El año pasado los cines italianos se llenaron durante semanas. Mujeres, y también hombres, acudían por el boca a boca a ver una película en blanco y negro y que competía como Barbie u Oppenheimer en la cartelera. Se trataba del debut como directora de la actriz Paola Cortellesi y cuya primera secuencia era un tortazo que ya te hacía adivinar que aquello no iba a ser un camino fácil ni divertido.
Siempre nos quedará mañana, que ahora está en los cines españoles y pronto en las plataformas, narra desde sus primeros segundos la vida de una mujer maltratada en la Italia de posguerra. Situándose en 1947 presenta a Delia, esposa de un hombre violento, nuera de otro peor y madre de tres hijos que la desprecian. Vive entre las labores de su casa, pequeños trabajos para conseguir algo de dinero y la violencia absoluta. Pero dentro de ese drama, la directora, que también hace de protagonista, nos da oasis cómicos gracias a la música y lo narra todo con tanta sencillez que te lleva directo a la empatía.
Aquí el papel de la mujer, de aquella mujer de mediados de siglo en una Europa que se reconstruye, se muestra a la perfección. Cómo tras haberse quedado solas cuando los hombres regresaron su función volvió a ser la docilidad y el servicio. Cómo la mayoría aguantaron en silencio los golpes y humillaciones que aquí empiezan sólo por el tono de un "Buenos días" y que no acaban nunca, o sí, porque es en su final en el que se atisba la luz y donde se ve el comienzo de un movimiento feminista a gran escala que nos ha acompañado hasta ahora.
Porque tras una carta de la que no revela el contenido, tras ver cómo se interpone entre su hija y un futuro matrimonio que tiene mala pinta; se muestra la realidad. Llevaba planeando su salida bastante tiempo, ahorrando para su hija y pensando en un momento histórico para la mujer italiana: el voto. Porque la película termina con ella ejerciendo un derecho que hasta entonces había sido imposible e inimaginable, con ella con los labios rojos y sin pensar en volver a aquel infierno.
Este tipo de cine feminista, donde la reivindicación llega de la base del problema, de la violencia, de ser ciudadana de segunda, de adquirir derechos que antes nos eran negados y, sobre todo, de la falta de necesidad de decir mucho más; ha sido un continúo desde los años sesenta. Es esta la última película de una larga lista de historias que se han llevado al cine haciendo de la realidad su motor y concienciando a través de historias pequeñas.
Estas películas han conseguido cambiar la mentalidad de su público sin reivindicaciones explícitas, pero es que no hay nada más evidente que la verdad
También, el que ha conseguido encontrar a esa mujer sin foco, siempre secundaria, que nunca contaba su historia. Hay decenas de ejemplos, pero algunos de ellos han perdurado en el tiempo y al convertido las historias de mujeres en historias universales. Lo han conseguido sin reivindicaciones explícitas, pero es que no hay nada más evidente que la verdad.
Empezamos por una de la década de los sesenta y que fue dirigida por una mujer. Vera Chytilová estrenó Las Margaritas en 1966 cuando su país, la República Socialista Checoslovaca, no era un lugar libre. Aquí, a través de varios personajes femeninos hace una crítica al comunismo, al autoritarismo y al patriarcado. Exagera el rol de las mujeres de aquellos años y lo hace desde el surrealismo. Las enseña como seres absolutamente inferiores para demostrar "lo absurdo del idea patriarcal de la feminidad". El filme fue prohibido en su país aunque ahora es considerado de culto y, también, la mejor película surrealista creada por una mujer.
Y llegamos a un filme belga. Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, de Chantal Akerman, se estrenó en 1975 contando la historia de un ama de casa que por las noches ejercía la prostitución. No hay ninguna pancarta, como podría ocurrir en otra películas como la francesa Una canta, la otra no; sino solo una vida dividida en dos. Lo narra en planos cortos y lentos, donde vemos el día a día de las tareas del hogar: cortar verduras, pelar otras, lavar los platos y cómo previa cita aparecen hombres en su casa que le permiten llegar a fin de mes. Esta película fue calificada por el periódico Le Monde como "la primera obra maestra femenina en la historia del cine".
Y una de las directoras más aclamadas por dar luz sobre las historias de mujeres es la francesa Agnès Varda. Suyas son decenas de películas que narran desde una cantante famosa hasta una joven perdida, también la antes mencionada Una canta, la otra no, donde a través de dos mujeres y su relación de amistad durante catorce años nos cuenta el proceso de la figura de la mujer en la sociedad. Desde el aborto a la independencia económica o la moral.
De vuelta al cine italiano tenemos la multipremiada Una jornada particular, en la que todavía bajo el mando de Mussolini una ama de casa con seis hijos, interpretada por Sophia Loren, y un hombre homosexual se encuentran en Roma mientras todo el mundo va a la marcha en honor a Hitler. Aquí, se muestra cómo vive esta mujer y se hace una crítica velada a su situación. A cómo se desprecia el trabajo del hogar, cómo se sentían solas y olvidadas y la fuerza que tenían.
Si nos vamos a lo más radical, nos encontramos en 1982 con la holandesa Una cuestión de silencio, de Marleen Gorris, donde tres mujeres desconocidas se encuentran en una tienda y acaban matando al hombre que debía atenderlas. A partir de ese suceso, la película narra cómo eran sus vidas gracias a las preguntas de la psiquiatra criminal que se les ha asignado. Allí se ve a una ama de casa, a una trabajadora de una oficina y a una camarera cuyas vidas se han visto siempre obstaculizadas por la posición de la mujer en la sociedad.
'Tomates verdes fritos' pasó de ser calificada como "una historia para mujeres" a convertirse en un filme universal
Y sólo un par de años más tarde nos encontramos con Tomates verdes fritos, dirigida por Jon Avnet, que no necesita mucha presentación. Aquí se cuenta la historia de cuatro mujeres, dos de ellas durante la Gran Depresión y las otras durante los ochenta, que se encuentran para hacer de sus testimonios un impulso para avanzar. Fue una película que consiguió el éxito gracias al boca a boca y que pasó de ser calificada como "una historia para mujeres" a convertirse en un filme universal donde la violencia de género, el feminismo y el trato a las mujeres ancianas son parte fundamental de la obra.
Y avanzamos en el tiempo hasta la obra de Marjane Satrapi, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2024, y su adaptación al cine: Persépolis. Este largometraje de animación, que obtuvo el premio del Jurado del Festival de Cannes, narra desde la niñez hasta su entrada a la vida adulta de la autora durante la revolución islámica en Teherán. Aquí cuenta cómo tras recibir una educación occidental y libre se vio en un país absolutamente radicalizado y en el que su condición de mujer siempre era un hándicap. Su historia dio visibilidad a una sociedad atrapada y a un género que perdió todos sus derechos.
Nada que ver con nuestra última obra, Mujeres del siglo XX, que muestra una realidad casi opuesta pero que sigue buscando un lugar mejor para las mujeres. Aquí, los problemas son distintos pero siguen suponiendo un conflicto para la mujer moderna. Dirigida por Mike Mills está vez se pone el foco en cómo entienden los hombres los problemas de las mujeres y sitúa a sus personajes a finales de la década de los setenta en Estados Unidos.
La protagonista es una madre soltera con un hijo adolescente al que intenta educar y en la que parte de esa educación consiste en darle una visión igualitaria de cómo debería ser la sociedad. Al sentirse incapaz para esa labor pide ayuda a dos mujeres más jóvenes que le confiesan a su hijo sus problemas del día a día que sólo tienen que ver con su género. Se estrenó en 2016, año en el que consiguió estar nominada al Mejor Guión original en los Premios Oscar.
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