Cuando había pasado un cuarto de hora de las ocho de la tarde del 8 de marzo de 1921, tres hombres subidos en una moto y armados con pistolas pararon frente a la Plaza de la Independencia, entre las calles de Olózaga y Serrano, y acribillaron el coche del entonces presidente del Consejo de Ministros Eduardo Dato Iradier, el hombre más fuerte del Partido Conservador.
Eran Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas; que subidos en una Indian gris oscura con sidecar lanzaron 20 disparos, tres de los cuales acabaron con la vida del político. La noticia corrió rapidísimo y los medios no tardaron en hacerse eco de un magnicidio que muchos denominaron anunciado. Del tercero que ocurría durante la Restauración.
Desde el periódico ABC no dudaron en tildar de vergonzosa la seguridad, de hablar de un fracaso de la Policía que tenía conciencia de que esto podría ocurrir en cualquier momento. Así lo describió Wenceslao Fernández Flórez: "El personal subalterno ha mejorado mucho, pero en las alturas no hay un solo cerebro para dirigirlo y manejarlo como es necesario. La distribución de los agentes para proteger a Dato en su recorrido hasta casa es tan ridícula, ineficaz y risible, que no sé cómo a estas horas no se han presentado varias dimisiones". Porque cuando el periodista escribió estas líneas sólo se había producido una, la de Fernando de Torres Almunia, director general de Seguridad.
El asesinato provocó un revuelo nacional y la alerta absoluta de la Guardia Civil que comenzó a interceptar a a todos los motoristas de Madrid. No tardaron mucho en dar con la moto que había llevado a los tres asesinos, menos de 72 horas, porque encontraron la encontraron en un garaje junto de Ciudad Lineal junto al armamento y mucha munición. Aquel lugar les llevó rápido hasta la casa de Pedro Mateu y a crear un relato que acabó beneficiando a los autores. Empezaron a hablar de un asesinato político.
"Yo no disparé contra Dato, a quien ni siquiera yo conocía, sino contra un presidente que autorizó la más cruel y sanguinaria de las leyes: la ley de fugas"
PEDRO MATEU
"Yo no disparé contra Dato, a quien ni siquiera yo conocía, sino contra un presidente que autorizó la más cruel y sanguinaria de las leyes: la ley de fugas", aseguró Mateu, dando alas a la posterior versión del fiscal. Porque en su informe confirmó que el complot se había fraguado en Barcelona "para suprimir a aquellas personas a quienes consideraban los elementos anarquistas como causantes de la persecución de que eran víctimas los obreros, complot que se va tramando día por día". Y añadía que cuando llegó el momento de realizarlo "Pedro Mateu y Luis Nicolau vienen a Madrid y se hospedan en la calle de Echegaray, usando los falsos nombres de José Pallardo y Leopoldo Noble. Como su afán es despistar, siempre dan en todas partes señas y direcciones distintas", argumentando así la planificación de aquel ataque y dando fuerza a lo que luego conseguiría indultarles.
Porque aunque en ese momento sólo tenían a Mateu. Luis Nicolau había conseguido huir a Alemania y Casanellas había llegado a la Unión Soviética, casi como exiliado político. Al primero lo detuvo la policía germana pero en un primer momento se negaron a extraditarlo ya que consideraron sus delitos "políticos" y temieron por las consecuencias sobre su vida si le devolvían a España. Al final acabaron cediendo pero ajo una condición: no se podría condenar a Nicolau a pena de muerte.
Así que la policía alemana le llevó custodiado hasta los Pirineos y empezaron los problemas de la justicia española. Tenían que decidir cuál iba a ser su pena tras las condiciones alemanas y al final, en octubre de 1923, se les condenó a muerte, aunque con la certeza de que no se llevaría a cabo. Además, en cuanto la sentencia se hizo firme, Casanellas comenzó a enviar cartas desde Rusia asegurando que él era el único responsable de la muerte de Eduardo Dato, intentando así liberar a sus amigos.
Aunque todo cambió para ellos el 18 de enero de 1924, cuando el rey Alfonso XIII, por requerimiento de Primo de Rivera, les indultó quitándoles la pena de muerte y conmutándola por la cadena perpetúa, tal y como había acordado el estado español con gobierno alemán. Pero no pasaron ni mucho menos toda su vida entre rejas. La Segunda República se hizo efectiva el 14 de abril de 1931 y ambos salieron de la cárcel dentro de una amnistía generalizada.
También volvió Casanellas, que llevaba años trabajando para el Partido Comunista ruso en Latinoamérica y que vio así la oportunidad de regresar a casa sin nada sobre la espalda. Murió en un accidente de moto tan sólo dos años después. Nicolau no corrió mejor suerte y durante el éxodo republicano, tras la Guerra Civil, murió fusilado en La Quart. El último superviviente fue Mateu, que abandonó el país y vivió hasta 1982 como calderero en Toulouse. En 1967 dio una de sus pocas entrevistas. "Nosotros creíamos que si lo eliminábamos su sucesor sería mejor y las cosas cambiarían", aseguró con Franco como dictador en España.
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