A Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) le han salvado la vida sus personajes. Escritor prolífico, recibió la pasada semana el Premio Cervantes, el más importante de las letras hispánicas, rodeado de reyes, políticos y periodistas y asegurando que "nada le importa menos" que él mismo y quizá nada más que la literatura.
Habla lento y escribe rápido, o puede que todo el rato, lo que le ha permitido tener en la recámara alguna que otra novela esperando al mejor momento. Ahora presenta El amo de la pista (Alfaguara), que llevaba congelada dos años, y en la que vuelve a esa narración con toques surrealistas y coloca a su protagonista entre la fragilidad y la esperanza de la conquista.
Entrevistamos a Díez y habla de esta novela, del premio, de sus personajes. También de su pasado como "anarquista sosegado" y su actual desinterés por la ideología. Critica a la Iglesia, comenta las cinco jornadas de reflexión del presidente y sentencia a la vejez.
Pregunta.- Todos los medios han titulado por su frase en el Cervantes: "Nada me interesa menos que yo mismo". ¿Por qué cree que resulta tan llamativa?
Respuesta.- A la hora de escribir, de crear mundos de ficción, me gusta la conquista de lo ajeno. Mi experiencia de la vida nutre todo lo que voy a escribir pero no me gusta escribir sobre mí mismo y no me intereso demasiado. Para mí, este premio es un honor muy grande y una confirmación, es un premio de llegada cuando ya parece que tienes una obra densa terminada. Es una gran satisfacción y una alegría, es un premio que es patrimonio de tus lectores y hay mucho alboroto alrededor, la satisfacción es grande.
P.- Le entregaron este premio un día antes de que el presidente del Gobierno decidiese meditar, ¿qué le ha parecido esta decisión?
R.- Bueno, bien, se ve que lo necesitaba. Me quedo sorprendido... Pero si lo necesitaba, allá él. Creo que me quedo sorprendido y un poco estupefacto.
P.- En esta nueva novela, asegura que su protagonista, Cantero, "es propicio a las floraciones peliculeras" y que de "eso se aprovecha quien maneja los mandos". ¿Nos sigue ocurriendo?
R.- Sí, es verdad. En el fondo los seres humanos, en la sociedad que conformamos y aun viviendo democracia, tenemos posibilidades reales de ser manipulados desde el poder, de delimitar nuestras pasiones, de regularizarlas... Tenemos que afinar mucho la lucidez y la convicción en nosotros mismos y estas serán el contrapeso que necesitamos.
"Creo que la sociedad tiene mucha más consistencia y valores de lo que pensamos y vemos en momentos de inquietud"
LUIS MATEO DÍEZ
P.- ¿Tiene la sociedad actual ese contrapeso?
R.- Sí, creo que la sociedad tiene mucha más consistencia y valores de lo que pensamos y vemos. El trasfondo de la sociedad está armado para que la manipulación sea lo más precaria posible y para que no dure demasiado, ese sustrato viene de muy lejos, nos lo hemos ganado en España donde tenemos una historia tan contradictoria. Un siglo XIX lleno de guerras, un siglo XX abrasado por una guerra civil y una dictadura... Todo eso no se liquida de la noche a la mañana con cuatro periquitos que dicen ciertas cosas. La sociedad tiene buena densidad.
P.- Dice que "el intelectual ha sido reemplazado por el comentarista de la realidad".
R.- Generacionalmente, yo que fui un niño de posguerra y que he vivido una dictadura penosa y miserable y un aterrizaje en la democracia, esa figura de lo que llamamos intelectuales, que tenían más lucidez de conciencia a la hora de emitir sus opiniones, no la encuentro ahora. Ahora hay un exceso de opinadores. Los medios de comunicación promueven las opiniones, lo cual es maravilloso, pero hay orfandad de ese tipo de voces.
P.- Fue "un anarquista sosegado". ¿Qué es ahora?
R.- Políticamente ya no tengo definición. Lo que tengo es una incredulidad absoluta en las creencias y las ideologías pero sobrevivo con los bienes de la democracia y procuro acertar en mis decisiones. Siempre he procurado sosegarme aunque en la juventud cultivaba una especie de anarquismo posible.
"Siento una incredulidad absoluta en la felicidad, no creo en la felicidad apasionada. La auténtica felicidad es la tranquilidad"
LUIS MATEO DÍEZ
Tampoco soy ni monárquico ni republicano. Soy profundamente demócrata y estoy curado de espanto después de haber vivido una parte muy larga de mi vida en una de las dictaduras más penosas y miserables que ha habido, era una dictadura que estaba en manos de la más llamativa y absurda mediocridad. Era cruel y mediocre.
También siento una incredulidad absoluta en la felicidad, no creo en la felicidad apasionada. La auténtica felicidad es la tranquilidad, la del ánimo, la del espíritu y la material, que no estés lleno de precariedades. Llevar una vida apacible y tranquila.
P.- Para usted uno de los males de este país es la Iglesia.
R.- La Iglesia en general, no el cristianismo ni la idea de Dios ni lo sagrado. No voy a la corte celestial. Soy una persona tremendamente respetuosa y en mi cercanía hay gente muy piadosa y con un sentido cristiano honorable. La Iglesia como institución es una de las cosas más siniestras que ha tenido la humanidad, manipulada y manipulable, llena de poderes, mentirosa, un desastre completo... No voy a decir que la religión es el opio del pueblo, Dios me libre, pero sin la Iglesia hubiéramos vivido mejor. No tengo creencias como no tengo ideologías pero sí que hay una tremenda frustración en lo que pudieron ser las creencias que tuve y el valor que di a las ideologías. Ahora huyo como alma que lleva el diablo.
Hay que estar avisados, no puede uno andar por la vida entregado a todo lo que te ofrece. Hay demasiada realidad, lo que implica que el arma de la imaginación no está usada con toda la contundencia que debe ser usada. Estamos pillados por la actualidad, vivimos un presente habitado por el futuro.
P.- Usted ha llegado hasta aquí gracias en parte a una tradicional oral que parece que vamos a ir perdiendo.
"Parece que caminamos hacia un resultado de palabras neutralizadas, esquemáticas, de pérdida de vitalidad"
LUIS MATEO DÍEZ
R.- Haciendo un esfuerzo por verme en la lejanía veo a un niño embelesado por las cosas que le contaban y en un medio vecinal en el que contar era una función de conocimiento y entretenimiento. La verdad es que la nueva tecnología, siempre tan maravillosa en lo que es el progreso, incita a la soledad, a la precariedad de las palabras vivas. Parece que caminamos hacia un resultado de palabras neutralizadas, esquemáticas, de pérdida de vitalidad. No quiero ser pesimista pero esto es lo hay aunque lo que viene es una incógnita, no sabemos cómo va a ser.
P.- Esta novela, El amo de la pista, la terminó hace dos años. ¿Por qué siempre espera un tiempo para publicar sus libros?
R.- Soy un escritor muy fértil, escribo mucho y sí, claro, tengo mi método. Normalmente nunca publico una novela al acabarla, la guardo y la congelo y necesito que pase un tiempo para volver a leerla y ver si me complace. Al terminarla, aunque haya intensificado mi trabajo de escritura, espero a que pase un tiempo.
Suelo tener suerte, la descongelación suele ser complaciente pero me gusta publicar la novela cuando estoy al 100% seguro de ella. No tengo prisa. Soy prolífico, ¡como voy a tener prisa!.
P.- Al recoger el Cervantes aseguró que le salvan sus personajes, ¿quién le salva en esta novela donde nadie se salva a sí mismo?
R.- Me salvan, sí. Son complicados, extravagantes, especiales, parece que vienen de algún punto de irrealidad, son un referente de la imaginación... Me salvan en cuanto son seres imaginarios. No sería razonable acercarse desde el realismo, los trabajo en unas miradas que se acercan casi a lo surreal, al expresionismo. Son espejos distintos, variados, que rompen las normas cotidianas.
El amo de la pista tiene un sustrato de fábula en la que yo incido mucho, en cosas que ya me han interesado antes. En la fragilidad del protagonista, de Cantero, huérfano, frágil y con el espíritu abierto a cualquier tipo de expectativa, propicio a que alguien, sobre todo con ciertas habilidades, pueda acercarse a él, manipularlo y ofrecerle grandes acontecimientos. Tiene un sustrato de fábula del mundo en el que vivimos. Fábula divertida, tragicómica, patética, sobre este mundo donde hay tantos poderes que pueden avasallarnos.
P.- Ha elegido la palabra melancolía como su vocablo favorito para el Archivo de la Palabra, ¿por qué siente usted melancolía?
R.- Es una palabra de madurez, es una palabra de raíces enfermizas y que implica ánimos un poco desolados y tamizados por el recuerdo de cosas agridulces, un sentimiento propio de un octogenario.
P.- Ha sido muy crítico con la vejez, ¿no le ve nada bueno?
R.- La vejez es un punto de llegada donde lo que hay no merece mucho la pena pero hay que llegar. Por un lado, está un poco abandonada y hay esa retirada que conlleva un punto de abandono. Uno comprueba que es un momento de desgaste y que la predicada experiencia es relativa. Además, es una edad en la que te persiguen los fantasmas que han estado detrás de ti a lo largo de la vida.
No quiero dar una impresión negativa, aunque diga cosas tan radicales, pero la mayoría que arrastra mi edad piensa: "Todos los días me duele algo y nunca es lo mismo".
P.- ¿Qué fantasmas le persiguen?
"Los fantasmas que me persiguen en los sueños turbios son fantasmas relacionados con lo que ahora llamaríamos fracaso escolar"
LUIS MATEO DÍEZ
R.- Los fantasmas que me persiguen en los sueños turbios son fantasmas relacionados con lo que ahora llamaríamos fracaso escolar. Deudas de alguien que fue muy mal estudiante, que nunca hizo los deberes como debía y que tiene muchas afrentas de no haber hecho esas obligaciones relacionadas con los estudios. Me vapulea de una manera tremenda, lleno de suspensos, de llamadas al orden...
Esos sueños no tienen nada que ver con lo que yo fui y con lo hice. Normalmente el sueño es un padecimiento y además creo que el mundo del sueño es lo que más nos relaciona con la experiencia de la muerte. Hay sueños maravillosos, como los eróticos, que te llevan a lugares mejores.
P.- ¿Tiene miedo a la muerte?
R.- No me gusta nada la verdad, pero el problema no es el hecho de la muerte sino el cómo vas a morir, de qué manera. Me obsesiona mucho la idea de llegar a la muerte molestando, que el camino a tu desaparición sea a través de la enfermedad y que esté lleno de molestias para los demás, que seas alguien que solo emite desgracia para los que están contigo. Me da miedo, no me gusta nada, espero poder llegar a la muerte de una manera apacible y precipitada, no trágica.
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