Hay una España a la que Marta García Aller (Madrid, 1980) le habla cada día. La España que madruga, la que se levanta para ir al trabajo, a la universidad o lleva a sus hijos al colegio. Si usted pone Onda Cero, allí estará ella junto a Carlos Alsina desde antes de que salga el sol y hasta que haya tomado el segundo café. También puede verla alguna mañana en Al Rojo Vivo o por las tardes en Ahora Sonsoles, o leerla al llegar a casa por la tarde en El Confidencial. Si sigue teniendo ganas, cada semana publica un nuevo podcast en Pausa, donde, capítulo tras capítulo, vuelve a superarse en audiencia.

Multiplataforma y omnipresente, esta periodista y escritora lleva años analizando la actualidad, hablando de los porqués, los cómos y valorando las consecuencias de todos los hechos 'históricos' de cada día. Además, ha escrito dos ensayos sobre el futuro, El fin del mundo tal y como lo conocemos (2017) y Lo imprevisible (2020), donde a través de reportajes y entrevistas a expertos aporta luz sobre lo que podría ocurrir.

Ahora publica algo totalmente distinto, Años de perro (Círculo de Tiza), en el que da la vuelta al tiempo y nos sitúa en 2017 para contarnos todo lo que ha ocurrido durante estos siete años y que ha pasado a un ritmo tan vertiginoso que lo hemos almacenado sin darle la importancia que requiere. Lo hace a través de los artículos que ha publicado tanto en este periódico, El Independiente, como más tarde en El Confidencial. Entrevistamos a García Aller y nos habla de Sánchez, del PP, hasta de Casado y Cifuentes, de la monarquía, la reina Letizia, el feminismo y de Donald Trump. También de cómo este libro estuvo a punto de no entrar en imprenta por culpa del profundo amor del presidente del Gobierno a su mujer.

Pregunta.- ¿Cuándo decides dejar el futuro atrás y rescatar el pasado?

Respuesta.- Creo que llevo dándole vueltas a este libro antes incluso de escribir los ensayos sobre el futuro y sobre cómo iba a transformarse el mundo. Vivimos años de perro, donde cada ejercicio vale por siete. Las cosas cambian sin que nos demos cuenta y yo tenía esa sensación de vértigo que aparece cuando todo está moviéndose muy deprisa y todo el rato. Me di cuenta de que estaba mirando al futuro cuando el gran cambio estaba pasando en lo que escribía en el día a día en los periódicos donde he trabajado. Creo que ahora da más vértigo mirar atrás, con todo lo que nos ha pasado, que mirar al futuro, así que este libro lleva siete años dando vueltas en mi cabeza.

P.- ¿Al mirar lo rápido que ha ocurrido todo en el pasado, da más miedo el futuro?

R.- Para lo que nos han servido estos años es para entrenarnos para los cambios que están por venir. Hemos hecho todos un máster de adaptación a la incertidumbre. Hemos vivido una pandemia, muchos cambios de gobierno, hemos pasado de una España en funciones a repeticiones electorales continuas, hemos visto nuevos partidos que parecía que venían a cambiarlo todo y que han acabado por desaparecer, el procés... Son muchos cambios políticos y sociales que han ocurrido de repente y en muy poco tiempo y nos hemos adaptado a todo. Si a esto le sumamos los cambios tecnológicos que estamos viviendo, vemos que somos capaces de adaptarnos a situaciones llenas de incertidumbre y que venga lo que venga podemos con ello.

"Ante el vértigo que produce no saber qué está pasando, hay quien prefiere que le den explicaciones más viscerales y que apelan a instintos más primarios"

MARTA GARCÍA ALLER

P.- ¿Cómo afecta a la política esta adaptación a la incertidumbre?

R.- El problema está en cómo nos vamos a adaptar y hay muchos indicios de que a mayor incertidumbre mayor es la tendencia a comprar discursos peligrosos, muy radicales, y que prometen soluciones sencillas pero que son muy tramposas. La incertidumbre nos provoca necesidades que no tenemos cuando todo está tranquilo y eso tiene que ver con el auge de los populismos y la radicalización de la política. Ante el vértigo que produce no saber qué está pasando, hay quien prefiere que le den explicaciones más viscerales y que apelan a instintos más primarios, que no son aplicables pero que pueden dar calorcito.

Hay gente vendiendo recetas antiguas y con una nostalgia del pasado que no va a solucionar nada, sólo nos trasmite la idea de que el antes era mejor y la realidad es que sólo era diferente. Lo que pasa es que ahora el mundo está cambiando, las reglas de antes no valen y las de ahora no las hemos inventado todavía. Estamos justo en ese cambio y esto produce una sensación de insatisfacción que hay quién la lleva peor que otros.

P.- ¿Por qué crees que la ultraderecha pincha en España y no en otros países europeos?

R.- Hay otros países en los que tienen la mala suerte de tener unos líderes de la extrema derecha mucho más listos de los que tenemos aquí.

P.- ¿Vivimos en constantes sucesos históricos que olvidamos al día siguiente?

R.- Estamos consumiendo días históricos por encima de nuestras posibilidades, pasaba en el fútbol y nos reíamos: "El partido del siglo de esta semana", pues estamos así pero en el Congreso de los Diputados. Creo que eso también es peligroso porque empezamos a banalizar la actualidad informativa y ahora es entretenimiento de fondo. Vivimos ya los cambios como si fueran un poco la música del ascensor, que acompaña nuestro día a día pero que no nos tomamos en serio. A lo mejor es un mecanismo de autoprotección, de que no nos podemos tomar en serio todo lo que pasa porque tenemos que ir al trabajo, buscar a los niños o una reunión y tenemos poco tiempo para enterarnos de todo lo que ocurre.

El otro día vi que apenas el 3% de lo que consumimos en redes sociales son noticias y esto es una cura de humildad para los periodistas y nos viene muy bien. Nos creemos que la gente nos lee, nos busca y me da que nos encuentra y a menudo sin querer. A lo mejor nos leen, nos ven, nos escuchan... Pero más como ruido de fondo que como algo consciente.

"En Años de perro puedes saltar de un año a otro, te invito a jugar a ver qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido distintas... "

MARTA GARCÍA ALLER

Esto no quiere decir que a la gente no le interesen los cambios que se están produciendo sino que no les da la vida para enterarse y por eso decidí ponerlos juntos y con un punto lúdico. En Años de perro puedes saltar de un año a otro, te invito a jugar a ver qué hubiera pasado si las cosas hubiesen sido distintas... Creo que esto ayuda a digerir un poco tanta vorágine.

Considero que es importante parar y ver qué ha pasado porque hace siete años teníamos a un hombre que jugaba al dominó y fumaba puros leyendo el Marca mientras parecía que no estaba pasando nada y en realidad España llevaba en funciones 300 días y había un montón de cambios latentes que ahora se ven de otra manera. Fue cuando empezamos a encadenar repeticiones electorales y procesos políticos que terminaron por tragarse a las jóvenes promesas que habían venido a cambiarlo todo y que se tuvieron que jubilar antes de los cuarenta...

Acuérdate de Albert Rivera, que era el favorito para ser el presidente del Gobierno, o de Pablo Iglesias, que era el que acariciaba el sorpasso a un PSOE descompuesto en unas guerras fratricidas y ahora ha montado un bar en Lavapiés. O, mejor aún, de Pedro Sánchez recorriendo España en un Peugeot por las sedes socialistas, buscando atención y dando entrevistas a los medios que ahora insulta...

Es que hace siete años era el mundo antes de Trump, cuando él era un chiste, Harvey Weinstein era un reputado productor de Hollywood, la Inteligencia Artificial era algo del futuro... Ahora tenemos todos esos cambios aquí y tenemos que parar y pensar cómo han ocurrido. Hay que vivirlo en presente, no como un libro de historia, sino viendo cómo lo vivimos en tiempo real y cómo esos cambios entraron en nuestra vida sin darnos cuenta; que es cómo entran los cambios más importantes.

P.- En uno de los últimos capítulos de Pausa, la invitada decía que el clima político estaba alimentado por los periodistas. Que un diputado sabía que para poder salir en la prensa no podía dar un discurso normal, tenía que llamar la atención de alguna manera.

'Años de perro', de Marta García Aller.

R.- El periodismo es responsable y víctima de esta vorágine. Porque esta aceleración sería impensable sin las redes sociales, no es casualidad que coincida en el tiempo con Twitter, Instagram o Tik Tok. Son estas aplicaciones las que han empezado a manejar los tiempos con los que funciona la información y la desinformación. Hay muchos diputados que están más pendientes de lo que está pasando en Twitter que en la tribuna y muchos periodistas más interesados en las reacciones en redes que en lo que está ocurriendo. Esto hace que los políticos hablen para las redes y los medios atendamos a lo que es más viral, que no es lo más relevante, sólo lo que capta más la atención.

Esta aceleración no se entiende sin el cambio tecnológico que ha hecho que sean los algoritmos los que decidan qué es lo que aparece en nuestras pantallas; y lo que aparece en nuestras pantallas es lo que más nos irrita. El algoritmo prima el enfado porque es una de las emociones humanas que más tiempo nos hace pasar mirando la pantalla, que es para lo que trabajan estas apps, no trabajan para informarnos.

Y esa atención responde a que nos den la razón, a hacernos reír o enfadarnos. Y enfadarnos es mucho más fácil que hacernos reír. Eso hace que los mensajes más polarizados, los mensajes más incendiarios, los mensajes que más pasiones remueven; sean los que estén más presentes en nuestras pantallas que es donde nos estamos informando.

"'Esto también pasó' es una frase que me he repetido muchísimo durante la edición del libro"

MARTA GARCÍA ALLER

P.- Al releer todos los artículos, ¿cuántas veces ha dicho: 'No me acordaba de que esto había ocurrido'?

R.- 'Esto también pasó' es una frase que me he repetido muchísimo durante la edición del libro. Porque no nos acordamos, por ejemplo, de que una de las personas que más estaba en las encuestas para suceder a Mariano Rajoy al frente del Partido Popular era una poderosísima Cristina Cifuentes. Una mujer que de repente se encontró en un caso que al principio parecía menor y luego se convirtió en el gran transformador de lo que vendría después. Era el Caso Máster, que luego dejó de ser el Caso Máster para pasar a ser en unos pocos días el Caso Cremas. Las cremas Olay de Cifuentes... Cuando lees la secuencia no das crédito al episodio y tiene mucha más trascendencia de lo que luego se ha quedado en el imaginario colectivo.

Porque lo vemos como algo que estaba destinado a pasar y en absoluto fue así. Formó parte de guerras fratricidas que no están del todo aclaradas porque lo que viene después se comió lo anterior. Creo que es más relevante de lo que nos imaginamos y marca un antes y un después en el fango de la política española.

Hay muchos episodios muy sorprendentes en el libro. También tiene gracia que vayan surgiendo personajes recurrentes que aparecen y desaparecen y que cuando tienes la sensación de que no va a suceder nada con ellos, pues se convierten en protagonistas. Me estoy acordando, por ejemplo, de Rubiales, que sale bastante en el libro por los escándalos de corrupción relacionados con Arabia Saudí que nunca prosperaron, y al que le estalla todo en 2023 por eso que él calificaba de "piquito". Ya veremos en los juzgados cómo terminan de evaluarlo pero tiene mucha pinta de haber cometido un gran delito con muchos millones de espectadores en directo.

O la pandemia: cómo pese a haber sido algo terrible y compartido, que no tienes que explicárselo a nadie porque el resto lo vivió igual que tú, pues no hablamos de ello. Seguir la secuencia de que todo esto pasó y que estuvo tan presente en nuestras vidas porque todo fue pandemia durante meses y que ahora no decimos nada sobre ese tiempo... Hemos pasado página y creo que aquí puedes ver cómo lo vivíamos.

Tenemos también la guerra en Ucrania, que dábamos por hecho que no iba a suceder y que hasta unas pocas horas antes era imposible. Ahora ya lo hemos metabolizado, ya forma parte de lo normal.

P.- Mencionas a Rubiales, ¿pese a que el mundo ha cambiado tanto en estos siete años hay algunos que se han quedado congelados en la época de Rajoy con el puro?

R.- Están anclados en un mundo anterior que ha dejado de existir y ellos no se han dado cuenta. Hay muchísimos ejemplos a lo largo del libro. Luis Rubiales puede ser uno de ellos, todavía no entiende qué hizo mal y eso que estamos en 2024, parece que no le ha dejado mucha huella el siglo XXI. O Aznar, que aparece y desaparece hablando y pontificando sobre cómo tiene que refundarse la derecha y cómo tiene que ser la regeneración democrática y todavía siguen los coletazos de toda la corrupción de sus años como presidente, de delitos cometidos en su aparentemente ejemplar presidencia del Gobierno.

O el rey Juan Carlos, otra gran personalidad para entender el siglo XX. Una figura que empieza a envejecer a marchas forzadas en el siglo XXI dejando en mal lugar su propio legado histórico por no entender los cambios que se están produciendo. Es que en muy poco tiempo hemos pasado de un rey Juan Carlos ejemplarizante a la secuencia del Caso Nóos, una hija del rey testificando, Urdagarin yendo a la cárcel, la caída en desgracia de su figura por la corrupción, el dinero en Suiza, Corinna, el exilio autoimpuesto a Abu Dabi... Y vemos a un rey emérito que todavía no entiende porque no puede volver a su país con todos los honores. El problema es que no quiere volver a España, quiere volver a una España que ha dejado de existir, que le admiraba, y que es cada vez más pequeñita y endogámica.

Ese cambio lo hemos asumido como inevitable pero ha ocurrido en muy poco tiempo y ver cómo va cayendo poco a poco impresiona mucho. Poner todos los hechos históricos uno detrás de otro y ver que todo esto también pasó es muy importante.

"Una de las mejores cosas que le han podido pasar a la monarquía española es la reina Letizia porque transmite que ella sí conoce el mundo real"

MARTA GARCÍA ALLER

P.- También cómo la sociedad ha pasado de criticar duramente a Letizia a convertirla en el soporte de la monarquía.

R.- El mundo ha cambiado muchísimo. Una de las mejores cosas que le han podido pasar a la monarquía española es la reina Letizia porque transmite que ella sí conoce el mundo real. Cuando el mundo real ha cambiado tanto y hay tantos exponentes de líderes que fueron pioneros o vanguardistas en su época, pero que se han quedado anclados en un mundo que ya no existe, que haya personas que conectan con el sentir de su época tiene un valor inmenso. Sobre todo para una institución como la monarquía que no vive en su época, que es muy difícil de explicar racionalmente y que no es propia del siglo XXI.

Mucha gente no entendía que la persona que se casaba con el heredero al trono fuera una mujer divorciada pero ahora lo que no entendemos es por qué se pensaba así. La opinión mayoritaria ha ido cambiando. El siglo XXI ha echado abajo muchos prejuicios y ha traído muchos cambios. Tenemos que estar orgullosos del viaje que hemos hecho porque hemos derribado muchos muros que habíamos heredado del siglo XX y que habíamos asumido como normales y ahora nos parecen viejunos.

P.- Esto tiene mucho que ver con el auge del feminismo.

R.- Claro, es otro de los cambios que trascienden lo político o lo internacional y que lo han transformado todo. El feminismo se ha vuelto crucial como transformación social y el efecto rebote que ha tenido para movilizar a muchos sectores. Como todos los cambios que han ocurrido muy deprisa, hay a gente que le ha pillado con el pie cambiado y que le ha generado miedo. Pero gracias a este movimiento se han visibilizado muchas injusticias y muchos delitos que antes las mujeres no se atrevían a denunciar.

Y de aquí voy a otro gran cambio, el de la libertad de expresión, que está relacionado. Hay gente que ahora dice: "Es que no se puede decir nada". No, oiga, es que ahora las mujeres podemos decir que lo que usted dice no nos parece bien. Es algo que no se entendería sin las redes sociales, los mensajes han dejado de ser solo emitidos por las personas que tenían poder y ahora cualquiera puede comunicarse y hacerlo en red y eso puede traer lo mejor, pero también lo peor.

P.- Escribes en la introducción que hay artículos dentro del libro que se equivocan tanto que resultan "los más esclarecedores".

R.- Clarísimamente. No saber ver lo que tardamos en entender que ese virus lejano que estaba en China iba a cambiarlo todo para siempre es un gran ejemplo. Pensar que Pedro Sánchez estaba desahuciado en el año 2016 es otro, pensar que lo estaba en julio de 2023, pensar en general que estaba desahuciado ha sido un error permanente a lo largo de los últimos siete años.

Haber pensando que el independentismo no tenía nada que hacer porque en el CIS de principios del 2017 la independencia en Cataluña no interesaba en absoluto a los españoles. El independentismo y sus proclamas sonaban a chufla y de repente se puso en jaque la Constitución y todo el sistema con el desafío de octubre de ese mismo año. Eso no lo vimos venir. Y menos el gobierno de Rajoy, que era el primero en minimizar lo que estaba pasando. Ahora cuando lees la declaración de independencia tiene hasta un componente cómico.

Bueno, y Puigdemont, que cae en desgracia y pasa a ser un secundario cómico clamando ser el presidente de una república independiente en Waterloo, queriéndose presentarse a través de un holograma a una investidura, como Star Wars. Es que todo eso pasó. Y ahora va a ser amnistiado por el presidente que nos dijo que lo traería a rendir cuentas con la Justicia. Todo parecía inverosímil y ahora parece inevitable. Todo podía haber sucedido de otra manera y a menudo lo que lo ha evitado es la incompetencia humana, que es la fuerza clave que lo explica todo.

"Si Soraya Sáenz de Santamaría hubiera sido la ganadora de aquel congreso viviríamos en una España totalmente distinta"

MARTA GARCÍA ALLER

P.- ¿Está manejando mejor estos "nuevos tiempos", esta vorágine, el PSOE que el PP?

R.- Si manejarlo mejor es estar en el gobierno, sí. No hay más que ver el resultado. Porque el PP empieza en este libro con Rajoy, luego con Casado y ahora estamos con Feijoo. Releyéndolo ahora caemos en esa trampa que tiene la historia de hacernos creer que todo encaja, porque no ves más que debilidades de Casado frente a Rivera por quererse parecer a él, frente a Vox por lo mismo... Pero todo pudo haber sido de otra manera. Si Soraya Sáenz de Santamaría hubiera sido la ganadora de aquel congreso viviríamos en una España totalmente distinta. Si Eduardo Madina o Susana Díaz, que estaba arropada por todo el establishment, se hubieran hecho con el poder del PSOE... Si se hubieran leído mejor los tiempos, Pedro Sánchez no habría sido el presidente del Gobierno.

P.- ¿Alguien hace siete años se habría imaginado que un presidente del Gobierno se iba a ir cinco días a reflexionar por estar "profundamente enamorado"?

R.- No daba crédito, podría haber estado pensando en lo que era bueno para España pero el libro estaba a punto de ir a imprenta y me acordaba de que en 2017, cuando estaba con El mundo tal y como conocemos, ocurrió fue el procés. Luego en 2020, con Lo imprevisible, el libro se quedó confinado en Igualada, primer lugar en establecer restricciones, cuando no sabíamos ni lo que era confinar. Escribo de broma en la introducción que me daba miedo sacar un nuevo libro y de repente cuando estaba a punto de ir a imprenta con Años de perro, manda la carta.

Pensé que iba a dimitir pero lo que pasó fue nada. Los cambios vertiginosos están salpicados de muchos presuntos acontecimientos históricos que son fuegos artificiales para llamar la atención de la audiencia en un momento que la atención es el bien más preciado para el mercado. Eso lleva a la política y a los medios a hacer cosas muy absurdas para capturar la atención. Al final no pasó nada.

P.- Hablas mucho en esa introducción, y aparece en varios artículos, de las fake news. ¿Qué valor tiene ahora la verdad?

R.- Creo que la verdad importa más que nunca, como todo lo que es escaso se revaloriza y ahora mismo en las certezas está el valor. El libro empieza en el momento en el que se acuña la palabra posverdad, justo cuando acaba de ganar Trump mintiendo muchísimo y empieza la duda de si a la gente le da igual que algo sea verdad o mentira.

Siete años después, ya no estamos temiendo solo las mentiras humanas sino también que sea más difícil diferenciar qué imagen es cierta o que vídeo o declaración han sido manipulados. Aquellas personas de las que te fías, donde nos encontramos los periodistas, son cada vez más importantes y ahora tenemos que estar a la altura de las circunstancias.

P.- Estás en la radio por las mañanas, en la televisión muchos días y también escribes columnas en El Confidencial, ¿cómo se llega mejor al público?

R.- Estar por las mañanas con Alsina es una conexión increíble con el momento real de la noticia, él es el mejor comunicador que hay ahora mismo en España. La radio es especial porque te metes en la vida de la gente, la televisión la tenemos de fondo, como decía Pantomima Full: "Los tertulianos te suenan de no escucharlos", no se establece una gran conexión. La radio, sin embargo, te convierte en esa voz que te acompaña todos los días. Además, estoy notando con Pausa, con el podcast, una conexión con otras generaciones que cada vez valoran más que les cuentes cosas con calma, en profundidad, que les hables de lo que no han tenido tiempo de ver y de lo que no quieren enterarse mirando una pantalla. Estamos hartos de las pantallas.

Pero escribiendo creo que conseguimos otra cosa, que es ordenar ideas y conseguir profundizar en temas y que cada uno elija cuándo leerlos. Es el periodismo más reflexivo y está cada vez más en auge. Ahora poder dar sentido a lo que está pasando, que pasa tan rápido, es importantísimo. Vivimos un momento especial.