Llevaba viendo desde pequeña aquel cuadro enorme. Primero en casa de su abuelo Luis y más tarde en casa de su madre. Medía dos metros de ancho por dos de alto y sabía que había sido el regalo de bodas que le había hecho a su abuelo su hermana Rosario. Fue más adelante, cuando Toya Viudes de Velasco vino a estudiar a Madrid y fue de visita al Museo Reina Sofía, cuando se encontró con el nombre de aquella mujer en una de las paredes y comenzó a investigar.

Se dio cuenta de que su tía abuela, Rosario de Velasco (Madrid, 1904 - Barcelona, 1991), había sido una gran pintora de la generación del 27 y durante aquel principio de siglo había sido muy conocida y reconocida. Que sus obras habían sido parte del "retorno al orden" en España, un movimiento paralelo a la Nueva Objetividad alemana y al Novecento italiano, y que estas habían sido vendidas por las mejores galerías del mundo.

Desde entonces, pensó en revivirla porque pese a que el Pompidou o el Reina tenían obra suya se había vuelto absolutamente invisible para el común de la sociedad y, aunque ha tardado varias décadas, por fin lo ha conseguido y ahora sus obras cuelgan de uno de los museos más importantes del país: el Museo Thyssen, donde permanecerán hasta el mes de septiembre.

"Gracias a Twitter aparecieron obras perdidas, ilustraciones e incluso pinturas de las que no se tenía constancia"

Pero esta aventura, la de esta muestra, comenzó en febrero, gracias a la colaboración de Miguel Lusarreta, y se ha llevado a cabo gracias a Twitter. Pensando en cómo podían encontrar a los propietarios de la obra de Rosario lanzaron una campaña en redes sociales y aquello se desbordó. Aparecieron en el telediario, llegaron a muchísimas personas y meses más tarde ya tenían localizadas obras perdidas como Cosas (1933), Maternidad (1933), Gitanos (1934) y Pensativa (1935); así como varias ilustraciones de libros o un dibujo preparatoria del óleo Carnaval (anterior a 1936). Incluso descubrieron algunas de las que no tenían constancia como Bodegón con peces (hacia 1930) o Niñas con muñeca (1937).

Así que cuando llegaron al Thyssen este les abrió la puerta de par en par y este 18 de junio su tía abuela se convertirá en la segunda mujer española, antes y hace poco fue Isabel Quintanilla, en tener una exposición sólo para ella en la pinacoteca madrileña. Una muestra que se ha hecho en tiempo récord, sobre todo teniendo en cuenta cómo se encontraban la mayoría de los cuadros (que estaban en colecciones privadas) y la restauración que han llevado a cabo desde el museo para poder exponerlos.

Pero empecemos por el principio. ¿Quién es Rosario de Velasco? En el Thyssen la definen como uno de los miembros más olvidados de la generación del 27, una pintora que asumió las vanguardias como propias y que fue evolucionando con los tiempos. "Su actitud abierta y su inquietud cultural le llevaron a relacionarse con muchos de los creadores de su generación, en especial con pintoras y escritoras como Maruja Mallo, Rosa Chacel o María Teresa León. Entre sus amigas se encuentran igualmente Mercedes Noboa, Matilde Marquina, Concha Espina o Lilí Álvarez, campeona de tenis a la que retrató en la década de 1930, con la que solía practicar este deporte", explican y añaden que con esta exposición pretenden mostrar su trabajo durante los veinte, los treinta y los cuarenta del siglo pasado. La parte más importante de su trayectoria.

Familia y formación

Porque Rosario de Velasco venía de una familia bastante tradicional y religiosa y empezó su formación artística con tan solo 15 años de la mano de Fernando Álvarez de Sotomayor, que fue dos veces director del Museo del Prado. De aquella época data Autorretrato (1924), y es ese mismo año cuando participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid y comenzó su incursión en la ilustración.

También cuando comenzaron las ansias de encontrar algo nuevo, de salirse de la tradición (pictórica) y asumir nuevas tendencias. Por lo que se dedicó a viajar, su estancia en Italia le marcó muchísimo, y ya en la década de los años 30 se convirtió en todo un referente. "Entonces ya formaba parte de numerosas muestras colectivas y ganaba concursos, como la exposición Nacional de Bellas Artes de 1932 en la que presenta el lienzo Adán y Eva, con el que obtuvo una segunda medalla en la categoría de pintura".

Adán y Eva, Rosario de Velasco.

Y dos años más tarde es galardonada con el Segundo Premio en el Concurso Nacional de Pintura con la obra Maragatos y, aunque hasta 1995 no se confirmó su autoría, a mediados de 1936 pintó La matanza de los inocentes, casi como una premonición de lo que iba a ocurrir. "Esta obra muestra mucho de su evolución, pasa de unos fondos más despejados en Las lavanderas, de 1934 y que fue el regalo de boda para su hermano, a que no exista un sólo hueco. Recuerda a la Matanza de los inocentes de Guido Reni y en la obra de 1937 de Horacio Ferrero, Aviones negros, podemos intuir que el pintor había aprendido de Rosario", explica Guillermo Solana, director artístico del Thyssen sobre cómo la influyeron y cómo influyó.

'Las lavanderas', de 1934 y 'La matanza de los inocentes', de 1937; ambas de Rosario de Velasco.

Y entre medias está una de sus obras más relevantes, Gitanos, que compartió exposición con autores como Georgia O’Keeffe, Edward Hopper, Pablo Picasso, Salvador Dalí o Otto Dix en el Carnegie International, organizado por el Carnegie Museum of Art de Pittsburgh. "Hasta ahora este cuadro había estado en paradero desconocido, ha sido uno de los grandes hallazgos realizados durante la preparación de esta exposición", ha añadido Solana.

"Este lienzo llama mucho la atención. Está claro que tiene muchas inspiraciones pero ella las usa y se vuelve más moderna, más abstracta. Aquí la mujer es rotunda, tiene una posición dominante y mira a través del lienzo", ha continuado. Y también ha analizado el fondo, que ha calificado de moderno para la época.

Gitanos (1935), Rosaría de Velasco.

Pero aquella carrera meteórica se paró del tirón. Llegó la Guerra Civil y ella, falangista, y su familia tuvieron que abandonar Madrid para irse a Valencia y después a Barcelona. Allí fue encarcelada en la Modelo, detenida hasta que el que se convertiría en su marido, el médico Javier Farrerons, logró liberarla. Tras acabar con la guerra ambos se instalan en Barcelona con su hija María del Mar, que hoy se encontraba en la muestra dedicada a su madre.

Y siguió pintado, nadie la paró. En 1939 participó en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura y en 1940 consiguió su primera exposición individual. Durante aquella época su círculo de amigos estaba compuesto por Eugenio d’Ors, Dionisio Ridruejo, Pere Pruna o Carmen Conde. Y de esos años son obras como Niñas con muñeca o el retrato a Lilí Álvarez.

Pero a partir de entonces bajó un poco el ritmo aunque no soltó el pincel hasta su muerte en 1991. "Lo más emocionante de esta exposición es la experiencia de revivir, de hacer salir del agua del olvido el cuerpo entero de una creadora de este nivel. Al final, se han conseguido localizar 300 obras de ella y restaurar las que íbamos a exponer, que ha sido también muy emotivo", ha sentenciado Solana.