Se trata de una las grandes familias del teatro. Generación tras generación, sus miembros han tomado las tablas para hacer de ellas su vida y a la mayoría no les ha ido nada mal. Pero su nombre, sus dos apellidos juntos, han sonado con fuerza esta semana y nada ha tenido que ver con su profesión sino porque a uno de los últimos de la saga, a Ramón Paso (Madrid, 1976), nieto de Alfonso Paso (1926-1978) y bisnieto de Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), le han acusado de abusar de 14 mujeres. La Fiscalía Provincial de Madrid lo ha hecho justo cuando el dramaturgo tenía en cartel la función Jardiel enamorado y la denuncia ha provocado la cancelación de la obra.
La historia de Ramón es la de dos conocidos dramaturgos. La de Paso y la de Jardiel, que juntaron su futuro tras el matrimonio de Alfonso Paso con Evangelina Jardiel (1928-2018), hija del dramaturgo. Ambos llevaban el teatro en las venas y tras su boda llegaron dos niñas que hicieron de sus apellidos un cartel envidiable.
Durante esos primeros años, se casaron a principios de los 50, a su casa en la zona de Cuzco llegaron algunos periodistas que les retrataron como la familia perfecta. Ella, hija del maestro del teatro del absurdo, él, que aunque había empezado con obras de crítica social, uno de los dramaturgos consentidos por el régimen. Pero cuando las cámaras se iban, y la puerta se cerraba, todo cambiaba, o al menos así lo confesó la pequeña de los Paso Jardiel, Rocío, al diario Público hace un años, donde hablaba del cinismo, la hipocresía y el abandono que les espera dentro de aquella casa.
Porque aquel matrimonio era una farsa de dos dormitorios y de miles de noches de espera, según contó su hija. Al parecer, Alfonso Paso pasó esos años de cama en cama. Y aquellas dos niñas, Paloma y Rocío, la primera madre del ahora acusado de abusar de más de una docena de mujeres, una infancia solitaria y que nada tenía que ver con lo que se intuía desde fuera.
"La educación que yo recibí era la de ocultar, aparentar, ser la más decente, pero luego mi padre tenía queridas por todas las partes. Era un ambiente sucio e hipócrita el que había en mi casa. Mis padres no se hablaban y dormían en dormitorios diferentes, pero cuando venían los periodistas éramos la familia perfecta. Era una familia del Movimiento; mi padre era un reconocido falangista", aseguró entonces en una entrevista.
También que apenas veía a sus padres. "Me crié con las criadas, gracias a Dios. Escuchaba sus conversaciones y me enteraba de cómo era la vida. Me pasaba todo el día en la cocina". Hasta que su padre, a principios de los 60, cogió el macuto y se largó. "Nos quedamos solas mi hermana y yo con mi madre. Él se fue con otra mujer. Llegó a tener hijas de otras mujeres. Ese era el señor decente", contó.
Y que ella empezó a chocar con su madre. Dice que con un carácter crítico y una adolescencia algo complicada acabó escapando de casa, lo que provocó una reacción feroz en sus padres que la llevaron de internado en internado hasta que con 14 años la trasladaron a un lugar aún más claustrofóbico.
La ingresaron en un centro de reeducación que estaba controlado por las hermanas Oblatas del Santísimo Redentor y sufragado por el Patronato de Protección a la Mujer y al Menor, que había creado Carmen Polo en los años cuarenta, y donde acudieron durante el franquismo todas aquellas chicas a las que había que "reeducar", tal y como confesó tanto a eldiario.es como a Público.
"Me pegaron palizas de sangrar. No he visto tanta violencia en mi vida", denunció
ROCÍO PASO JARDIEL
Allí, a donde ella pensó que la llevaban a continuar con sus estudios, se encontró con que las chicas tenían que encargarse de la limpieza, de coser para las monjas o de hacer trabajos por los que luego las religiosas se llevaban dinero. También que la severidad era absoluta y que, aunque ella hizo del silencio su estrategia, varias veces la pegaron con un manojo de llaves. "Me pegaron palizas de sangrar. No he visto tanta violencia en mi vida", denunció.
Y mientras ella estaba allí, su madre se rehacía del golpe. El divorcio le llegó en 1968 y fue cuando decidió estudiar Psicología Clínica. También se dedicó a escribir, en los setenta publicó ¿Por qué no es usted del Opus Dei? y, poco después, Dios dentro. Además, a finales de los noventa se atrevió con una biografía sobre su padre y a terminar una de las comedias que había dejado a medias: Flotando con éter. Hizo su vida y se deshizo de ciertas tradiciones que le venían dadas como tener que ocuparse de la casa. Incluso fue de las primeras mujeres de España en tener carnet de conducir.
También vio como a sus hijas el teatro las llamaba con fuerza. La mayor, Paloma, se convirtió en una conocida actriz y jamás ha hablado mal de su padre, al contrario, hace unos años dijo: "¡Ay, mi padre! Era una persona con un enorme sentido del humor para la vida, con una gracia como mi tía Juana, su hermana. Es gente que no pretende hacerse la graciosa pero te sientas a hablar con ellos y te caes de culo de la risa". Y la menor, Rocío, que tras su pasó por aquel horror, tiene un recuerdo distinto.
Pero ambas consiguieron vivir de las tablas y sus descendientes han hecho algo similar. Y es el hijo de Paloma el que ahora ocupa titulares. Ramón Paso, que llegó a dirigir a su madre en Huevos con amor y cuya primera máquina de escribir se la regaló su abuela, lleva llenando teatros varios años. Obras como Las mujeres son malas o la adaptación al teatro de Perversión Medea le han llevado a tener grandes audiencias siempre con mujeres como protagonistas. Además, fue finalista del Premio Valle-Inclán de Teatro 2019 por la dirección y dramaturgia de Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales, y responsable de éxitos radiofónicos como Usted tiene ojos de mujer fatal. También escribió la novela Puta, pija y perversa y ha participado en guiones para la televisión.
Ahora, la última obra que estaba dirigiendo en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, Jardiel enamorado, ha sido cancelada tras las acusaciones de agresión sexual. Las 14 mujeres, por las que la Fiscalía Provincial de Madrid ha interpuesto una denuncia, y otra más, que asegura que los hechos ocurrieron cuando era menor de edad pero que no ha podido participar en la demanda porque el delito ya ha prescrito, aseguran que las acosó sexualmente durante los castings desde 2018 a 2023 y cuando ellas tenían edades que comprendían entre los 18 y los 25 años.
Una de ellas, en declaraciones anónimas al programa Espejo Público, aseguró que "Ramón degradaba e insultaba a las actrices, cuestionando su inteligencia. Les decía que eran discapacitadas por no entender cierto tipo de humor. Cuando teníamos el valor de enfrentarnos a él o de responderle a estos comentarios, nos decía que él se encargaría de que no volviéramos a trabajar". También que hacía comentarios sobre "las tetas o el culo" de las actrices.
La repercusión mediática del caso ha sido total y ha llevado a que Pepe Viyuela, actor protagonista de la obra, se retirara provocando su cancelación. "Yo me he quedado de piedra. Estoy nervioso. No pienso en otra cosa. Estoy conmocionado. No quiero llamarle. No quiero seguir con la función. Me voy", aseguró el pasado jueves.
Y la misma reacción de repulsa ha llegado desde su familia. El hijo de Rocío Paso Jardiel, Darío Paso, que también se dedica a la actuación aunque sobre todo en televisión, no ha tardado en mostrar su apoyo a las supuestas víctimas con un mensaje en redes sociales. "Todo mi apoyo, incondicional, a las 14 víctimas", ha publicado en Instagram.
Por su parte, la compañía de la que es socio Ramón Paso, Paso Azorín, cuyas dos líneas de actuación son "propuestas esencialmente feministas siempre y comedia", también ha sido criticada por una de las supuestas víctimas. "En la compañía de Paso Azorín se trabaja con una metodología bastante casposa y anticuada basada en la meritocracia, en la que cuanto más te dejas someter, más premios te dan. Antes de salir a escena, hacía comentarios como '¡Qué tetas tienes!' o comentarios sobre el culo...", aseguraba.
"Ramón Paso nunca está a solas con ninguna persona que realiza un proceso de casting con nosotros. Y las entrevistas profesionales siempre se realizan en lugares públicos"
Por su parte, una de las socias de la productora, Ana Azorín, junto a otras mujeres como Inés Kerzan, Ángela Peirat, Ainhoa Quintana y Sandra Pedraz Decker, han querido hacer hincapié en que la compañía hace "teatro femenino" y en "defensa" de la mujer. "Aclaramos que Ramón Paso y la compañía Paso Azorín Teatro nos hemos enterado de este asunto por los medios de comunicación y no por sede judicial, donde podríamos tener acceso a las acusaciones que se le imputan, por lo que lamentamos no poder darles más información, puesto que no la tenemos, y ponemos el caso en manos de nuestros asesores legales", han asegurado en un comunicado.
En el que han añadido que "tanto en los procesos de casting, ensayos y demás circunstancias profesionales relacionadas con la compañía, cuentan con la presencia de, al menos, una mujer, además de la ayudante de dirección y, en muchas ocasiones, la ayudante de producción. Todas ellas, mujeres. Ramón Paso nunca está a solas con ninguna persona que realiza un proceso de casting con nosotros. Y las entrevistas profesionales siempre se realizan en lugares públicos", sentenciaron.
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