En los últimos 75 años, las mujeres con hijos se han ido incorporado al mercado laboral en un número cada vez mayor. Ahora, según la OCDE, el 71% de las madres con un solo hijo trabajan, así como el 62% de las que tiene dos o más. Además, en las últimas décadas las mujeres que ahora tienen niños han sido educadas con una mirada distinta, les han dicho que pueden hacer todo lo que hacen los hombres y esta retórica ha sido asumida por ambos géneros aunque sólo hasta que aparecen los niños.
Cuando una pareja se tiene que hacer cargo de un hijo común comienzan los problemas, la frustración mutua, de ellos porque no saben qué más se espera de un padre, de ellas porque ellos no están a su nivel de cuidados. Y salta, según la psicóloga Darcy Lockman, la pregunta: "¿Por qué no pueden los hombres hacer lo mismo que las mujeres?"
Ella fue una de esas chicas que durante la universidad jamás pensó en no encontrar a alguien con quién tener hijos y dividirse a partes iguales las tareas. Cuando algunas de sus amigas se quedaron embarazada, ella decidió ser madre algo más mayor, y le contaban como sus maridos, hombres modernos y declarados "feministas", se estaban desentendiendo de gran parte del trabajo de la crianza se alteraba y les decía que no podían tolerarlo, hasta que ella tuvo a su primera hija.
La situación con su marido cambió radicalmente y ella se convirtió en una madre casi a la antigua con un trabajo de mujer moderna, es decir, a tiempo completo. "La dinámica de género había cambiado mucho desde mi infancia, al menos esa era la impresión que tenía antes de ser madre. (...) Las mujeres que conocí en las idas y venidas del preescolar y al parque infantil trabajaban a jornada completa, y, al igual que yo, después del parto se habían encontrado con que tenían que soportar en casa la mayor parte de las cargas domésticas, hasta entonces inimaginables", comienza en el prólogo de Toda la rabia (Capitán Swing) que ha escrito después de su segundo embarazo.
"Los maridos que conocía, incluido el mío, estaban comprometidos de mil maneras con sus hijos, nada que ver con el estereotipo retro del tipo que rara vez salía de la oficina y se negaba a limpiar un culito sucio. Pero una vez que superaban a Don Draper en los anales de la paternidad, estos hombres parecían contentos de retirarse a sus camas con sus teléfonos. Todos, hombres y mujeres, vivíamos con la conciencia de un pasado reciente en el que no se esperaba gran cosa de los padres en casa. Entonces, ¿quiénes éramos las madres para enfadarnos, para no celebrar cada participación de nuestras parejas?", continúa.
Y asegura que esa pregunta es lanzada inconscientemente por los padres que consideran que están mucho más implicados que antes y se sienten "confundidos" cuando les dicen que eso no es suficiente. "Los padres han asumido una parte más grande de los cuidados de los niños en las últimas décadas, pero el cambio ha sido bastante modesto, incluso cuando se compara con el volumen de trabajo doméstico asumido por los hombres. Entre 1980 y 2000, cuando la participación de la mujer en el mercado laboral aumentó drásticamente, la proporción de tareas domésticas realizadas por hombres ha subido del 29 al 39%. Desde entonces se ha estancado", explica.
Y añade varias citas a investigaciones recientes. Tal y como recogió el Journal of Marrieage and Family: "Debido al beneficio potencial de compartir el trabajo familiar, al rápido aumento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral y al creciente apoyo popular a los ideales de igualdad en el matrimonio, muchos predijeron que la división del trabajo doméstico se volvería más neutral desde el punto de vista del género. Sin embargo, los estudios parecen ofrecer poco apoyo a esta noción. Esto dejó a los investigadores con una importante pregunta sin respuesta: '¿Por qué los hombres no hacen más?'".
Y Lockman intenta responder a esa pregunta ayudada por otras mujeres que han estudiado este comportamiento. Una de ellas, Ellen Seidman, escritora y madre de tres niños, aseguraba que " vimos a nuestras madres llevando las riendas de nuestros hogares y a nuestros padres dejando pasivamente que eso ocurriera. Esos son los estereotipos de género que aprendemos. No desaparecen porque haya cada vez más parejas con dos ingresos. Es un ciclo", aunque añade que no sabe "cómo se rompe".
Para Verónica Tichenor, también terapeuta, el problema principal está en el trabajo. "Los lugares de trabajo siguen actuando como si todo el mundo tuviera una esposa en casa. Todo el mundo debería ser el trabajador ideal y no tener que ausentarse para cuidar a un niño enfermo. Si una familia tiene dificultades para compaginarlo todo, es un problema personal. ¿Todas las familias tienen el mismo problema? Entonces es un problema social".
¿Pero por qué esto ocurre cuando aparecen los niños? Según un artículo de Newsweek, que recoge un estudio de doscientas parejas del estado de Ohio, y que se menciona en este libro: "Los hombres comparten las tareas domésticas por igual, hasta el primer bebé. Los miembros de las parejas trabajadoras realizaban cada uno quince horas semanales de tareas domésticas antes de tener hijos. Sin embargo, una vez que tienen hijos, las mujeres añaden veintidós horas de cuidado de los niños, mientras que los hombres solo añaden catorce; asimismo, estos últimos compensan el esfuerzo eliminando cinco horas de cuidado de casa, mientras que las mujeres mantienen sus quince".
A lo que Lockman añade que "la información más reciente sobre el uso diario del tiempo recopilada por Pew Research y la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU revela sistemáticamente que las mujeres que trabajan fuera de casa asumen el 65% de las responsabilidades del cuidado de los hijos, y sus parejas masculinas, el 35%. Estos porcentajes se han mantenido estables desde el año 2000. En los últimos veinte años, esa cifra no ha variado".
Para corroborar esta información decidió entrevistar a cien madres. De distantas edades, razas, religiones y nivel socioeconómico todas le contaban "la misma historia". "Todas describían a un compañero estupendo que no hace la parte que le corresponde de las tareas domésticas y de organización necesarias", aseguraban desde que habían tenido hijos. Y Lockman se pone a analizar el porqué hablando de la "falacia naturista" y de la "una educación diferenciada".
"No hay ninguna diferencia biológica entre los sexos que explique que mi marido no se descargue las aplicaciones de comunicación que le piden los profesores de nuestra hija o que no trocee las sandías"
DARCY LOCKMAN
Del primer punto asegura que "aunque la mitad de la población que asume que la crianza es distinta entre hombre y mujeres considera que es por un componente biológico, no hay ninguna diferencia biológica entre los sexos que explique que mi marido no se descargue las aplicaciones de comunicación que le piden los profesores de nuestra hija o que no trocee las sandías que trae a casa y deja en la nevera como si fuera un gato que mata pájaros en el porche". Pese a esto asegura que "la mayoría de las mujeres hacen referencia a la naturaleza cuando piensan en voz alta porque es un lugar muy cómodo en el que aterrizar. Nos ahorra cierta dosis de rabia o culpa, y tiene un sentido intuitivo". Y añade la frase de Michael Kimmel, director del Centro para el Estudio de las masculinidades de la Universidad de Stony Brook en Nueva York: "La diferencia de género es producto de la desigualdad de género, no al revés".
Y comienza con el segundo punto, nos educan diferente. Dockman asegura que "la sociabilización de los sexos empieza al nacer". "Los padres tienen diferentes expectativas con respecto a sus hijos y sus hijas desde la infancia, y la percepción que tienen de sus hijos se va formando junto con estas expectativas. Los bebés de ambos sexos se diferencian solo en estos aspectos: de media, los bebés varones tienen más dificultad para autorregularse y suelen tardar más en pasar de una actitud unilateral a otra de compromiso mutuo", explica.
Y continúa afirmando que "la evidencia histórica sugiere que, a medida que hombres y mujeres han pasado a desempeñar papeles públicos más similares, hemos empezado a destacar el sexo de forma más dramática". "En la época de las esferas separadas, los juguetes y la ropa eran neutrales en cuanto al sexo. Los niños usaban camisones. En la actualidad, la revelación del sexo no es solo resultado de las redes sociales, sino también de un esfuerzo por recuperar la prevalencia del sexo en un mundo en el que los papeles masculino y femenino son cada más indiferenciados", asegura.
Para ella cargamos con "nociones culturales profundamente arraigadas sobre aquello en lo que son mejores los hombres y las mujeres y sobre cómo deben comportarse" y que pese a que "estas diferencias de género se refuerzan a través de los procesos sociales desde la cuna hasta la tumba, la llegada de un bebé parece intensificar las prescripciones y expectativas de comportamientos habituales entre mujeres y hombres". "Se ha dicho que la maternidad es la experiencia que más refuerza el género en la vida de la mujer", sentencia. Ella sigue buscando la solución.
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