Yang Zhifa era un campesino que tenía sus tierras a unos 30 kilómetros de la ciudad china de Xi'an. Allí, junto con sus hermanos trabajan unas tierras y tras una larga época de sequía habían tomado la decisión de excavar un pozo para encontrar algo de agua que le diese un respiro a sus cosechas. Se turnaban para cavar y cuando ya llevaban más de 5 metros hacía abajo, Zhifa dio con algo duro. Se agachó para tocar con las manos lo que pensó que era un cuenco, sabían que en esa zona siempre se encontraban muchos objetos antiguos, pero al cogerla se dio cuenta de que se trataba de un trozo de una escultura de terracota.
Ya habían encontrado antes alguna lanza y trozos de lo que parecía cerámica pero al seguir excavando vieron que era un guerrero a tamaño natural y decidieron llamar al museo de Lintong. Les cogió el teléfono el arqueólogo Zhao Kangmin que en cuanto escuchó la descripción del hallazgo dejó lo que estaba haciendo y se fue hasta el lugar. "Estábamos tan emocionados que íbamos en bicicleta tan rápido que parecía que estábamos volando", asegura sobre cómo reaccionaron él y su ayudante ante la noticia. Aunque añadió que "nunca" se imaginó "la magnitud de lo que iba a encontrar".
"Tenía miedo. Eran los últimos tiempos de la Revolución Cultural y temía que destruyeran a los guerreros"
Al llegar y ver el descubrimiento vio de era más importante de lo que había pensando y se llevó varias piezas al museo para reconstruir las estatuas que se habían encontrado a tan sólo un kilómetro de la tumba de Qin Shi Huang, el emperador chino que unificó el país por primera vez, y que había gobernado entre 247 y 210 antes de Cristo.
Pero aunque sabía que lo que tenía entre manos era importante decidió mantener en secreto el hallazgo durante más de un año y medio, temiendo que si el gobierno chino se enteraba se encargaría de destruirlo. Así se lo explicó al historiador británico John Man: "Tenía miedo. Eran los últimos tiempos de la Revolución Cultural y temía que destruyeran los guerreros. Unos años antes tuve que hacerme obligado una 'autocrítica' porque me interesaba investigar 'cosas viejas'".
Hasta que en junio de 1975 un periodista de la agencia Xinhua, que dependía del estado, se enteró en qué estaba trabajando y él se vio obligado de informar a las autoridades que reaccionaron mucho mejor de lo que él esperaba. Pusieron a su disposición todo los medios para continuar con la excavación y hacerlo lo más rápido posible. Tan sólo cuatro años más tarde, y gracias a esta ayuda del gobierno chino, ya habían encontrado cientos de figuras que resultaron claves para averiguar más sobre el yacimiento.
Terminaron con esta primera frase en 1984, consiguiendo grandes hallazgos como dos carros de bronce, y cuando intentaron empezar la segunda, un año más tarde, tuvieron que pararla por razones técnicas. El trabajo se paralizó durante varias décadas, aunque lo que ya habían encontrado se techó y se abrió al público.
Luego volvieron a excavar en 2009 en una tercera fase cuyos resultados se presentaron hace tan sólo un año y en los que se informaron de 220 nuevos guerreros de terracota. Gracias a todo lo que encontraron supieron que el emperador estaba obsesionado con vivir para siempre y que quiso ser enterrado bajo la protección de 8.000 soldados. También de músicos, concubinas, escribas y oficiales que le acompañarían tras su muerte. Se cree que tardó en construirlo 38 años y que contó con la mano de obra de más de 720.000 esclavos.
También que todos los guerreros estaban pintados con colores muy vivos que aunque se podían ver al quitarles la tierra de encima desaparecían rápidamente tras su contacto con el aire.
Conflicto por la titularidad del descubrimiento
Este trabajo es considerado a día de hoy uno de los hallazgos arqueológicos más importantes. También uno de los que ha traído cola con el conflicto sobre la titularidad de su descubrimiento. Tanto el agricultor que encontró las primeras piezas como el arqueólogo que las sitúa históricamente y les dio valor se han disputado este título durante muchos años.
"Si no llego a tiempo lo habrían destruido. Ver no es descubrir. Todo lo que quieren es dinero"
ZHAO KANGMIN
El descubriendo no tardó en llenar titulares, en hacerse conocido internacionalmente y comenzó la pelea entre ambos. Yang Zhifa alegaba que él había descubierto las piezas junto con sus hermanos e incluso durante un tiempo le pagaron por firmar los libros de fotografías que se vendían en la tienda de souvenirs; pero Zhao Kangmin decía que no sabían que tenían entre las manos y que lo habrían destruido si el no llegar a acudir. "Ver no es descubrir. Todo lo que quieren es dinero", aseguró.
Y puede ser verdad pero es que Zhifa al encontrar aquellas piezas había perdido sus tierras y no tenía un sustento económico desde que los guerreros de terracota habían aparecido bajo tierra. Al parecer, tanto él como sus hermanos acabaron muriendo en la pobreza y maldiciendo el momento en que llamaron al director del museo.
Por su parte, Kangmin hizo imprimir miles de tarjetas de visita que entregaba a todos lo que acudían a ver las estatuas y en la que por detrás había hecho poner: "El verdadero hombre que descubrió, determinó, restauró y desenterró los mundialmente conocidos Guerreros y Caballos de Terracota".
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