Besteiro era uno de esos escasos jefes que tenían la inusual costumbre de explicar sus decisiones. En aquellos enloquecidos años 90 era fácil confundir la familiaridad con la falta de rigor, pero José María te sentaba en su despacho para comentarte despacio y con exquisita educación qué se esperaba de uno de los rostros que iban a representar a Los 40 en Canal Plus, la televisión privada de pago. Le entendí muy bien. Se hacía entender. Tres décadas después sigue siendo el mismo, porque su último libro, Francisco Umbral, manual de instrucciones, se entiende muy bien. Rebosa claridad, sin por ello caer en la falta de rigor o de creatividad que exige un libro sobre Umbral. Sigue siendo autoexigente, se confirma, y lo demuestra a cada página.
Empresario y productor, José Besteiro es una figura polifacética en el mundo de la cultura y los medios. En su currículo encontramos desde la producción de exitosas series televisivas y videoclips musicales hasta la creación de obras literarias que han capturado la imaginación de críticos y lectores. Antes de eso, dejó su huella en la industria del entretenimiento, siendo responsable de producir o traer a España títulos icónicos (Sin tetas no hay paraíso, Pasión de gavilanes) y trabajó con figuras de la talla de Enrique Iglesias o Alejandro Sanz.
Me encuentro con él en su casa, en un buen barrio de Madrid capital, donde encuentro una pared decorada con una columna impresa que habla de su libro sobre Umbral. Ahí le tengo que hacer una buena fotografía. Realizamos la entrevista sentados ambos en auténticas butacas del cine gallego en el que su madre se sentaba a ver los clásicos en blanco y negro del siglo pasado. El hombre que revolucionó la música en la televisión privada, el que fuera todo un adalid de la modernidad en los medios, tiene un pequeño museo en su casa. Estos detalles dicen mucho de alguien innovador pero fiel a su sustrato familiar, y que sigue teniendo las raíces bien plantadas en Riotorto, Lugo.
¿Cómo acabó escribiendo un “manual de instrucciones” sobre una de las figuras más emblemáticas de nuestras letras? Hablaremos del libro que habla sobre el que quería hablar de su libro.
No puedo evitar comenzar por nuestro nexo común, aquellas televisiones privadas de los 90, porque Besteiro en sí también tiene su interés. Representa una época en los medios de la que no se habla lo suficiente y que nos ha hecho en gran medida como somos. Una era pre Gran Hermano en la que no había referentes, ni internet en el que fijarse, y nos inventábamos todo. O viajabas, o no sabías lo que se cocía en el mundo.
Pregunta.- ¿Cómo llegaste a dirigir los programas musicales de Canal Plus?
Respuesta.- Fue algo fortuito. Había estudiado un máster en televisión en Boston y me especialicé en televisión de pago casi por azar, justo cuando en España se desconocía la futura presencia de un canal de este tipo. A mi regreso se buscaba a alguien con conocimientos y ahí estaba yo. Tampoco había muchas opciones, porque no era algo muy común. Ya tenía experiencia como mánager de artistas como Amancio Prada o Cómplices.
P.- Fue realmente innovador el estilo de Canal Plus durante los 90. ¿Cómo lo viviste tú?
R.- Era simplemente el paraíso. En una televisión de pago, liberados de la presión de las audiencias, disfrutábamos de una libertad creativa sin igual. Inspirado por lo que vi en MTV, tuve la oportunidad de aplicarlo aquí, no solo en musicales sino también en otros programas innovadores. Era un aprendizaje continuo sobre cómo lograr más con menos. Éramos un grupo de jóvenes de unos 30 años, trabajando junto a figuras legendarias, lo que para mí fue un regalo. Aquella época estuvo marcada por la amistad y la creatividad, siendo probablemente la más divertida de mi vida. Recuerdo, por ejemplo, cuando adaptamos el clásico formato de Los 40 Principales a la televisión, creando programas como Del 40 al 1 y El Gran Musical. No teníamos competencia directa porque las otras cadenas estaban ofreciendo otras cosas y eso nos permitía liderar el mercado con facilidad y disfrutar enormemente del proceso. Guardo un recuerdo espectacular de esa época, tanto a nivel personal como profesional.
P.- Y entonces, en febrero de 1994, llega el escándalo de una portada de la revista EGM que ahora sería impensable: Miguel Bosé, desnudo y embarazado, con el titular "quiere ser mamá". ¿Cómo ocurrió?
R.- Es cierto, en la actualidad, podría considerarse políticamente incorrecto. Fue un homenaje a la icónica portada de Demi Moore en estado en Vanity Fair. La verdadera genialidad fue aplicarlo a Miguel Bosé. Siguiendo la filosofía de hacer más con menos, ante la necesidad de relanzar la versión impresa de El Gran Musical sin un gran presupuesto, decidí provocar un pequeño escándalo. El resultado superó nuestras expectativas, siendo portada de todos los informativos y vendiendo los 135.000 ejemplares lanzados en apenas tres días. Fue una época en la que trabajábamos por el puro placer de hacerlo, en un ambiente rodeado de amigos y personas que admiraba, algo que raramente se repite en la vida. Las circunstancias definitivamente nos favorecían, tanto económica como tecnológicamente. Fue una época dorada, marcada por la ausencia de Internet, aunque ya comenzábamos a vislumbrarlo. Si bien las redes sociales e Internet aportan mucho hoy en día, también presentan desafíos que en aquel entonces no enfrentábamos. Vivimos un momento mágico de transición, donde la economía y la creatividad se unieron en un clima propicio para dejar atrás complejos y comenzar a innovar y a influir en las tendencias mundiales.
P.- La redacción y los estudios de Canal Plus estaban físicamente ubicados en la Torre Picasso. ¿Era ese edificio el tótem de la modernidad española de la época?
R.- Exactamente, era un emblema de modernidad. Era como estar en Manhattan. Curiosamente, los estudios donde hacíamos televisión no estaban en las alturas, sino en los bajos de la torre, que eran espacios originalmente destinados a ser una piscina. Ese edificio simbolizaba nuestro impulso innovador. Pese a tener 34 plantas sobre nosotros, elegimos el sótano para grabar. Era algo impensable, porque eliminamos las piscinas que estaban pensadas para los ejecutivos del resto de plantas, y les dejamos sin su espacio de recreo.
P.- Pero al final sirvió para que “nos lanzásemos a la piscina” creando una nueva forma de ver música en televisión. Y funcionó bien. En muy poco tiempo llegamos a aquel primer millón de suscriptores. ¿Qué recuerdas de aquello?
R.- Celebramos ese hito en una discoteca cerca de mi casa, en Chamberí. Esa fiesta para celebrar el millón de suscriptores fue inolvidable, no solo por el logro en sí, sino por el sentido emocional de ver que nuestro invento realmente tenía éxito. Y contra todo pronóstico, pues nadie creía que la gente pagaría por ver televisión. Canal Plus se convirtió en un precursor de lo que hoy sería Netflix, atrayendo a audiencias específicas con contenidos exclusivos como el fútbol, lo que nos llevó rápidamente al millón de suscriptores.
Conocer a Umbral
P.- Vamos con Umbral. ¿Cómo has llegado a escribir sobre él?
R.- Todo comenzó hace cuatro décadas, cuando llegué al Madrid de 1981, poco después del golpe de Estado. Yo había empezado a leer a Umbral con 15 años y, ya en Madrid, soñaba con ser corresponsal para el periódico de Lugo. Tras asistir a una presentación de uno de sus libros, no solo me recibió amablemente y me dio su número, sino que tras enviarle una carta expresando mi deseo de entrevistarlo, él mismo me llamó al día siguiente. Aquella llamada fue el inicio de una relación sorprendente. En lugar de hacerle la entrevista que había planeado, Umbral pasó todo el tiempo preguntándome sobre Álvaro Cunqueiro, que es pariente mío. Incluso cuando intenté realizar la entrevista, me dijo que escribiera lo que quisiera, confiando en mi conocimiento sobre él. Este gesto marcó el inicio de una amistad que me brindó oportunidades únicas, como entrevistar a figuras importantes de Madrid gracias a sus contactos. Incluso llamó al decano de mi facultad para ayudarme a finalizar mis estudios y seguir adelante con mis proyectos, incluyendo mi oportunidad de estudiar en Boston.
P.- Boston es la cuna del MIT y una de las capitales de la innovación. ¿Cómo te influyó vivir allí?
R.- Mi etapa en Boston fue decisiva. Fui a estudiar un máster en cine y televisión, especializándome en televisión de pago. Me concentré en estudiar el modelo de HBO, que en aquel momento era el referente. Cuando regresé a España, Prisa decidió lanzar una televisión de pago siguiendo ese modelo. He tenido varios momentos milagrosos en mi vida, y mi interés por la televisión de pago fue uno de ellos. Fue una elección guiada más por placer e intuición que por un cálculo estratégico.
P.- Umbral tampoco calculó el poder estratégico de su momento con la Milá. “He venido a hablar de mi libro” se ha convertido en un mantra cultural.
R.- En mi libro se ve claramente que esa famosa frase es solo una anécdota. Es sorprendente cómo muchos jóvenes conocen el meme pero no han leído a Umbral. Él era un personaje complejo, marcado por experiencias dolorosas como la pérdida de su hijo, lo que le llevó a construir una fachada pública. Esta sobreactuación era parte de su personaje, pero en su vida privada era simplemente Paco. Él entendía que un escritor, cuando no escribe, debe ser un actor. Así creó un storytelling impresionante, inspirándose en figuras como Dalí y Cela.
P.- ¿Cómo nos ayuda tu manual de instrucciones a conocer mejor a esta figura indispensable?
R.- Ofrezco cincuenta mini ensayos sobre Umbral, abordando diversos temas. Aunque podría empezarse por cualquier parte, recomiendo comenzar por el final, que es donde narro mi relación personal con Umbral. Este enfoque permite a los lectores conectar más profundamente con su figura, más allá de su imagen pública. Es una figura compleja y mi libro busca explorar las profundidades de su carácter y obra. No quise ponerlo al principio porque me parecía pretencioso por mi parte.
R.- Siempre tan humilde…
P.- No me considero humilde; simplemente soy producto de mi educación y entorno. Me enseñaron a amar, a trabajar y a soñar desde joven.
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