación con un cantautor al que jamás volvió a ver y tras él llegaron otros de padres distintos.
"Veían un coche guapo, a alguien con un polo Lacoste, y querían conducir el uno o ponerse el otro. Pero no tenían dinero. Así que lo robaban"
Al parecer, tuvo siempre una relación más intensa con sus hermanos mayores y fueron ellos los que le enseñaron qué hacer para poder tener. Contó, años más tarde, que su primer robo fue en el colegio durante uno de los pocos cursos a los que asistió. Le quitó unos lápices de colores a un compañero para poder venderlos y pagarse unas partidas al futbolín. Después, y rápidamente, llegaron los bolsos y los coches. "Veían un coche guapo, a alguien con un polo Lacoste, y querían conducir el uno o ponerse el otro. Pero no tenían dinero. Así que lo robaban", contaba a El Mundo un veterano policía sobre él y su familia.
Pero un día, no muy lejos de aquel primer robo, le quitó la pistola a un vigilante de seguridad y subido en sus zancos y en su cojín robó un coche para irse a la Costa Brava a "birlar" a turistas. Fue allí donde conduciendo sacó la mano y le robó el bolso a una turista que perdió la vida tras caer y ser atropellada.
Desde entonces, con 13 años, fue de reformatorio en reformatorio y a los 15 le pasaron a la cárcel Modelo de Barcelona. Pero la suerte estaba de su lado y la amnistía tras la muerte de Franco le dejó libre al año de entrar. Pero aquella corta estancia en la cárcel de adultos no le sirvió de revulsivo. A partir de ahí fue conocido por entrar y salir con bastante asiduidad de prisión y su carrera como delincuente fue tan meteórica que en 1977 José Antonio de la Loma le pidió que protagonizara la película Perros callejeros donde contaba la vida de los chicos de los barrios marginales. Aceptó sin dudarlo pero todo se truncó cuando tuvo que volver a prisión. O no. Porque aquel film, que supuso el comienzo del género quinqui, le otorgó aún más notoriedad mediática y le hizo crecerse como personaje.
La popularidad que le dio aquella película y que le daban los telediarios le provocó tal notoriedad que en la cárcel empezó a ser el protagonista y portavoz de todos los movimientos subversivos que se producían. Fue la cabeza pensante de varios motines y se encumbró en 1984 con el que dirigió en la cárcel Modelo. Así lo contó entonces el diario El País: "Los reclusos amotinados, entre los que se encontraba Juan Moreno Cuenca, apodado El Vaquilla, y un muchacho recientemente trasladado desde Madrid apodado el Josele, secuestraron a los (cuatro) funcionarios hacia las 12.30 horas con la ayuda de varias navajas y un estilete, se apoderaron de las Naves y cerraron la galería. Los amotinados pusieron en libertad a dos de los rehenes cuando el médico de la prisión les suministró las dosis de droga que exigían, y a los otros dos cuando consiguieron hacer llegar a los medios de comunicación lo que consideraban sus reivindicaciones".
Y justo un año después de este motín, que salía en las portadas de todos los periódicos, su nombre empezó a tararearse en todas las calles de España. Los Chichos, uno de los grupos más populares del momento, le dedicaron una canción. El estribillo decía: "Tú eres el vaquilla, alegre bandolero / Porque lo que ganas, repartes el dinero/ Tú eres el vaquilla de buenos sentimientos/ Si al final dependes de un simple carcelero". Tenía sólo 24 años y ya era una estrella del rock quinqui de la época. Además, fue interpretado ese mismo año por Raúl García Losada en la película, también de Loma, de Yo, el Vaquilla lo que agrandó el mito.
Pero siguió entrando y saliendo de la cárcel y se enteró de que su adicción a la heroína le había traído el sida y la hepatitis C. Vivió asumiendo la enfermedad y su poco libre albedrío hasta que en 1999 decidió fugarse y estar en libertad cinco días completos. En aquellas poco más de 100 horas que estuvo en la calle cometió trece delitos que le llevaron otra vez ante los tribunales y otra vez a estar entre rejas. En aquel juicio aseguró: "Robar no está bien. Yo delinquí y asumo mi responsabilidad". Lo que no sabía es que está sería su enésima pero también su última condena.
Porque aunque joven, el sida y la hepatitis se juntaron con una cirrosis que acabó con su vida el 19 de diciembre de 2003 en el hospital del centro penitenciario de Badalona. Tenía 42 años.
Por eso, aunque algo tarde, la canción Elegía de Ismael Serrano también llevaba su nombre. "Antes de nacer ya eras carne de trena,/ luego bebiste espejismos por la aguja/ Nunca cupo tanta rabia en una celda/ y la cirrosis te frustró la última fuga/ La justicia es implacable/ con los que no tienen guita/y sólo queda resistir./ La vida en la periferia,/ cruel, siempre abre una herida,/ tú fuiste su cicatriz.
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