Llega a la entrevista con una hora de retraso, pero hoy es uno de esos días en los que hasta la impuntualidad se disculpa. “Siento la tardanza pero no he parado de recibir llamadas y tengo más 350 mensajes sin leer”, explica. Matteo Garrone, a quienes muchos consideran uno de los artífices del renacimiento del cine italiano, ha logrado que Io Capitano (Yo capitán), la dura epopeya sobre dos migrantes desde su Senegal natal hasta la costa siciliana, sea uno de las cinco títulos que competirán en los Óscar en la categoría de mejor filme internacional.
Garrone (Roma, 1968) rezuma realismo, tanto como su propia carrera cinematográfica, de su entrada en escena -Gomorra- hasta su odisea migratoria. “Las primeras apuestas dicen que estamos en tercera posición”, asume en una entrevista con El Independiente. Garrone es la estrella invitada en Kustendorf, el atípico festival de cine que el polifacético Emir Kusturica celebra esta semana en Mecavnik, un pueblo creado por él mismo en las montañas de Serbia, cerca de la frontera con Bosnia y Herzegovina.
El director italiano admite que tiene duros contendientes, entre ellos, La sociedad de la nieve del español Juan Antonio Bayona pero también la británica La zona de interés, adaptación de la novela homónima de Martin Amis. “La zona de interés parte con ventaja pero tenemos mes y medio para hacer nuestro trabajo”, explica Garrone, con una sonrisa imposible de desdibujar. La cinta ya le valió el año pasado el premio a mejor director del Festival de Venecia.
De 'Gomorra' a 'Pinocho'
Recién embarcado ahora en los preparativos de su viaje hacia Los Ángeles, Garrone establece similitudes entre Gomorra, Yo Capitán y su filme previo, Pinocho, una versión personal del clásico infantil con Roberto Benigni como Geppetto. En el filme nominado a los Óscar, Seydu y su primo Musa -apenas cumplidos los 16 años- abandonan Dakar clandestinamente, sin el conocimiento de sus padres. “En realidad, es una combinación de Gomorra y Pinocho. Siempre he trabajado mi carrera en dos direcciones: un lado más aparentemente realista, casi documental como Gomorra; y otro más simbólico Pinocho”, argumenta el romano.
Como en Gomorra, retrata el momento en el que unos niños descubren la violencia del mundo
“Para mí, Seydu es Pinocho porque emprende el periplo sin decírselo a su madre, traicionándola y, como en Gomorra, retrata el momento en el que unos niños descubren la violencia del mundo”. En Yo Capitán, la Camorra son los contrabandistas que les dejan abandonados en pleno desierto a su suerte; los policías libios que les roban el dinero -hasta el escondido en el ano- o las mafias de la ex patria de Muamar Gadafi que les confinan en sórdidas prisiones en el desierto. En la gran pantalla, el drama de quienes arriesgan lo poco que tienen -nada más allá de un cuerpo- para el sueño europeo.
“Durante diez años escuché historias de migrantes y elegí algunas para la película. Me resultó imposible recrearlas de un modo totalmente realista. Traté de rebajar el tono porque si llevaba a escena lo que me habían contado se habría convertido en una cinta imposible de ser visionada. La realidad es peor, más violenta. Si hubiéramos elegido a una chica como protagonista, tendríamos que haber hablado de las violaciones”, alerta Garrone, quien reconoce tener querencia por “colocarse en zona incómoda”. “Me gusta situarme en el riesgo”.
Traté de rebajar el tono porque si llevaba a escena lo que me habían contado se habría convertido en una cinta imposible de ser visionada
"Poner la cámara al otro lado"
Yo Capitán tiene un componente de riesgo, de apostar por los vencidos y hundirse en el barro sabiendo de partida que uno se adentra en territorio hostil. Y no lo hace en Senegal sino en la patria propia, la Italia cuyos designios rige Giorgia Meloni, una ultraderechista que llegó al poder con el rechazo a la inmigración como una de sus banderas y desde entonces ha peleado en el seno de la Unión Europea por imponer una política de cierre de fronteras y externalización del control migratorio. Las cesiones en el nuevo Pacto de Migración y Asilo censuradas por las organizaciones de rescate y asistencia a los refugiados son una de sus victorias en una Europa que celebra elecciones en junio en mitad de una nueva oleada populista.
“Es evidente que el problema político de la inmigración está yendo en la dirección equivocada, pero no solo en Italia sino en todo el mundo”, opina Garrone. “Creemos que podemos resolver la cuestión fortificándonos y cerrando nuestras fronteras pero es solo una ilusión. Hay que abordarlo con diálogo, permitiendo que vengan y vayan, sin arriesgar sus vidas y hacerlo desde los derechos humanos. ¿Cómo es posible sostener que nuestros jóvenes europeos puedan viajar a cualquier lugar del mundo y otros no? ¿Qué decirles a los jóvenes que quieren emigrar a Europa y ven a personas de su edad llegar a sus países como turistas?”.
Una reivindicación que el director lleva a escena y en la que busca la complicidad de los públicos ubicados en ambas orillas. “Es una película que trata de ofrecer una experiencia, de hacer ver parte de un viaje que ignoramos. Queríamos poner la cámara en el otro lado. Algunos sabemos que la gente muere en el desierto o en la mar, pero no lo vemos”, arguye. “Ni siquiera los propios protagonistas de ese viaje lo han visto. Al principio saben que será peligroso y que muchos han muerto, pero poco más. Por eso es importante haber logrado que la película sea estrenada en veinte países de África. Es una manera de que vean su propia odisea. Por eso precisamente se trata de una cinta universal sobre el derecho de cada ser humano a moverse hacia una vida mejor”.
"Una película con una dimensión mágica"
Para Garrone, Yo capitán alberga cierta magia, comenzando en el propio casting. “Lo hicimos en Senegal. Seydou Sarr, el protagonista, pertenece a una familia de actores pero su sueño era ser futbolista. No tenía interés por ir al casting pero le obligaron. Cuando llegaron, las pruebas estaban completas y no hubo modo de que pudiera participar, pero de camino a casa se dio cuenta de que había perdido la llave y retornó. Fue entonces cuando un miembro de la película reparó en él e hizo el casting. Pienso que fue el destino y que es la dimensión mágica de esta película tan realista”.
"En esta película me he sentido a veces codirector e incluso espectador o facilitador"
Realismo y magia se fusionan en la propia historia mientras la cámara va captando los desafíos que les asaltan en ruta. “Fue un acierto que los actores fueran migrantes que habían hecho el periplo porque la película se hizo con ellos. Y yo me sentía a veces codirector e incluso espectador o facilitador. Cuando rodamos escenas y yo veía que ellos no las consideraban creíbles, las cambiábamos hasta que cobraban veracidad para ellos. En estos meses de proyecciones, he preguntado a muchos migrantes que la vieron y me han confesado haberse reconocido en su propia experiencia”.
Precisamente el italiano vincula su buena acogida a esa autenticidad y esa “lucha épica” hasta el último suspiro de su personaje, capaz de lanzarse al mar al timón de un barco atestado de vidas sumidas en la desesperación. “Ha sido la oportunidad de mostrar al mundo lo que significa este sistema injusto que hemos creado. En cierto modo, es un héroe que lucha y eso llega a todos, también en Estados Unidos”, desliza.
Garrone no oculta su felicidad cuando explica que la película ha sido proyectada en escuelas a lo largo y ancho de Italia. “Podrían pensar que ver este tipo de películas es aburrido, pero cuando la ven, descubren que el protagonista tiene su misma edad, sus mismos deseos y problemas. Puede ser un comienzo para darse cuenta de que detrás de una cifra hay seres humanos como ellos y que terminen llevando el mensaje a sus familias”, rememora. De momento, su nominación al Óscar ha logrado la felicitación del Gobierno que ha hecho causa contra la inmigración. Para el ministro de Cultura, se trata de “una fuente de orgullo para Italia”. Garrone, en cambio, prefiere el efecto que ha surtido la película entre los adolescentes italianos. “Es que son ellos el futuro”.
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