Han tardado muchos años en poner punto y final al proyecto. Sus responsables llevan desde 2016 trabajando casi artesanalmente dentro de una de las joyas del románico, donde se encuentra lo que se considera su "Capilla Sixtina", intentando adaptar el recinto al siglo XXI. Lo han hecho poco a poco y con un cuidado extremo. También con la sorpresa como constante, porque a cada paso que daban se les abría un mundo distinto. Una posibilidad diferente a la que habían proyectado.
Este viernes abre por fin sus puertas el nuevo Museo San Isidoro de León tras una rehabilitación total y con una propuesta museográfica que, aunque mantiene el Panteón de los Reyes (que Napoleón convirtió en establos para sus caballos) como joya absoluta, descubrirá al visitante decenas de piezas del periodo medieval. Un tesoro que brilla aún más enmarcado en esta colegiata, una de las joyas arquitectónicas y artísticas del románico que fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1910 y es un punto fundamental del Camino de Santiago a su paso por la ciudad de León.
Ahora la enseñan algo distinta, más y mejor. Ha sido el estudio del arquitecto Juan Pablo Frade, Premio Nacional de Restauración, el encargado de llevar a cabo este lavado de cara y el que ha tenido que tener en cuenta decenas de factores para conseguir sacarle el máximo partido y poder contar todo lo indispensable. Mientras Frade se ponía manos a la obra con la rehabilitación y el proyecto museográfico, los contenidos han sido elaborados por el catedrático emérito de Historia del Arte Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Isidro Bango Torviso.
Un gran proyecto que ha sido posible gracias a un convenio firmado entre la Fundación Montemadrid, que ya ha estado al frente de rehabilitaciones como las del Monasterio de Santa Isabel la Real de Granada o la Puerta de Toledo en Ciudad Real, y el Cabildo de la Real Colegiata de San Isidoro, con una dotación total de tres millones de euros, de los cuales la Fundación ha aportado dos millones y uno el Cabildo.
"Teníamos el encargo de hacer la rehabilitación integral del conjunto, que hacía muchísimo tiempo que no se tocaba, y la museografía: la instalación de piezas teniendo en cuenta el discurso, las colecciones... Ha sido largo y complicado porque estamos hablando de la joya del románico y el proceso de obra ha sido manual, sin martillos neumáticos", asegura el arquitecto en una entrevista con El Independiente.
Una obra viva
Un proceso que les ha llevado a encontrar hasta una nueva puerta de acceso, que es por la que ahora entrará el visitante, que estaba tapiada. "La entrada actual no la habíamos previsto, la descubrimos en unos planos antiguos y haciendo catas apareció el arco. Claro, te encuentras con algo así y no puedes dejarlo pasar por mucho que cambie tu planteamiento inicial", añade.
También cambiaron el lugar de una portada, repusieron unas pinturas renacentistas que se habían desmontado en los años 60, encontraron los moldes de unas campanas de bronce... "Una obra viva que hemos tenido que tocar con pinzas, literalmente, sacando valor de esos regalos que nos iba dando y que eran maravillosos pero que te complican mucho la vida". Además, han aumentado el espacio museográfico de 1.200 metros cuadrados a más de 3.000.
"La zona de la entrada, donde está el museo propiamente dicho, la hemos vaciado. Había un archivo, una biblioteca y los hemos anexionado a la exposición. También hemos modificado los forjados de niveles. Otro de los aspectos más importantes ha sido contemplar la accesibilidad. Antes había una escalera de caracol mínima por donde la gente tenía que subir y bajar, totalmente fuera de normativa, incómoda, peligrosa... Ahora hemos optado por una escalera y un ascensor y la circulación ya es de otra manera", explica Frade sobre los cambios estructurales más importantes.
Unos cambios que han provocado que el recorrido por el conjunto monumental sea completamente nuevo. "Antes la gente iba, veía el Panteón de los Reyes y se iba. Ahora no es así, tendrán que hacer todo el recorrido para llegar hasta allí. Verán la Cámara de doña Sancha, la escalera renacentista del quarto prioral, el adarve de la muralla y las galerías del claustro procesional, además de los restos de los talleres de fundición de las campanas que he mencionado antes y otros hallazgos arqueológicos que han ido apareciendo durante estos años de trabajo", añade el arquitecto.
Las joyas de la colección del Museo San Isidoro
Todo para poder albergar las casi quinientas piezas de las que disponen en la colección del museo, que seguirá dirigiendo Raquel Jaén. Algunas llevan "escondidas" muchos años y ahora "se exponen por primera vez al público". Se trata, por ejemplo, del pendón real de San Isidoro, del segundo cuarto del siglo XIV, o el ajuar funerario de la infanta doña María.
El pendón real de San Isidoro, del segundo cuarto del siglo XIV, y parte del ajuar funerario de la infanta doña María.
Esta, hija menor de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, y de su primera esposa, Beatriz de Suabia, fue la última en ser enterrada aquí, donde se encuentran los cuerpos de más de treinta miembros de la familia real leonesa. "El ajuar se compone de tres prendas con las que fue enterrada en 1235, comunes, por otra parte, a ambos sexos en esta época: camisa, calzas y garnacha", explican desde la institución.
También hablan de las pinturas murales de la Cámara de doña Sancha, del siglo XVI, que permanecían enrolladas. "Se trata de uno de los espacios de mayor interés, tanto arquitectónico como simbólico, sobre el que se llevó a cabo una remodelación a mediados del siglo pasado que supuso que las pinturas fueran arrancadas según los criterios de restauración de la época", aseguran. Ahora se han restaurado y reintegrado los fragmentos de pintura mural que fueron levantados.
Además, cuentan con el cáliz de doña Urraca, las arcas de Limoges y de los Marfiles, una caja de asta de reno (el único testimonio de arte vikingo que tenemos en España) o el gallo de San Isidoro y la veleta original de la torre, que es de origen persa sasánida. "Otra parte fundamental de la colección la conforma su patrimonio documental, compuesto de manuscritos, códices, incunables o libros raros. Destacan la Biblia Mozárabe del año 960, una de las cinco Biblias de este período que se conservan completas en el mundo, y la de 1162 realizada en el scriptorium del propio monasterio", añaden.
Cáliz de doña Urraca, la veleta original, el crucifijo de Fernando I y doña Sancha y el relicario de los santos Juan y Pelayo o arca de los marfiles. MUSEO SAN ISIDORO DE LEÓN
También explican que el proyecto se redactó "desde la triple dimensión religiosa y cultural, social y económica de la Real Colegiata de San Isidoro" y siempre "con el máximo respeto por la historia y la arquitectura del edificio y por sus colecciones artísticas, cumpliendo con las normativas de accesibilidad, evacuación y seguridad".
Para Juan Pablo Frade se trata de una visita necesaria. "A este nivel no hay más de tres sitios en España. La variedad de elementos artísticos e históricos, la calidad, el valor histórico, la colección... Es un lugar único", sentencia sobre este nuevo museo que se inaugura oficialmente este viernes y que aspira a ser una parada obligatoria.
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