El 14 de junio de 1934, Adolf Hitler se encontró por primera vez con Benito Mussolini. Lo hizo en Venecia y fue el principio de una relación compleja entre los dos dictadores, y entre el fascismo italiano y el nazismo alemán, que abarcó casi veinte reuniones y que hizo temblar a Europa.
Porque aunque este primer encuentro duró apenas dos días, y se podría calificar de simple visita de Estado, dio pie a otros que tuvieron una gran importancia, como el que propició la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial. También el que la mantuvo en ella casi hasta el final.
Así lo anunciaba, en su edición del 13 de junio de 1934, The New York Times: "Mañana tendrá lugar el primer encuentro entre los dictadores de Italia y Alemania, dos hombres cuya palabra es ley para poblaciones de más de 100.000.000 de habitantes y que en gran medida tienen en sus manos los destinos de Europa".
Este encuentro fue muy propagandístico, con fotografías en Venecia que mostraba el poderío italiano, pero no fue cómoda para ninguno de los dos. Como explica David Solar, historiador y autor de varios libros sobre Hitler y la Segunda Guerra Mundial, a este periódico, "se tenían una enorme desconfianza". Porque antes de conocerse ya tenían una idea preconcebida el uno del otro. A Mussolini, Hitler le parecía un salvaje y Hitler pensaba que Mussolini era un blando inútil.
"Eran muy distintos. El dictador italiano era mucho más culto y Hitler había vivido en un ambiente de acción más que de cultura"
DAVID SOLAR
"Eran muy distintos. El dictador italiano era mucho más culto que Hitler, tenía una carrera de maestro, había leído mucho y tenía muchos compañeros de partido que eran poetas y literatos. Hitler, en cambio, había vivido en un ambiente de acción más que de cultura", explica sobre cómo se separaron con poca ilusión de haberse conocido y despreciándose el uno al otro.
Aunque continuaron viéndose. Incluso en una tercera cita llegaron a un acuerdo que cambiaría para siempre el rumbo de Italia: la de que el país entrara en la guerra europea. Fue el 18 de marzo de 1940, en Brennero y, como asegura Solar, aunque Mussolini intentó alcanzar un pacto beneficioso para ambos, Hitler era más ingenioso o, como dice el historiador, "un mentiroso compulsivo".
"El alumno superó al maestro y se convirtió en el jefe de una nación mucho más poderosa y más feroz que la Italia del siglo XX"
"La implicación de Mussolini en la Segunda Guerra Mundial fue casi una traición. Hitler primero tomaba las decisiones y luego se las comentaba", explica y añade que "aunque el italiano intentó que Hitler se hiciera cargo de verdad de las necesidades de Italia, de su vulnerabilidad ante la guerra y que se comprometiera a entregarle materias primas, combustible y el armamento que necesitaban, el alemán se lo tomaba a broma, le tomaba el pelo y siempre intentaba engañarle. Pero es que los acuerdo que tenían ambos desde 1937-1938 habían dejado a Mussolini en una situación de dependencia".
Aunque no siempre había sido así, como contó Antonio Scurati en una entrevista sobre Los últimos días de Europa (Alfaguara) a El Mundo, al principio el Führer trataba de parecerse al italiano "pero hubo un punto en el que los términos se invirtieron". "El alumno superó al maestro y se convirtió en el jefe de una nación mucho más poderosa y más feroz que la Italia del siglo XX. Ahí es cuando Mussolini decide emular al poder nazi, aunque en el fondo le asustaba un poco sobrepasar los límites", aseguró.
Algo que también corrobora Solar, que considera que llegó un momento en el que Mussolini vio su inferioridad, comprobó que los alemanes eran una nación superior militar e industrialmente y se "dejó engañar". "Terminó siguiendo a Hitler y este le engañó, más tarde intentó escapar de su sombra y de la relación de dependencia pero no lo consiguió y Hitler siempre hizo lo que le dio la gana con esa relación", añade.
Una de las reuniones más interesantes que mantuvieron durante aquella etapa fue la del 2 de junio de 1941. Hitler y Franco se habían visto en Hendaya el 23 de octubre de 1940, casi un año antes, con la intención de que España entrase en la guerra pero las exigencias del caudillo fueron tan altas que el alemán lo dejó pausado. Entonces en aquella octava cita con Mussolini se centraron en España y en su situación, analizaron las relaciones con Franco y qué iban a necesitar.
Así, poco a poco, la relación fue tornándose en algo más agradable. De visita en visita se fueron cogiendo cariño aunque siempre hubo un protagonista y un actor secundario. "Fue una relación desigual aunque cada vez más afectuosa", explica el historiador. Y Scurati ya había asegurado que "aunque mantenían una relación asimétrica, muchas fuentes atestiguan que Hitler llegó a definir a Mussolini como el único amigo que tenía en la política". "De no ser por él, se habría quedado solo", sentenció.
"Mussolini fue derribado y Hitler decidió liberarle y lo logró. El italiano le agradeció muchísimo aquella muestra de amistad"
DAVID SOLAR
Pero pese a esa mejoría en sus afectos, tuvieron una reunión muy tensa a mediados de 1943. Con la guerra en una de sus últimas etapas, el Führer tuvo que convencer al líder italiano de no abandonara el Pacto Roma-Berlín. "Fue una de las últimas veces que se vieron. Aquí, Mussolini le expresa todo lo que necesita y Hitler le dice que sí a todo pero que Italia tiene que luchar. En ese momento, debajo de las bombas, esa ya no era una opción viable para los italianos", comenta. Así que poco después, tras una reunión del Gran Consejo Fascista, Mussolini perdió el poder y terminó prisionero de las nuevas autoridades italianas.
"Mussolini fue derribado y Hitler decidió liberarle y lo logró. El italiano le agradeció muchísimo aquella muestra de amistad porque sabía que no necesitaba que siguiera vivo para seguir con sus planes. Se había terminado estableciendo una cierta amistad", cuenta y añade que al Führer le impactó la noticia de su muerte junto a su amante Claretta Petacci y la de sus cadáveres colgados en la marquesina de un autobús. El moriría, también junto a la mujer que amaba, sólo dos días más tarde.
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