A Joël Dicker (Ginebra, 1985) el éxito le llegó pronto pero lento. Tuvo que pasar por muchos 'noes' de editores, incluso el primero que le dijo que iba a publicar su libro murió en un accidente antes de llevarlo a cabo, hasta que consiguió el sí definitivo que le convirtió rápidamente en un best seller con apenas 30 años. Fue con Los últimos días de nuestros padres pero sobre todo con su segunda novela, El caso de Harry Quebert, que se publicó en 33 países y lleva millones de lectores a las espaldas. Ahora, más de una década después de aquel pelotazo editorial publica Un animal salvaje (Alfaguara) que cuenta con aquel mismo estilo pero con distinta ubicación y siempre con la intriga cómo protagonista.
Desde El Independiente le entrevistamos durante sus días de promoción en Madrid. Habla despacio y haciendo muchas pausas y siempre con mucho cuidado. Dice que hay algo que diferencia esta novela de las demás, con esta ya son siete, y que no es solo la localización, ocurre en Ginebra y no en la costa estadounidense como la mayoría de sus thrillers, sino su evolución como escritor. "Cuanto más pasa el tiempo, más empiezo a entender lo que estoy haciendo. Voy cogiendo experiencia y domino más la materia. Me he dado cuenta de las cosas que no funcionan, no sólo en las novelas también en el tiempo de escritura, porque he ido entendiendo más rápido cuales son los elementos, las ideas y los personajes correctos. Esa especie de alquimia entre la intriga y los personajes", explica sobre unos protagonistas complejos y siempre algo oscuros a los que narra entre bancos, dinero y poder con las apariencias como motor de casi todo.
"Estamos constantemente preocupados por la imagen que damos, incluso a gente que no conocemos. Ahora nos sacamos fotos no para ponerlas como recuerdo en una pared sino para enviar a la gente una imagen de nosotros adulterada y lo hacemos buscando la aprobación de los demás. Esto suscita muchas cuestiones sobre nuestras relaciones y sobre cómo cada vez más validamos lo que hacemos mediante la validación de otros a los que ni conocemos", asegura sobre el porqué de este tema como contexto constante en esta novela.
"Me dicen a menudo que mi literatura es muy cinematográfica pero mis libros, que son de los más vendidos en Europa, han sido objeto de una solo adaptación"
JOËL DICKER
También que sabe qué cuenta cómo si estuviese filmando pero es que es casi imposible filmar lo que narra. "Me dicen a menudo que mi literatura es muy cinematográfica pero al mismo tiempo, en un mundo en el que el streaming tiene necesidad de contenidos, mis libros, que son de los más vendidos en Europa, han sido objeto de una solo adaptación y el problema lo conozco muy bien: no hay imágenes así que es difícil contarlo con imágenes. Me gusta esto porque demuestra que la experiencia de la lectura es más dinámica y más fuerte que la cinematográfica", continúa.
Y apunta lo de ser un autor superventas. Porque Dicker ha vendido millones de ejemplares en Europa y Estados Unidos, ha conquistado al gran público, pero ha sido despreciado por los críticos más puristas. "Me leen desde los 8 a 103 años, hombres y mujeres, gente que lee un libro diario, que lee uno al año, que tiene un máster universitario, que no ha acabado la escuela, que vota a izquierdas, que vota a derechas... Todo el mundo, eso es lo que me fascina", asegura y critica que en Europa se desprecie a quién vende muchos libros.
"Es el gran problema de la literatura, haber olvidado que tiene esa fuerza única de reunir a la gente y que a la gente le gusta reunirse. La literatura ha decidido renunciar a ese gran público creando divisiones, diciendo que si un libro reúne a mucha gente no será un buen libro... Los libros clásicos han reunido mucho, mira los folletines, El conde de Montecristo... Y eso es buena literatura. Pero ahora nos hemos dejado ganar", sentencia sobre cómo, sobre todo en Francia, ha sido considerado por muchos un autor de segunda pese a ser el primero en la lista de ventas y contar con el Premio Goncourt des Lycéens, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa.
"¿Cómo es que el fútbol ha conseguido hacer soñar a tanta gente mientras que la literatura, que es un lugar donde el sueño es ilimitado, no lo ha hecho?"
JOËL DICKER
Y continúa asegurando que la verdadera cuestión, el verdadero problema que tiene el mundo editorial, es la de "saber cómo llevar o acercar a la gente a la literatura, cómo acercar a los jóvenes". "Hemos convencido a la gente de que tiene que hacer algo de deporte todos los días, y está muy bien, pero les tenemos que decir que se tomen un cuarto de hora al día para leer. Hay que estimularlos, hacerles sentir curiosidad y ganas, crear el mismo ambiente que en el fútbol. ¿Cómo es que el fútbol ha conseguido hacer soñar a tanta gente mientras que la literatura, que es un lugar donde el sueño es ilimitado, no lo ha hecho?", añade.
Quizás por eso quiso aportar su granito de arena más allá de la escritura y montar su propia editorial y llevarse a ella sus best seller. "Edito muy pocos, primero porque hay tantísimos que no quisiera añadir más a la pila, segundo porque no tengo demasiado tiempo y no quisiera robar tiempo a la escritura pero me gustaría publicar libros diferentes a los míos y que lleven al lector a otros lugares y que respeten ese deseo de que sean libros que puedan reunir", explica.
Y cuenta que el próximo que verá la luz "es un ensayo sobre los servicios secretos ingleses y la resistencia francesa en la guerra porque en nada son los 80 años de Normandía". Una traducción que cree que va a conseguir que "el que no conoce nada de este tema lo podrá leer y tener una base y al mismo tiempo un historiador experto podrá leerlo y conseguir nuevos conocimientos. Quiero conseguir tener libros donde cada lector encuentre lo que le hace falta", añade.
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